La censura del ministro de Energía y Minas, Rómu...
Las oleadas insurreccionales contra la Constitución y el Estado de derecho –que se desataron luego del fallido golpe de Pedro Castillo– comienzan a despoblarse y solo continúan las vanguardias más consolidadas ideológicamente. En otras palabras, los mejores momentos de la oleada insurreccional –que llegó a sumar entre 5,000 y 7,000 manifestantes– comienzan a adelgazarse de consideración.
Sin embargo, la violencia se acrecienta y los ataques en contra de la Policía Nacional del Perú (PNP) se intensifican, mientras se mantienen bloqueadas algunas vías nacionales –como la Panamericana Sur en Ica – y vías importantes que conectan regiones como Puno, Cusco, Arequipa y Madre de Dios y el centro del país (El Ministerio de Defensa y el Ministerio del Interior acaban de anunciar que las fuerzas armadas y la PNP desbloquearán las carreteras). Por otro lado, la quiebra del turismo en el sur, de los mercados emergentes y de las economías familiares, el ataque a empresas industriales, mineras y fundos agrarios, y la ralentización del comercio en Lima han llevado al Ministerio de Economía y Finanzas a sostener que se han perdido más de S/ 2,150 millones por la violencia.
¿Por qué las vanguardias comunistas persisten en su asedio si el Gobierno se mantiene firme y las instituciones del Estado de derecho prevalecen? El objetivo es que el caos y la sensación de la anarquía lleven a las élites y a grandes sectores de la sociedad peruana a caer en la desesperación y se compren el argumento de que solo el adelanto general de elecciones e incluso la convocatoria de una asamblea constituyente lograrán restablecer la paz y la gobernabilidad del país.
Sin embargo, si el Gobierno, las instituciones tutelares y grandes sectores de la sociedad ceden a las presiones y la estrategia de la violencia insurreccional, el Perú habrá perdido su libertad y habrá ingresado al camino de las turbas y las minorías que solo conducen al camino soviético y los proyectos bolivarianos.
Las vanguardias comunistas entonces están tratando de quebrar la moral republicana para que la desesperación del náufrago nos lleve a aferrarnos al tiburón que nos devorará. Ha sucedido en casi todas las insurrecciones de la historia de la humanidad, en las que minorías se apoderaron de una sociedad e instauraron largas noches totalitarias. Por ejemplo, un sector de historiadores señala que si el Zar Nicolás no se hubiese quebrado en Rusia, nunca habría existido el experimento soviético que costó millones de muertos, pobreza y miseria a la humanidad.
No obstante, las vanguardias comunistas tampoco son de acero, como se pretende presentar ante los sectores republicanos en su afán de quebrar el Estado de derecho e imponer la constituyente. Según diversas informaciones –que se ha recogido en este portal– las vanguardias comunistas y los asesores cubanos y del eje bolivariano comienzan a desesperarse frente a la resistencia de la presidente Dina Boluarte, que prolonga en exceso las oleadas insurreccionales.
La resistencia del Estado de derecho y la quiebra de la economía –sobre todo la del sur– los lleva a considerar el escenario que más aterra a un comunista: un levantamiento popular en contra de las vanguardias colectivistas y los radicalismos, sobre todo en los mercados emergentes del sur del país. Si eso sucede, la movilización anticomunista de las mayorías se convertirá en el nombre y apellido de la resistencia democrática peruana a la estrategia violentista del eje bolivariano, que ha doblegado a las democracias de Bolivia y Chile, por ejemplo.
Por todas estas consideraciones, los sectores democráticos deben discutir todas las opciones para una transición democrática –incluido el tema del adelanto electoral– pero sin renunciar al eje fundamental de cualquier estrategia republicana: la defensa del Estado de derecho cueste lo que cueste.
COMENTARIOS