La censura del ministro de Energía y Minas, Rómu...
¿Una nueva mirada a la informalidad?
Durante una visita a Madre de Dios —en compañía de los titulares de Energía y Minas, Ambiente, Salud e Inclusión Social— PPK anunció que se iba a crear una comisión para la formalización minera. A nuestro entender, la voluntad de cambiar el ángulo desde el que se analiza el problema de la informalidad en el país puede ser una de las claves de una nueva administración que se propone avanzar en la formalización.
¿Por qué? Si contemplamos al minero informal con los ojos de la pasada administración nacionalista, que demonizaba al minero artesanal como un simple trasgresor de la ley —o una simple economía ilegal—, entonces la idea de que se necesitaba represión eficaz y bombardeos a los campamentos de los mineros informales puede ser una gran tentación. Al final, todos conocemos el incuestionable fracaso del programa de formalización minera del ex ministro del Ambiente, Manuel Pulgar Vidal, que solo logró formalizar a 207 mineros informales.
Pero si observamos el problema con la perspectiva planteada por don Alberto Benavides de la Quintana, fundador de la minería moderna en el Perú, durante una de sus últimas entrevistas, entenderemos que los mineros informales suman alrededor de 400,000 personas y que, directa o indirectamente, dependen de esta actividad más de un millón de peruanos. Pero eso no es todo. Don Alberto señaló que, en cuanto a producción de oro y cobre, la minería informal movía alrededor de 2,000 millones de dólares. ¿Puede una política estatal desconocer esta realidad económica y social? De ninguna manera. De lo contrario, estaríamos hablando de iniciar una especie de guerra civil en contra de un sector que puede convertirse en una poderosa fuerza antisistema.
Si contemplamos los hechos desde su dimensión social, veremos que detrás del minero informal no hay un delincuente ni un simple trasgresor de la ley, sino un emprendedor que pretende prosperar, como todos los empresarios del Perú y del mundo. También veremos que el minero artesanal de socavón de la sierra y de la costa, generalmente es el dueño de la superficie debajo de la cual el Estado entrega concesiones mineras. Y también entenderemos que el Estado no hizo obra en la provincia, pese a que se llenó de plata durante el reciente boom minero. Ante esa situación el campesino, busca dos opciones: hace su hueco para extraer minerales y participar de la prosperidad que no le llega o se pliega a la prédica antiminera de Marco Arana, Verónika Mendoza y de otros radicales.
Cambiar el lugar desde el cual se observa el problema no es un simple detalle. Es el camino de la solución. Finalmente, hay que recordar que la política nacionalista no formalizó al minero artesanal ni preservó el medio ambiente. Ahora que la nueva administración se plantea objetivos ambiciosos para formalizar el país, ahora que el propio PPK se ha propuesto formalizar al 60% de los trabajadores hacia el 2021, cambiar el lugar desde el cual se observa y se analiza la informalidad es un asunto que, en realidad, define el éxito y el fracaso. Pero no nos damos cuenta de que cuando hablamos de formalizar el país, en realidad, estamos hablando de acabar con la existencia de dos países, de dos sociedades. Una dicotomía que, tarde o temprano, puede terminar con la democracia y el mercado.
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