Manuel Gago
Valorando el mantenimiento preventivo de la Vía Expresa
Reparar antes del colapso total
Quien adquiere un vehículo nuevo se ve prácticamente acosado por la misma máquina, equipada con un computador encargado de monitorear su funcionamiento. Luces y sonidos alertan sobre los próximos mantenimientos. De igual forma, el vendedor, cumpliendo con su responsabilidad de postventa, advierte al cliente sobre estos mismos aspectos. Por tanto, los mantenimientos preventivos son hechos conocidos.
En cuanto al mantenimiento programado por la Municipalidad de Lima para la Vía Expresa, existen críticas. Incluso se llega a decir: “si algo no está roto, ¿para qué repararlo?”. Sin embargo, es pertinente señalar hechos concretos. En la Carretera Central, los puentes Anchi 1, Anchi 2 y Huallatupe fueron reforzados —apuntalados con gatos hidráulicos— antes de que su colapso los destruyera por completo. Si las estructuras hubieran cedido, se habría interrumpido el transporte de alimentos, combustibles, personas y productos agrícolas por un tiempo indeterminado, y lo que es peor, se habrían producido muertes y heridos en el momento de su desplome.
En cualquier industria, ya sea grande o pequeña, las políticas y planes de mantenimiento programado son una prioridad para evitar colapsos inesperados que multiplican y encarecen los daños. Los mantenimientos preventivos evitan paradas intempestivas de las herramientas de producción. Equipos, maquinarias, instalaciones, vías de acceso, espacios recreativos, entre otros, deben ser mantenidos para su mejor aprovechamiento. Las líneas de producción no pueden detenerse por la rotura de una pieza de maquinaria, la interrupción de una vía por malas condiciones o la falta de insumos debido a fallas de almacenamiento. La prevención permite mantener en funcionamiento tanto las máquinas productivas como la infraestructura de las ciudades.
Los ingenieros de Emape seguramente tienen identificadas las fallas, tanto previstas como imprevistas, de la Vía Expresa, con el fin de prevenir interrupciones prolongadas en la vía, pero, sobre todo, para evitar mayores daños materiales y humanos.
Las maquinarias, equipos y sistemas tienen una vida útil. Con el tiempo, su rendimiento disminuye debido al desgaste. Las tareas de mantenimiento preservan esa vida útil y evitan colapsos, ya sea por desgaste, ausencia o mal mantenimiento, o por la intervención de factores externos destructivos. Tanto en las plantas productivas como en la ciudad y las viviendas, el historial de los equipos permite planificar las tareas de mantenimiento con mayor precisión; es decir, ni demasiado pronto (para no encarecer los costos), ni demasiado tarde (para no desechar lo que aún podría repararse).
La Municipalidad de Lima no realiza el mantenimiento de la principal vía de la ciudad de manera arbitraria o por capricho, ni porque sobre el presupuesto, ni con la intención de incomodar a la ciudadanía. Es más rentable reparar los daños cuando comienzan a manifestarse. Una pequeña fisura —imperceptible para el ciudadano común, provocada por temblores, cambios de temperatura o vibraciones causadas por el tránsito vehicular— puede causar la destrucción total de muros. Una grieta pequeña puede convertirse en un hoyo profundo. La estructura de un puente, que aparentemente está operativo, puede colapsar si el daño no se detecta a tiempo y si las medidas correctivas no son las adecuadas.
Por lo tanto, los mantenimientos no son un capricho de un jefe o un alcalde, sino el resultado de una serie de eventos, previsibles e imprevisibles, que deben ser considerados. Como ingeniero, formado en la mina de Toquepala (Tacna), aprendí dos tareas fundamentales para la vida cotidiana: la primera es la seguridad, que previene accidentes —pues casi todos los accidentes son causados por intervención humana— y la segunda es el mantenimiento, que evita destrozos posteriores que podrían haberse previsto.
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