Sí, más y mejor transporte público

Sistema integrado es la mejor solución al grave problema

El filósofo griego Platón decía que el Estado surge por la incapacidad del individuo de autoabastecerse, que el Estado próspero es aquel en el que cada individuo realiza las tareas para las que está mejor capacitado y que la justicia consiste en que cada uno haga lo que le corresponde hacer. Siguiendo esos pensamientos, las autoridades están obligadas, por justicia, a resolver de manera oportuna y eficaz los problemas. Y uno de los mayores desafíos en Lima y el país es solucionar el congestionamiento vehicular.

No hay peor ciego que aquel que no quiere ver. El predominio de los vehículos particulares y de conductores indisciplinados y egoístas son las causas sustanciales de esos congestionamientos vehiculares. El transporte público integrado (autobús - metro - tren de cercanías) es la respuesta al grave problema, y en ello debe enfocarse la autoridad. La esencia de la solución no está solo en la construcción de túneles, carriles y ciclovías, sino en implementar sistemas de transporte público de alta calidad. No se puede seguir siendo elitista frente al crecimiento demográfico y la expansión urbana. No se puede privilegiar al transporte privado sabiendo que el 80% de la población limeña utiliza transporte público y solo el 7.6% utiliza transporte privado para movilizarse.

El caos vehicular ha cambiado la imagen de las ciudades y el comportamiento y las costumbres de la población. Ya no hay tiempo para la familia, amigos y entretenimiento por estar atrapados en las calles, en medio del bullicio y la polución. La enorme cantidad de vehículos privados producen contaminación sonora y emiten gases contaminantes que afectan a los pulmones y vías respiratorias, y según la OMS, estas afecciones son las principales causas de muerte. Todos esos vehículos invaden los espacios públicos (por el déficit de estacionamientos) y son la mayor fuente de accidentes, horas-hombre desperdiciadas e impactos directos contra la economía, de diversas maneras.

Los vehículos privados se han convertido en productos de consumo masivo. Para unos es un instrumento de trabajo, y para muchos es señal de mejoría económica, estatus y peldaños por encima del resto. Todavía sobrevive un coloniaje mental, una alienación que impide el establecimiento de más transporte público. La solución es evitar que más vehículos privados ocupen las vías públicas.

Lamentablemente quienes ocupan zonas residenciales creen que sus “territorios” son intangibles —inalienables, intocables— por donde no puede transitar ninguna persona del “pueblo”. Recordemos las maldiciones proferidas por un grupo de vecinas de San Borja contra el ex ministro de salud Óscar Ugarte cuando se decidió construir el Instituto Nacional de Salud del Niño. Contrario a lo que creían, ese instituto ha mejorado la zona, que no ha sido tomada por la “chusma”, a quienes desprecian. Lo mismo sucede con el transporte público. Se cree que es exclusivo para las masas, para el populacho y, por lo tanto, su ingreso está prohibido a esas zonas residenciales, donde se pueden exhibir lujos pero no hálitos de colectividad, sensatez y cooperación.

Llama la atención que el alcalde de La Molina, Juan Carlos Zurek, se oponga a la ruta alimentadora que pasará por su distrito y le pida a la población que respalde su iniciativa. Raro. Por justicia —según Platón— el alcalde de La Molina, que aspira a ser alcalde de Lima, debe resolver el caos vehicular mirando al transporte público como la mejor solución. En un comunicado, el alcalde “rechaza la decisión inconsulta de la Municipalidad de Lima de implementar la ruta Nº 258, que involucra paso de buses por zonas residenciales”. Dice además que la decisión es “antitécnica y peligrosa para nuestros vecinos”. Se equivoca. Simpatías más o menos por su zona residencial, no quitarán el malhumor y la impaciencia de los que sufren las consecuencias de ese desorden. Y quienes sufren somos todos los limeños.

Manuel Gago