Pro drogas o católico: ambas cosas es imposible

El ser humano tiene libertad para elegir el mal.
Pero primero deberá saber qué es el mal, y no
deberá confundirlo con la libertad individual.

Parece que las generaciones actuales han acomodado la religión a sus gustos y hobbies. La han convertido en una simple etiqueta, algo a lo cual adherirse por mero compromiso, obviando la estricta y justa razón por la cual nos volvemos católicos y somos fieles a Dios y a sus principios.

En la religión encontramos el compromiso inexorable del amor debido a Dios, entendemos y sabemos que sus principios nos guardan del peligro del mundo, al cual –por naturaleza carnal– estamos sometidos, desdichadamente. A menudo suelo ver cómo ha disminuido la rectitud del sano juicio en favor de la trascendencia espiritual; se ha reducido al hombre a mero instrumento de los deseos pasionales y muchas veces esclavo de la irracionalidad.

Siendo esto una realidad innegable, me niego rotundamente a colaborar con un pensamiento relativista. toda vez que se hace referencia a la "libertad individual" como aval para lo pernicioso. ¿Es acaso válido tergiversar el sentido de la libertad individual? ¿Debe ser aceptado el libertinaje en todos sus extremos? ¿Debe el concepto de libertad ser tomado tendenciosamente para favorecer leyes? ¿Es acaso loable estar a favor del libre consumo de drogas en la sociedad, aún sabiendo que es un mal innegable para cuanto sujeto haya tenido la desdicha de caer en esta cruel adicción? Amerita todo esto una aguda y crítica reflexión.

Me niego a pensar que la caridad humana hacia el hombre radica en impulsar y permitir su propia destrucción en función a un sentimiento egoísta; y de sentirse altruista y especial siendo tolerante con lo malo a fin de lucir, en formas, o diplomáticamente como un buen ser humano. Aunque el mundo nos exija relativizarlo todo, es nuestro deber moral ponerle una traba a todo aquello que de algún modo nos oprima al punto de degradarnos, renunciando a la virtud de elegir una Libertad cuya gracia se vea reflejada en el amor y en el verdadero respeto al prójimo.

"Yo te respeto cuando veo en ti dignidad". Es normal tener un deseo incesante de buscar el bien para los demás, no lo contrario. La identidad del cristiano real es el amor, y parte de la premisa universal de amarse unos a otros como Cristo nos amó. Bajo esa perspectiva, discierno y comprendo cuán cruel sería otorgar con mi silencio a un individuo digno el permiso social para que se destruya, en nombre de la libertad. Una libertad tergiversada y manipulada al antojo de las partes.

Desde una perspectiva cristiana, el amor se concibe como una fuente inagotable, una llama infinita, un don de Dios, pues se dona sin límites ni reservas, y se encuentra la trascendencia en la verdad, en el sacrificio y en la bondad. Estar a favor de legalizar las drogas y callar siendo cristianos es asesinar la verdad con el silencio, es traicionar –por lo descabellado las leyes– a nuestro padre celestial. Y más cruel aún, es profesarlo como dogma de bondad, haciendo referencia a una palabra que solo tiene sensatez si proviene de los términos cristianos.

Libertad es una palabra noble que ha encontrado su perdición y tergiversación en los labios equivocados. Y considero un deber íntimamente cristiano manifestarme al respecto. ¿Quién soy yo para recuperar el sentido de esa palabra? Pero sí puedo colaborar.