La censura del ministro de Energía y Minas, Rómu...
Según declaraciones de Fernando Cilloniz a este portal, el Perú tiene el potencial de expandir su frontera agroexportadora en la costa a más de un millón de hectáreas; es decir, tiene el potencial de multiplicar por cuatro las hectáreas en las que hoy se desarrollan las agroexportaciones.
Para entender la magnitud de las cosas vale señalar que el milagro agroexportador del Perú, que sorprende al mundo, en solo dos dos décadas y en apenas 250,000 hectáreas ha incrementado las agroexportaciones de US$ 651 millones a más de US$ 10,000 millones en la actualidad. En otras palabras, en alrededor del 5% de las tierras dedicadas a la agricultura se ha desencadenado el milagro agroexportador de frutas y hortalizas que avanza en los mercados mundiales.
Por las bendiciones de la geografía nacional el agua evaporada en la cuenca del Atlántico no llega a las costas del Pacífico por la barrera natural que crea la Cordillera de los Andes y, de esta manera, la costa se convierte en un desierto que puede ser regado a voluntad, una condición fundamental para los cultivos de agroexportación. De lo contrario la costa peruana sería una selva tropical ecuatorial.
Los diversos proyectos hídricos del país, que represan ríos de la costa, han permitido ganar tierras al desierto y explican las inversiones actuales al sector. Queda claro entonces que el país tiene el potencial de multiplicar por cuatro sus agroexportaciones. ¿Qué significaría semejante proceso económico y social? Es evidente que en el agro nacional surgiría una clase media consolidada y diversos estratos empresariales agroexportadores, entre grandes, medianos y pequeños. Asimismo, estaríamos hablando de más de cuatro millones de empleos formales, entre directos e indirectos. Igualmente, junto al desarrollo de este sector surgiría una industria nacional y un sistema de servicios para proveer máquinas y equipos a la industria agroexportadora.
Por otro lado, se desarrollaría un proceso de reurbanización del país que fortalecería a las ciudades costeras del interior, creando otros polos urbanos bajo la potencia económica de las agroexportaciones. Y finalmente, las investigaciones científicas, biológicas y agrícolas, relanzarían a las universidades peruanas y su calidad académica.
El potencial de la agroexportación, entonces, es infinito, sobre todo porque la economía se diversificaría de tal manera que se abrirían varias vías económicas para acceder al desarrollo: no solo estaría la columna, el pilar, de la minería, sino también la columna agroexportadora.
Por todas estas consideraciones, luego de la absurda e inexplicable derogatoria de la Ley de Promoción Agraria (Ley 27360) por el progresismo nacional, el Ejecutivo y el Congreso están en la obligación de aprobar una nueva ley de promoción agraria que establezca un régimen tributario promocional considerando los riesgos de trabajar con seres vivos (cultivos) y las contingencias climáticas. Igualmente se necesita una norma laboral que establezca un sistema de flexibilidad laboral en los contratos de acuerdo a la estacionalidad de la agricultura: siembra, cosecha y mantenimiento.
Si el Congreso se niega a aprobar una nueva ley de promoción agraria las bancadas legislativas estarían traicionando la lucha contra la pobreza y el objetivo de alcanzar el desarrollo.
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