Caso Leiva: las fuentes y la verdad

Periodista nos obliga a cuestionar compra de información y el testificar en un juicio.

El caso de Milagros Leiva nos deja mucho para pensar a los periodistas. Lo he dicho en televisión y lo reafirmo en estas líneas; el asunto tiene dos líneas de acción: la ética periodística puesta en entredicho, y toda la discusión gremial sobre si hay que pagar a las fuentes; lo otro son las consecuencias legales que Leiva podría afrontar por lo que ella misma acepta: haber pagado US$ 30 mil de “peaje” a un fugitivo. Lo primero bien debe abrir espacios de reflexión profunda entre quienes ejercemos el oficio; lo segundo, además de ser consecuencia de no habernos permitido hacer lo primero, es lo que todo ciudadano –por más periodista que sea– está obligado a enfrentar. Si la fiscalía boliviana decide llevarla a juicio con cargos que se consideren sólidos, Leiva tendría una oportunidad magnífica e irrepetible para probar sus afirmaciones, liquidar al débil gobierno humalista y, de paso, catapultar su carrera hacia reconocimientos que serían tremendamente merecidos; de lo contrario, si en el juicio se demuestran delitos que puede haber cometido, y que hoy son pura fantasía limeña, su destino podría ser la cárcel de Obrajes en La Paz. Si criticamos a los políticos por acogerse a su inmunidad para no enfrentar a la autoridad, ¿por qué los periodistas tendríamos que imitarlos? El juicio, entonces, sería lo mejor para Leiva.

Comprar información, acompañada o no de uno o más testimonios, supone para el periodista establecer un pacto comercial con la fuente. Peor será para el periodista que la fuente se haya fugado de su país; decir que allá era solo un arrestado es una verdad a medias. Cuestionar la pasión que Leiva le pone a su trabajo sería una mezquindad, ella se muestra como una periodista de raza, que da la vida por su oficio. Pero, tal como me lo recordó un viejo amigo en estos días, MBL es una fuente y no un amigo, Nadine está en el poder y no es una rival a destruir, El grupo El Comercio es una empresa y no una familia. Uno no se casa con la fuente; en realidad no se casa con nadie. Creo que en esto radica el tremendo error de la aguerrida Milagros; le creyó todo a MBL y hoy su línea de investigación se circunscribe únicamente a lo que supuestamente le ha contado, o le ha mostrado o le ha dibujado.

Su flamante abogado Nakazaki me confió en cámaras que, en verdad, nuestra colega sí tiene los dichosos papeles que podrían arruinar a este gobierno, contradiciendo su primera versión. Lo que no dijo al aire es que se trataría de un manuscrito del propio MBL, hecho exclusivamente para Leiva, en el que le dibuja y le explica las rutas de los dineros, la vil secuencia de los fallos judiciales sobre Madre Mía y demás inmundicias que, esperemos, se conozcan por el bien de la verdad. ¿Por qué diablos entonces no los muestra?, le increpé a Nakazaki fuera del aire. Ella está esperando a ver si el gobierno la denuncia, si eso sucede sacamos los papeles, contestó el abogado. Parecía un chantaje. Y encima ese supuesto papel tendría también que ir a peritaje, pensé en ese momento. Horas después, Leiva confirmó que sí tiene documentos, pero que no los iba a mostrar porque ella no traiciona a sus fuentes. Yo espero que, más bien, ella esté cruzando los datos que ha conseguido y que, en el medio que sea, publique una buena historia. No hacerlo la colocaría más cerca de MBL que de la verdad. Y es que el otro problema aquí es que MBL podrá ser fuente hasta cierto momento, de ahí en adelante es un acusado más; o como lo ha dicho la congresista Pérez Tello “quien articuló una red corrupta con altos funcionarios del Estado y personas allegadas al poder político”. Ollanta y Nadine, a la luz de este informe, permitieron que MBL cometa más  de un delito en contra del Estado; pero al final MBL es un acusado que por algo está en la cárcel. Milagros ya no debe seguir más ese camino.

Por: Jaime Chincha Ravines