La censura del ministro de Energía y Minas, Rómu...
Otra vez, economía galardonada y política contra las cuerdas.
Dos noticias absolutamente diferentes, absolutamente encontradas, como si correspondieran a dos países diferentes, han tenido que digerir los peruanos en las últimas horas. Mientras la agencia calificadora de riesgo Moody´s elevaba nuestra calificación crediticia reconociendo la diversificación y las fortalezas de la economía peruana, el ministro del Interior, Daniel Urresti, luego de un rush mediático, en el que apareció como una especie de Rambo de la seguridad ciudadana, aceptaba que tenía un juicio por una supuesta autoría mediata en el asesinato del periodista Hugo Bustíos Saavedra.
La economía con todos los galardones, y el régimen nuevamente contra las cuerdas. La economía notificándonos que, a pesar de los problemas, sigue avanzando, y la política otra vez convertida como el blanco de la reprobación ciudadana. ¿Hasta cuándo?
A pesar de la desaceleración económica y “una baja de precios de las materias primas clave”, Moody’s elevó la calificación crediticia del Perú de Baa2 a A3, la segunda más alta de América Latina, después de Chile, e igual a la de México. El motivo: considera que existen fundadas expectativas de que se acelere el crecimiento de la economía, se fortalezca la posición fiscal y que las reformas planteadas recientemente por el Ejecutivo incrementen la potencial expansión.
Algo más, fundamental: la agencia de riesgo también considera “que la diversificación de los ingresos tributarios del país ha ayudado a sostener la salud fiscal”. Moody´s reconoce que nuestra economía se ha diversificado y complejizado no obstante quienes sostienen que solo dependemos de la exportación de minerales. Es decir, otra vez la economía y otra vez desde el exterior provienen las noticias que nos ayudan a mantener en alto las banderas del optimismo.
Cualquier observador extranjero, ya sea del mundo académico o político, no entendería cómo es posible que estas dos noticias se produzcan en el mismo país, sobre todo, considerando que, en una democracia con economía de mercado, la política y la economía son dos cuerpos con demasiadas conexiones y vasos comunicantes. Los sociólogos del país se resisten a plantearnos una explicación de este fenómeno. Democracia y mercado, pero sin partidos, con desprestigio institucional y, peor todavía, con pésima política.
A veces sentimos que esta bipolaridad entre la política y la economía es adrede de parte del régimen nacionalista. El señor Urresti ha informado que el jefe de Estado sabía del juicio que afrontaba en el Poder Judicial, ¿a nadie se le ocurrió que semejante hecho se iba a convertir en un escándalo que, posiblemente, termine con la dimisión del sexto ministro del Interior de la actual administración? Pero no solo es el caso Urresti. Días antes, cuando el gobierno lanzaba el paquete reactivador de la economía que era respaldado por la mayoría del país, el Congreso aprobaba una ley universitaria intervencionista, estatista, que volvía a desatar una polarización extrema en el país.
Otra vez la pregunta: ¿Cómo entender todo esto? Una hipótesis de trabajo es que el mundo emergente que ha surgido en las últimas décadas en base a los mercados populares y el empuje de los empresarios informales, y que ha crecido en abierta lucha contra el estado oficial, es tan potente, tan poderoso, que, en realidad, es la única fuente de explicación del curso del país. Si el régimen nacionalista ha encarpetado cualquier iniciativa estatista autoritaria es porque un sistema de control de precios en el Perú desataría verdaderas insurrecciones de los mercados populares. En todo caso, seguimos con la pregunta a todos nuestros analistas políticos que le gusta doctorearse: ¿Cómo avanzamos al cuarto proceso electoral ininterrumpido y a medio siglo de economía abierta sin partidos y con la peor política del continente?
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