Hugo Neira

Pensar el fútbol

A propósito de Gareca y la selección peruana de fútbol

Pensar el fútbol
Hugo Neira
24 de julio del 2022


Ricardo Gareca se despide del Perú. Ese adiós ha conmovido a los diarios y la televisión del país. Según algunos, era algo que se venía venir. Vivimos una época en que se ha vuelto pequeño el mundo nuestro. Porque la tecnología reduce las distancias, podemos ver y escuchar más allá de las fronteras. Yo no estoy en estos días en el Perú sino en el exterior, y me llega la noticia de lo que ocurre en Lima. El técnico Ricardo Gareca, el “Tigre” se despide, el argentino, el director experimentado que logró dos clasificatorias mundialistas y el regreso de la Bicolor a una Copa del Mundo luego de 36 años de ausencia.

En efecto, el mismo Gareca se despide de 7 años de trabajo que modificó el fútbol peruano. Él lo ha dicho en estos días, “cuando llegué había equipos más competitivos, me parece, estaban Roberto Palacios, Renzo Sheput y Carlos Lobatón.” Eso es su recuerdo, de cuando estuvo como entrenador del Universitario de Lima, en el 2008. Entonces, “en la U me tocó dirigir a jugadores de mucho nivel”, nos ha dicho. Sin embargo, “había un estancamiento, y se necesitaba reestructurar. Y a la vez, era necesario algo elemental, o sea, que los jugadores fueran resurgiendo, y en zonas del interior del país, debe tener talentos importantes, el fútbol peruano necesitaba una evolución”. Para Gareca era preciso una lista de 24 jugadores.

Por mi parte, he pasado horas en la TV y me he quedado atónito. Algo que provoca esta nota. Lo que ha dicho son explicaciones racionales y que todo el mundo puede entender. Gareca impresionaba por su sinceridad y a la vez su sentido de la realidad (peruana). Tanto que un diario había titulado el año de la clasificación a Rusia “con el chip mundialista”. Lo que pasaba es que había que ponerse a pensar en el equipo, en la responsabilidad que cargaba sobre sus hombros. ¿Qué selección peruana enfrentará el reto olímpico? Con Gareca, la afición popular tuvo sus momentos de decepción, no contaba tanto como pensaba. Es otra manera la suya. Al punto que un periodista de Exitosa (Jorge Rojas Orillo) ha dicho, en mayo de 2018, “después de escuchar a Ricardo Gareca en la conferencia de prensa, solo nos queda pensar y reflexionar en frío”. Me llamó la atención entonces, ¿reflexionar en frío, en el Perú?

Sí pues, algo pasaba. Ahora bien, lo tradicional, la costumbre es que los estadios están para todo tipo de deporte, pero en especial para nosotros, el fútbol es el lugar de las emociones, las barras bravas, como ya lo dije en una columna pasada, el lugar de las pasiones, con un gran parecido a la multitud que manifiesta por algún partido, masas que obedecen a alguna ideología, a una fe, o en contra de algo, gobierno, Estado, que tampoco razonan sino liberan sus instintos emocionales. Y sorprendía entonces el llamado a “reflexionar en frío.” Y escribí en aquel momento que la política peruana buscaba su Gareca. 

Volviendo al adiós del técnico que ha logrado clasificar al Perú, a la blanquirroja, en dos campeonatos internacionales, es desconcertante. Su abogado dice que “no fue cuestión económica”. Por su lado, Gareca ha dicho en su despedida, “me hubiese gustado ganar un título y clasificar a Qatar”. ¿Qué ha ocurrido? Como esto sucede en Perú, nuestro país de mañas y trampas en el Estado, y en tantas instituciones que no razonan, esto lo sabremos algún día, no ahora. Porque todo, de los errores y los defectos, tarde o temprano se sabe, se sabe la sucia verdad.


El
sport no es un asunto de juego únicamente

En nuestro continente, el fútbol es algo más que un espectáculo. Por ejemplo, en Argentina, el fútbol es pasión. ¿Quién no conoce a Maradona? Tanto como a Perón conocen el ascenso y la caída de su gran futbolista.

Sí, es un juego. Sí, es un espectáculo. Una sublimación del instinto de la guerra y la violencia. Pero no está solo el equipo sino el público, y no solo espectadores que son individuos con una identidad particular sino fanáticos que fusionan en un alma colectiva, una identidad común. El fútbol nuestro posee una especificidad que no tiene el béisbol, el básquetbol, y el fútbol americano o el rugby europeo. Su popularidad.

Se discute en Latinoamérica por qué razón el fútbol es el “deporte que más apasiona”. Juan Nuño, filósofo venezolano, en un ensayo titulado “Teoría de los juegos” del 2002, intentó responder, pues se sabe que uno de los dos equipos va a perder, no es lo mismo que en el juego con los toros. Siempre hay un vencedor, pero en el deporte de nuestra época, si hay enfrentamientos y rivalidades, los deportistas no cumplen el rol de los mercenarios de los romanos y griegos. En la Antigüedad, el juego reproducía la guerra como espectáculo. De alguna manera, se puede decir que la civilización occidental ha dado un gran paso con los juegos que, como el box o la lucha, no matan al rival. Sin duda alguna, el deporte es una falsedad. A diferencia de los antiguos, en todos los juegos de nuestro tiempo, si bien hay combatientes y si todos los juegos tienen algo de agónico, todos combaten en tanto que seres humanos que saben que es una apariencia, un remedo, no se mata al rival. Acaso una sublimación necesaria para nuestro sistema cerebral, y lo que Freud descubre, para conectar las dos caras de nuestro yo, Eros y Tánatos. Nuestra naturaleza que mueve las pasiones, el odio como el amor.


