Cesar Gutierrez
Casos Demartini y Mucho zanjados con diferentes criterios
Decisiones que solo tienen explicación en el ámbito de las conveniencias políticas
Los casos de los ministros Julio Demartini (Inclusión Social) y Rómulo Mucho (Energía y Minas) han sido zanjados en el Congreso el pasado martes 26 de los corrientes. Fueron medidos con varas distintas. Al primero se le ha mantenido en el cargo mientras que el segundo fue echado del predio de la avenida Las Artes del mesocrático distrito de San Borja.
Hay lamentos e interpretaciones diversas de lo resuelto por el Legislativo. Se dice en redes sociales que ha habido trato discriminatorio entre blanco de apellido extranjero y cobrizo con apellido común en el suroriente andino. Por su parte los gremios empresariales y sus voceros mediáticos señalan que la ilegalidad se ha impuesto.
Estoy convencido de que ambos ministros debieron ser censurados. Demartini tiene responsabilidad política de lo ocurrido en el programa Qali Warma, por entregar alimentos en mal estado o no aptos para las personas, hecho indiscutible y reiterativo. Mucho ha tenido una gestión desastrosa de la minería, con anuncios por doquier sin logro alguno. En energía, destacó por su sometimiento a la mandataria en la designación del directorio de Petroperú.
Luego de la toma de posición personal compete encontrar una explicación de lo ocurrido con los ministros aludidos. Sostengo que la evaluación de las bancadas parlamentarias se ha hecho en base del beneficio-costo de intereses políticos de grupo.
Desde que ingresó Mucho al cargo, en febrero pasado, dada su relación como contratista de servicios de las empresas de la gran minería, tenía como enemigo a los congresistas que no comulgan con las multinacionales de los minerales. En términos cuantitativos, no menos de 44 votos en contra de los 120 existentes.
Al haber sido etiquetado como embajador de las mineras, el ministro no podía aparecer como su gonfalonero, lo que significaba decirles “no” en más de una oportunidad: una situación que era muy difícil para él, pues era evidente que al salir en algún momento del cargo, perdería clientes. Eso ya era un primer flanco débil.
No era el único flanco débil que debía enfrentar. El siguiente era el caso Petroperú. Los gremios empresariales siempre han afirmado que es una empresa quebrada, lo que él repitió desde el día uno al arribar al despacho ministerial. Craso error, en rigurosidad técnica no está quebrada, está en insolvencia, salvada permanentemente por aportes del tesoro público. A los pocos días de su afirmación ligera, predicó y suscribió más salvatajes. Los halcones del sector levantaron la ceja. Segundo flanco débil.
En el caso de la petrolera estatal el summun fue cuando, con su firma como miembro de la junta general de accionistas, avaló la designación de Alejandro Narváez como presidente de directorio, que tuvo su correlato con el nombramiento del exministro Oscar Vera como gerente general, obvio pedido de Dina Boluarte. Del levantamiento de cejas se pasó al malestar en el gremio de los hidrocarburos. Una más para la acumulación de desaciertos.
El tercer flanco débil se lo generó con los fósiles de la energía (productores, transportistas, distribuidores y termoeléctricos a gas natural), al haber heredado una posición ministerial de defensa de las renovables. Se ganó enemigos que cuentan con votos en el Congreso.
El desencadenante de la censura de Mucho fue el retraso en la entrega de una propuesta legislativa para la formalización minera (Reinfo), una muestra de falta de iniciativa propia; esperaba de los grupos empresariales que le señalaran un derrotero. Mientras tanto, los interesados en la prórroga del Reinfo mostraron capacidad de movilización social, no es para menos porque estamos hablando de 500,000 personas.
Ante el peligro de una algarada, los legisladores han retrocedido y han optado por una renovación más (será la tercera) del Reinfo, y el ministro que hizo suya la posición de los empresarios del socavón y el tajo abierto, se vieron obligados a bajarle el pulgar al señor Mucho. No se podían arriesgar a tantos detractores, que, si contamos núcleos familiares, estamos hablando de un millón de electores para un proceso eleccionario cuya campaña empezará el próximo año.
En las circunstancias ampliamente reseñadas, se debatió la censura al ministro Julio Demartini, persona muy cercana a la presidenta, pretendiente permanente del Premierato, interlocutor del Ejecutivo con empresarios. Entendieron los congresistas que era demasiado para la estabilidad precaria de la inquilina de Palacio, más aún ahora que tiene que lidiar con el mandato de detención de su hermano Nicanor. Así que le correspondió que lo salvaran.
Es el contexto que percibo. Ahora hay que decirles a las viudas de Mucho que su incompetencia era manifiesta, y un político que se precie sabe que con el poder del voto no se juega. Eso es lo que ocurrió.
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