La censura del ministro de Energía y Minas, Rómu...
El mayor desafío es proponer el camino de las grandes reformas. Luego de la reestructuración del Gabinete Jara con el alejamiento de los ministros polarizantes se ha abierto un interesante espacio en la arena pública para recuperar la necesaria gobernabilidad de las instituciones y desarrollar el accionar de los actores que afinan sus estrategias hacia el 2016. Sin embargo no vale caer en la ingenuidad. Ni bien se produjo el recambio ministerial, el Presidente Humala volvió a reavivar los enfrentamientos. Por otro lado, de una u otra manera, es evidente que se ha intentado utilizar el espionaje a favor de Chile para crear cortinas de humo y esconder los verdaderos problemas. El panorama, pues, no es prometedor, pero el deber de los demócratas es proponer un camino. No debemos permitir que el ruido político entremezcle la gobernabilidad con las estrategias electorales, tal como sucedió con la ley del Régimen Laboral Juvenil, cuando los candidatos apostaron por el perfil de campaña antes que por una visión de país. El gobierno, por su lado, también hizo gala de una descomunal incoherencia. Luego de promover la llamada “Ley Pulpín”, propuso aumentar la Remuneración Mínima Vital, una medida que incrementaría significativamente la ya altísima informalidad. ¿Qué hacemos para que el gobierno y la oposición democrática recuperen coherencia y predictibilidad? Los juegos y ensayos de guerra deben terminar porque el Perú ha entrado a un proceso de franca desaceleración económica. La expansión de la economía al 2014 solo fue del 2.34% del PBI no obstante que a inicios de año se proyectó un crecimiento del 6%. La inversión privada se desplomó como nunca. Y el milagro económico peruano que había sorprendido al mundo con sus niveles asombrosos de crecimiento y reducción de pobreza empezó a convertirse en un enorme signo de interrogación. Por todas estas consideraciones, el futuro político del país no solo recae en el gobierno sino también en la oposición. Si los principales candidatos ingresan a una frenética carrera de ofertas populistas y de negación de las reformas necesarias para que el enfrente el frenazo económico, el 2016 se transformará en un difícil escenario para el nuevo jefe de estado elegido en las urnas. Si las estrategias electorales imponen las relaciones entre el gobierno y la oposición, entonces el primitivismo del país será incuestionable. Tirios y troyanos considerarán que la historia termina o empieza con ellos, que no hay una continuidad de estado y sociedad en función de erradicar la pobreza que todavía se mantiene en un 23% de la población. Las democracias saludables no solo se caracterizan por tener un buen gobierno sino también una buena oposición. En el Perú ya está demostrado que la primera fuente de ingobernabilidad, de desaceleración económica y de deterioro institucional es el régimen nacionalista. Ya no hay duda de eso, pero la oposición tiene el reto de demostrar que es superior a la triste administración de Palacio que le ha tocado a los peruanos. El país necesita enfrentar la crisis de inseguridad ciudadana, requiere una audaz reforma laboral que enfrente los altos niveles de informalidad, demanda una lucha frontal contra la tramitología y en avanzar en resolver los tremendos déficits de infraestructura que se calculan en US$ 88,000 millones. ¿Existirá la grandeza suficiente para acometer la solución de estos problemas y desarrollar el cronograma electoral? 23 - Feb - 2015
COMENTARIOS