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En cualquier escenario, la opción democrática lleva ventaja
El lanzamiento de la candidatura de Luis Castañeda y los diversos rumores sobre supuestas conversaciones entre Solidaridad Nacional y el Apra nos indican que, al margen de la veracidad o no de estas versiones, las elecciones de Lima siempre serán las más politizadas de las justas sub-nacionales. De otro lado, Alejandro Toledo y Perú Posible, las bases nacionalistas, el Frente Amplio y los diversos radicalismos que van desde Patria Roja hasta los movimientos anti-mineros, han decidido respaldar la reelección de Susana Villarán, como confirmando que los comicios en la capital antes que vecinales son esencialmente políticos.
Si funciona la polarización que pretenden desarrollar los muchachos de Villarán, entonces, podríamos asistir a una típica elección entre un espacio de centro derecha y otro de centro izquierda. Aunque parezca mentira, esta estrategia a la larga terminaría favoreciendo a Castañeda, porque algunos de los animadores de la convergencia de centro izquierda despiertan más que sospechas con respecto a su compromiso con la democracia y el mercado. Los militantes del Frente Amplio, Patria Roja y Tierra y Libertad han aparecido defendiendo al régimen autoritario de Nicolás Maduro en Venezuela y han sido las puntas de lanzas en el bloqueo de grandes inversiones mineras, una de las causas de la actual desaceleración del país.
Digamos que la única estrategia que le permitiría a doña Susana polarizar con Castañeda y, por lo tanto, convertirse en la aglutinadora del voto anti- Solidaridad Nacional es una navaja de doble filo: es la única opción de superar el 82% del rechazo ciudadano, pero también podría distanciarla del electorado limeño que, en su gran mayoría, siempre ha apostado por la continuidad democrática, el mercado y las inversiones como los motores del crecimiento.
Para tener un margen de maniobra más amplio, pues, la convergencia que apoya a Villarán tendría que alejarse de todos los radicalismos y presentar una clara imagen de izquierda democrática, pero, a estas alturas, resulta bastante complicado.
Ante Susana Villarán, Castañeda tiene un espacio enorme para maniobrar. Ya sea en el escenario de unas elecciones estrictamente vecinales, en el que la comparación de ambas gestiones favorece al ex alcalde, o en otro, absolutamente politizado, donde el solidario puede encabezar una opción más democrática. Cualquiera sea el ángulo con que uno se aproxime es fácil encontrar los talones de Aquiles de Villarán, de modo que no sería nada extraño que Salvador Heresi, Felipe Castillo o Fernán Altuve terminen encabezando el voto alternativo a Castañeda.
Ahora bien, en política las cosas no están definidas hasta que empieza el partido. Dependerá de cómo los actores de esta contienda aprovechen sus ventajas estratégicas y apunten correctamente a la línea de flotación del adversario.
Un elemento más. No sería nada extraño tampoco que el Apra, el fujimorismo y el nacionalismo terminen desistiendo de participar en las elecciones limeñas, precisamente porque entienden la enorme carga política de estas justas. El triunfo de un espacio de centro derecha significaría una clara confirmación de que el país, no obstante los problemas políticos, institucionales, y la evidente desaceleración económica, sigue porfiando en el camino de la democracia y el mercado que le ha permitido crecer y derrotar la pobreza como nunca antes en su historia.
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