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Sobre las críticas de la izquierda al modelo económico y social
En su afán de conseguir un lugar en la historia, en el espacio público esquivo, la izquierda suele señalar que la democracia que se ha mantenido durante los gobiernos de Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala, representa al “modelo fujimorista que nadie se atreve a tocar”. Para fundamentar semejante tesis se sostiene que el “salvaje neoliberalismo” anula la presencia del estado y la existencia de los partidos políticos. Es decir, “el modelo” es incompatible con un estado fuerte y sistemas de intermediación autónomos en la sociedad.
Lo paradójico de este juego de artificios es que el propio fujimorismo también se distancia del “modelo”: Keiko Fujimori ha apoyado la administración de Petroperú en Lote 192 y suele flagelar con dureza los errores empresariales. Dos signos claros de hacer guiños al espacio de la centro izquierda.
En primer lugar, al César lo que es del César. El Fujimorato demolió el estado empresario de tufo soviético y desreguló la economía luego de que los gobiernos democráticos de los ochenta renunciaran a tocarle un pelo al estatismo. Pero con el retorno de la democracia y la experiencia democrática de tres gobiernos constitucionales sin interrupciones, ladrillo a ladrillo, el modelo económico, político y social, adquirió las características de una sociedad abierta.
Tres elecciones sucesivas y una cuarta en marcha, conflictos entre el Ejecutivo y el Legislativo que culminan de acuerdo a los mandatos constitucionales, el desarrollo de una prensa irreverente, quizá una de las más independientes del continente; y la reducción de la pobreza a solo un quinto de la población, ¿pueden atribuirse a un “modelo fujimorista”? Suena a locura y a la clara intención de la izquierda de hallar un lugar en los debates intelectuales.
El gran problema de la zurda política e intelectual es que no encuentra manera de explicar la continuidad de la democracia no obstante que los partidos han fracasado, las instituciones carecen de aprobación y, en general, el espacio público es sinónimo de desacreditación. A nuestro entender la única razón de la persistencia democrática tiene que ver con la impresionante reducción de pobreza del 60% de la población a solo 22% que ha generado la economía de mercado; el modelo que la izquierda pretende negar. Si la izquierda reconociera semejante verdad decretaría su absoluta, incuestionable, bancarrota intelectual. Decenas de tesis y libros no tendrían sentido.
En la medida que el crecimiento, la reducción de pobreza, y la ampliación del bienestar, se desarrollaron, principalmente, en democracia, la mayoría de ciudadanos hoy asocia la propia democracia con el mercado, con el crecimiento y, de alguna manera, ha asumido una tendencia conservadora en el sentido de mantener los avances económicos y sociales. Ahora bien, nadie puede afirmar que en el Perú todo funciona. También sonaría a locura.
Durante los tres gobiernos democráticos post Fujimori el piloto automático y la indolencia impidieron organizar y construir un estado que expresara el nuevo orden social que emergía con el impresionante crecimiento. La desaceleración de la economía, el bloqueo de inversiones, la creciente informalidad, el desborde de la criminalidad y de la autoridad del estado, son los resultados naturales de un armatoste estatal que sigue actuando como en los siglos XIX y XX. Pero semejantes yerros no son atributos de ningún modelo. Representan el resultado de la incapacidad de la democracia de crear un nuevo sistema estatal.
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