La censura del ministro de Energía y Minas, Rómu...
Desde que las corrientes comunistas y colectivistas plantearan la propuesta de instalar una asamblea constituyente para crear “una república plurinacional con equidad de género”, en este portal repetimos hasta la saciedad que semejante iniciativa representaba la fractura de la unidad territorial del Perú a favor del expansionismo “panandino” que Bolivia impulsa, levantando entelequias ideológicas y culturales como las de los llamados “pueblos originarios”.
¿Por qué planteamos semejante tesis? Porque crear una “república plurinacional con equidad de género”, en el acto, significaría crear una “república aymara”, con todas las áreas vinculadas al altiplano y, sobre todo, con su propia zona costera en el mar histórico de Miguel Grau. En otras palabras, mediante una argucia ideológica, mediante una estratagema de poder, Bolivia y Evo Morales –el caudillo de un supuesto panandinismo– conseguirían la salida al mar, destruyendo la unidad territorial de la república del Perú.
¿Una sobrerreacción nacionalista? De ninguna manera. La lengua aymara, la lengua cuya gramática fue creada por sacerdotes españoles, es hablada aproximadamente por alrededor de más de dos millones de personas. Cerca de un millón y medio en Bolivia, menos de medio millón en el Perú, y el resto en Chile y Argentina. El peso poblacional de la mayoría de “los soviets de la república aymara”, entonces, recaería en Bolivia. Es decir, se trataría de “un proyecto evista” que le solucionaría la mediterraneidad a Bolivia, una situación en la que Perú no tiene ninguna responsabilidad.
¿Qué hacer frente a la estrategia boliviana panandina, que pretende fracturar la unidad territorial del Perú? El Perú debe implementar todas las medidas que le permite la Constitución Política, desde el estado de emergencia hasta el estado de sitio, con objeto de evitar que se desarrolle un desborde social vinculado a asuntos de la unidad territorial de la república. De eso no hay la menor duda.
Sin embargo, emergen otras posibilidades de respuestas y salidas. Por ejemplo, los puneños y, sobre todo los aymaras, son los ciudadanos más vinculados al capitalismo puro, o lo que un socialista llamaría “capitalismo salvaje”. En Puno todo es compra y venta, todo es comercio, emprendimiento y mercados. Si Hayek resucitara y visitara Puno sostendría que es la sociedad de mercado más perfecta del país, porque el Estado casi no interviene en su desarrollo.
Sin embargo, los puneños suelen votar por las izquierdas antisistemas, y algunos seguidores de Evo y del Movimiento de Acción Socialista de Bolivia se proponen fracturar la unidad del Perú. ¿Cómo entender semejante paradoja? La única respuesta: el Estado central se ha convertido en el peor enemigo del capitalismo popular de los peruanos del sur. El Estado cobra impuestos sin ofrecer servicios y crea miles de sobrerregulaciones y costos que convierten a Lima y al Estado en los peores enemigos de los puneños.
¿Qué hacer frente a semejante situación? Ante la estrategia boliviana que pretende “desperuanizar” el sur, el Gobierno no solo debe restaurar la ley y el orden de acuerdo a la Constitución, sino que tiene que desarrollar un plan de emergencia nacional en Puno y el sur del Perú. Es decir, Lima, el Estado, la sociedad y la política, deben trasladarse a Puno para reformar el Estado desde la propia realidad del sur: desregular el Estado, liberalizar el comercio, construir carreteras, colegios, postas médicas y solucionar en el más breve plazo todos los problemas sociales. En otras palabras, el Perú debe desarrollar la más agresiva estrategia de consolidación de la peruanidad en el sur desde la época de la independencia nacional.
En contra de todos los relatos predominantes en los últimos dos siglos, Puno y el sur del Perú siempre fueron acérrimos defensores del Virreinato. Incluso la mayoría de los ejércitos realistas en las batallas de Ayacucho y Junín estaban compuestos por soldados del Alto Perú. Sin embargo, todo cambió desde la independencia: Lima y el centralismo se convirtieron en los enemigos del sur.
Es hora de cambiar ese capítulo de nuestra historia: el Perú debe trasladarse a Puno y al sur del Perú.
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