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Los procesos sociales tienen una sabiduría general que es difícil alcanzar o predecir por la razón. Ni siquiera las mentes más geniales pueden prever la evolución de los acontecimientos sociales, en los que se entrecruzan las acciones de instituciones, individuos y conflictos, a través de millones de actores. Algo de eso ha sucedido con el desastre nacional del Gobierno de Pedro Castillo, Perú Libre y el Movimiento por la Amnistía de Derechos Fundamentales (MOVADEF).
Quizá para entender lo que pretendemos señalar vale preguntar lo siguiente: ¿Qué estaría sucediendo si Castillo hubiese sido vacado a fines del año pasado, a pocos meses de iniciar su gestión? Una de las primeras respuestas tendría que ser que la marcha convocada por el Movadef, a través de los prefectos y subprefectos regionales para el pasado 26 de julio, con el objeto de cerrar el Congreso, incuestionablemente habría sido un éxito de masas. En otras palabras, de acuerdo a las tradiciones tácticas del comunismo, hoy el Perú enfrentaría una contraofensiva revolucionaria de masas a semejanza de los procesos en Ecuador y Bolivia. El motivo: el derrocamiento del nuevo Allende andino, “el derrocamiento de un indígena que no pudo gobernar en una oligarquía de blancos”.
La contraofensiva comunista entonces habría tenido un componente racial, una especie de fascismo andino, cobrizo.
Una siguiente pregunta entonces sería: ¿Cómo se hubiese resistido semejante ofensiva? Si las bancadas de oposición se dividen alegremente en el Congreso, arriesgando la mesa directiva frente al colectivismo, ¿con qué partidos, frentes o movimientos, se podría haber frenado una eventual ofensiva de las masas en defensa de su Allende andino? A lo mejor, pues, una temprana vacancia de Castillo habría producido todas las adversidades habidas y por haber para quienes pretenden defender la Constitución y las libertades.
La continuidad de Castillo, Perú Libre y el Movadef en el poder, entonces, comienza a derrumbar el proyecto comunista y colectivista en el Perú en el largo plazo. En el argot comunista se suele señalar que está produciendo una derrota estratégica; es decir, de largo plazo. En otras palabras, el sistema republicano podría curarse del comunismo por varias décadas, tal como sucedió con los países independizados de la ex Unión Soviética.
Según las grandes tradiciones conservadoras y liberales, el conocimiento de la realidad solo es una posibilidad, una aproximación. La sabiduría social se expresa a través de la evolución silenciosa de las instituciones y la acción de los actores mediante evoluciones que ningún genio puede predecir. En este contexto, el sistema republicano, de una u otra manera –a pesar de la destrucción institucional desatada por el vizcarrismo– ha funcionado. La acción de las instituciones ha posibilitado dejar en claro las miserias del Gobierno de Castillo, las incapacidades superlativas, la corrupción generalizada y la destrucción institucional y económica del país.
Si hoy algunas corrientes progresistas creen que es posible volver a asaltar al poder sin presentar programas ni formar partidos –como corresponde a cualquier sociedad democrática–, no obstante que todos los relatos que ellos promovieron en las últimas tres décadas encumbraron a Castillo, solo es posible porque los partidos de la centro derecha y las corrientes democráticas no gestan una alternativa.
Cuando hoy queda claro que las corrientes comunistas y progresistas han organizado la actual destrucción nacional, cuando estos sectores huelen a formol por las miserias mostradas –a tal extremo de promover la elección del peruano menos capacitado para ejercer la jefatura de Estado– el principal problema del país es la ausencia de una alternativa.
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