Manuel Gago
Socialistas avanzan por parálisis de capitalistas
Tibieza e indiferencia abonan al avance de la izquierda
Peter Drucker –el llamado padre de la administración moderna–, está hoy más vigente, en estos días de la CADE 2023 realizada en Urubamba (Cusco). Pero que los empresarios se trasladen al interior por unas horas no significa que son parte de ese interior. ¿Se reúnen lejos de Lima para simular conexión con la realidad? Veamos.
“La bancarrota moral, política y económica del marxismo y el colapso de los regímenes comunistas no fueron el fin de la historia”, escribió Drucker poco después de la caída del Muro de Berlín, en 1989. Se anticipó a la historia. Desde entonces, con el Foro de Sao Paulo, no otra cosa que una internacional comunista, la batalla cultural desatada origina nuevos regímenes autoritarios de izquierda (Venezuela y Nicaragua) y gobiernos con ganas de parecerse (Argentina, Chile, Colombia y Perú).
Los simples comunicados de los gremios empresariales contra la ofensiva anticapitalista no surten efecto. Peor todavía, si permanecen callados frente a deliberados ataques a las libertades políticas y personales. Más de uno habrá pensado acomodarse con Pedro Castillo y ver qué pasa, esperando que otro encienda la mecha opositora. Y así como la delincuencia tiene tasada a la población y a su antojo roba, asalta, extorsiona y mata, así también el perfil del empresario peruano es conocido por los comunistas.
Sin mayor oposición fue derogada la Ley de Promoción Agraria, se destruyó el sistema de pensiones, tienen éxito las campañas contra la industria alimentaria, se aprueban leyes mercantilistas y los ataques terroristas a la minería se multiplican. Los socialistas avanzan por la parálisis de los capitalistas. ¿De qué sirvió la reducción de la pobreza de la población –de 60% a 20% de la población– gracias al Capítulo Económico de la Constitución de 1993, si no fue exaltada como la gran victoria de la inversión privada, el libre mercado y el desplazamiento del estatismo velasquista?
“Las mismas fuerzas que destruyeron al marxismo como sistema social están volviendo obsoleto al capitalismo. La nueva sociedad estará dividida entre valores y entre gerentes e intelectuales”, vaticinó Drucker sin equivocarse. Por estrategias bien pensadas los espacios públicos e instituciones educativas están bajo el control de comunistas y progresistas. Ellos organizan gremios y redes de periodistas, escritores y artistas; hasta inventan héroes para usarlos como íconos de lucha, entre ellos Inti, Bryan y Máxima Acuña. Sus libros, películas, obras de teatro y conferencias son subvencionados por el Estado a costa de la pobreza e ignorancia de las mayorías.
Las ganancias millonarias del modelo mafioso de las constructoras brasileñas sirvieron en gran medida para ello. Contrariamente, sus opositores libertarios persisten sin apoyo de ese empresariado mercantilista y bobo, huérfanos de apoyo contundente, decidido y comprometido.
En este mundo de alta competitividad, de decisiones rápidas y certeras, el empresariado no puede reaccionar tarde y equivocadamente, menos ponerse de espaldas a la realidad. Las primeras extorsiones no tuvieron la respuesta debida: ni la autoridad ni las constructoras asaltadas por extorsionadores de hace 20 años detuvieron el mal; por el contrario, agravaron el problema. Cada inversionista se apañó como pudo, cediendo, pagando, entregando puestos de trabajo. Cobardía pura.
En esta era del conocimiento –de la organización como instrumento de desarrollo, de resultados, toma de decisiones, especialización de labores, trato horizontal y de ¡la cuarta revolución industrial!– persisten procederes destinados a detener en lugar de avanzar, someter en lugar de liberar, acosar en lugar de alentar. Es la típica función de los fiscalizadores municipales, con la complacencia de alcaldes paradójicamente elegidos en gran parte por una sufrida derecha popular. Tibieza e indiferencia abonan el deterioro del progreso.
La responsabilidad social es una tarea urgente. El capital, la inventiva, el riesgo y la motivación individual que caracterizan a los emprendedores no pueden sobrevivir en sociedades menesterosas. “Los impactos sociales”, de los que Drucker se ocupa, merecen la atención de los empresarios; su supervivencia dependería de ellos. Y son ideas con más de 50 años de antigüedad.
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