Cecilia Bákula
Vender sebo de culebra
Los medios de comunicación solo confunden a la población
En los días recientes hemos sido testigos de lo que ha sucedido en países vecinos muy cercanos. Y ello implica no solo una mayor capacidad de asombro y sufrimiento por los acontecimientos, sino una mayor preocupación por la manera como, bajo caretas distintas, se va generando reacciones masivas extremas y peligrosas en nuestra región.
Lo que más me ha sorprendido es comprobar cómo en estos días, muchos de nuestros medios de comunicación se han deleitado no en informar, sino en interpretar esos acontecimientos. Y creo no exagerar, hasta han llegado a “vaticinar”, no con poco tono festivo y terriblemente irresponsable, que eso podría suceder en el Perú, que las condiciones están dadas, que es una “primavera” democrática, que es la opción alegre de ver el futuro. Y no dudan en promover, convocar o, cuando menos, saludar esas posibles convocatorias.
No dudo que manifestaciones colectivas tan multitudinarias pueden ser vistas como una “sana reacción” y como una expresión del sentir de muchos, de ellos. Pero no se trata de promover la acción de la oclocracia, sino sostener, defender y promover el sistema democrático serio y constitucional, en donde el pueblo encuentra sus mecanismos de participación.
Estamos llegando a niveles muy peligrosos de confusión. Cada día leemos y escuchamos a quienes, sintiéndose dueños de la verdad, opinan más que informan y, lamentablemente, confunden a la población. Más allá de antojadizas interpretaciones, cada día escuchamos más y más las palabras democracia, democrático, anticorrupción. Y por repetirlas tanto en contextos equivocados, se corre el riesgo de vender sebo de culebra, de hacer creer a la población, por ejemplo, que la nuestra es un actualmente una democracia, que de verdad y con contundencia se lucha contra la corrupción, que la objetividad ha primado en las decisiones de muchos magistrados y jueces. Y así se va creando la percepción de una realidad irreal, altamente peligrosa.
Algunos medios de comunicación no se han percatado de que nadie los ha encumbrado como artífices de la conciencia nacional, y que no pueden promover interpretaciones de odio, de error y de desinformación que dañan a toda una nación. Tampoco parece que se hayan dado cuenta de que por mucho que distraigan a un sector, por mayoritario que ahora sea, no se podrá ocultar luego la realidad de su irresponsabilidad, de su conducta cómplice y de interesada convicción momentánea. Pues si hay algo poco duradero y frágil es el “favor popular” cuando este no se sustenta en principios que van más allá de los intereses mezquinos y crematísticos.
Son muchos medios de comunicación los grandes responsables de la pérdida de valores de nuestra sociedad. Han denostado honras, han vendido opiniones, han destruido verdades y han impuesto algunos absolutos que nos van llevando en sentido contrario de la historia y del progreso. Pero si ahora se sienten triunfadores, deben saber que será ese mismo pueblo que ahora es engañado, el que una vez que sea bien informado los va a destruir, y no habrá lugar para que se oculten, porque ni las madrigueras podrán albergarlos. Cuánta tinta se ha utilizado en difundir mentiras, en quebrar vidas, reputaciones, proyectos, para hincarse ante lo errado, aun en contra de los altos intereses del país. Y así, se han permitido ensalzar hechos luctuosos, promover reacciones civiles en nuestro medio, como si pudiéramos, por simple copia, solucionar nuestras dificultades.
El Perú necesita orden, verdad y que, en conjunto, pongamos en práctica la verdadera democracia, la justa y oportuna justicia, la transparencia y el actuar honrado y comprometido, el digno acceso al trabajo con equidad de remuneración. Que dejemos de pensar que el Perú es Lima y que podamos voltear los ojos a millones de compatriotas que esperan aún que les llegue la salud, la educación, la infraestructura mínima, el acceso a los mercados para sus productos y oficios. Y mientras ellos esperan, muchos medios de comunicación crean, en su propio beneficio, una visión trasnochada y falsa de nuestra realidad.
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