La censura del ministro de Energía y Minas, Rómu...
Paradójico que momificado estatismo resucite levantada por un grupo de jóvenes. Los jóvenes dirigentes que organizaron las protestas contra la Ley del Régimen Laboral Juvenil, también conocida como “Ley Pulpín”, han anunciado que marcharán contra la llamada “televisión basura”. Quizá sin ser demasiado consciente, este sector de la juventud, sigue hoy las tradiciones estatistas del siglo pasado creyendo que la solución de cualquier problema en la oferta de servicios debe pasar por empoderar al estado antes que a los consumidores. Es decir, en vez de apostar a la soberanía del ciudadano, del consumidor, estos grupos juveniles exigen que el Estado se convierta en el árbitro de la oferta de servicios televisivos y radiales, como si el Perú no hubiese vivido la triste experiencia velasquista, como si la libertad no estuviese siendo ahogada ahora en Venezuela, Ecuador y Bolivia por políticas parecidas; como si el siglo XX hubiese pasado sin la Guerra Fría y sin el papel del Gran Hermano sobre la libertad en las sociedades de la cortina de hierro. ¿En la sociedad peruana se está produciendo un escenario favorable al estatismo? Una pregunta válida no obstante que se trata de un tema muy sectorial y que, en las sociedades abiertas, tiene diversos manejos y políticas. Pero si analizamos lo que está sucediendo con la nueva ley universitaria que ha creado la Superintendencia Nacional de Educación Universitaria (SUNEDU), un organismo dependiente del ministerio de Educación y del gobierno central, como órgano rector en la solución de la crisis de la universidad, entonces, tenemos que dibujar una enorme interrogante. En el caso de la universidad también se ha optado por empoderar al estado antes que a los consumidores, los estudiantes y padres de familia. Como todos sabemos, hay excelentes y deficientes universidades societarias, asociativas, y públicas, un problema que no podrá ser resuelto por el estado, el principal responsable de la debacle educativa, sino por los estudiantes y padres de familia siempre y cuando cuenten con la suficiente información para saber si los egresados de determinada universidad y facultad tienen demanda en el mercado laboral. Los jóvenes que marcharon contra la ley Pulpín, pues, se inscriben entre las tendencias autoritarias y estatistas que, en los países bolivarianos, establecen una desmedida injerencia del estado en la programación de las radios y televisoras, ahogan la libertad de expresión y debilitan la democracia y la institucionalidad. Todo parece indicar que, de una u otra manera, la desaceleración económica y el pesimismo que ésta genera, crea el espacio favorable para la resurrección del estatismo y los colectivismos. Por ejemplo, los enemigos de la economía de mercado señalan que el frenazo económico se explica por la dependencia del modelo de los precios de los minerales y no por la falta de reformas institucionales en educación, salud e infraestructura que le agreguen competitividad a la economía y aumenten nuestro potencial de crecimiento. La marcha anunciada de los dirigentes pulpines nos podría indicar entonces que, paradójicamente, el momificado estatismo ha regresado liderado por un pequeño sector de la juventud peruana. 25 - Feb - 2015
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