Entonces tres cuestiones:

-Pensar el fútbol. Un equipo no solo son los 12 o los 24, se necesita un técnico que sea a la vez un amigo, y que conozca a cada jugador en su rol auxiliar de psicólogo, así como el juego mismo del fútbol. Y que debe también conocer al equipo rival, para establecer las estrategias. A la vez maestro y amigo, todas las virtudes de un Ricardo Gareca.

-El sport, sea el que sea, nos dice si estamos sanos, equilibrados, dueños de nuestro propio cuerpo. Desde el siglo XX, el deporte se ha vuelto una actividad de laboratorio.

-Varias ciencias sociales se interesan por el deporte: la psicología, la sociología, y la filosofía. Y obviamente, la medicina. 

Las pasiones comunes suelen confundirse con los sentimientos políticos” dijo el filósofo francés André Comte-Sponville. Que el fútbol en nuestra patria sea algo muy popular y por lo tanto una pasión democrática no debe sorprender. Toda sociedad es sensible. No todo es interés o economía. Y que el equipo nacional se haya quedado fuera de la clasificatoria no va a levantar la moral de los peruanos. Esto es grave, muy grave. Después de la pandemia, los problemas electorales, jurídicos, políticos –con cambios de ministros al límite del tiempo-, la sensación que se tiene es la de una inestabilidad que no hemos tenido en el pasado. Por lo cual nos viene encima una ola de pesimismo. Una actitud que será colectiva pero también individual. Lo peor que nos ocurre es la pérdida del optimismo por un tiempo muy largo. La catástrofe de echar a Gareca y el adiós a Qatar 2022 podría producir una investigación interna. Pero la tristeza no la detiene nadie. Los pueblos necesitan tener confianza en ellos mismos. Pero ahora van a dudar de sí mismos. La moral de un pueblo se debilita. Por mucho que sea libre, no escapará al contexto, el ambiente, la opinión pública. No pudimos llegar a Qatar. 


Neurobiología y los fundamentos naturales de la ética.

Los griegos antiguos y los incas

Se puede tener grandes atletas cuando los niños están bien alimentados, pero hay hambre en las capas sociales peruanas que no tienen un Estado protector para su población de los Andes, la costa y las ciudades, porque ya somos demográficamente urbanos. El hambre y la falta de puestos de trabajo es lo que se encuentra, una pobreza gigantesca. Una falsa modernidad.

Las olimpiadas las inventaron los antiguos griegos. Pero todos eran eso, atletas. Para ser libres, soldados de por vida. Para defenderse de los persas que los volvían esclavos. La ética de los griegos nace en la polis, y los filósofos también eran formados desde muy jóvenes hasta la vejez. Cierto es que hubo un Euclides y un Arquímedes y que los griegos inventaron la política. Pero el saber griego tenía escuelas en Atenas, las Academias, y en la batalla de Maratón (490 años a.C.) vencen a los persas. En el saber griego, hubo diversas utopías, mitos, pero también la astronomía, la física, la geografía, la historia, la lógica, las matemáticas, la medicina, la retórica. Pero no dejaron de ser guerreros, con su tecnología -las catapultas como parte de la guerra- y sin devorar los otros poderes. Los romanos incorporaron su tecnología y luego, la cultura occidental o lo que llamamos Europa. Hoy mismo, se puede visitar la Torre de los Vientos de Atenas, una torre que tiene un reloj de agua.

Seguro que el lector no nos perdonará si no tratamos el mundo inca. Es sencillo. Su originalidad es evidente. Los Andes estaban aislados de otros continentes. Se ha hablado de Mesoamérica pero el mundo andino, antes de los conquistadores, reunía diversos pueblos y culturas. Todo comienza en el Cusco, y luego de dominar un espacio, ocurre la expansión de lo que llamamos el Estado Inca, por el sur hasta el río Maule, en el centro de Chile. Y hacia el norte, más allá de Cajamarca, Chachapoyas, hasta Quito, hoy en Ecuador. Pero lo específico y asombroso es que el hombre de los Andes lograra dominar la áspera naturaleza, reuniendo una gran fuerza de trabajo y concibiendo métodos para superar la inclemencia del suelo. Esto lo encontramos en el libro de María Rostworowski de Diez Canseco, donde se evita el concepto de Imperio. Lo prefiere, esta gran investigadora, a eso que los incas llamaban Tahuantinsuyo, que significa “las cuatro regiones unidas entre sí”. Lo cual, para Rostworowski, es un impulso hacia la integración, un posible inconsciente. Algo que todavía no se ha perdido en las diversas etapas históricas son, por ejemplo, las comunidades indígenas, son el 55%. En Perú hay más de 4 millones que ahora se llaman pueblos indígenas (el quechua representa el 83,11%. Entre los pueblos amazónicos, son 47 lenguas). Si quieren conocer lo mejor sobre la historia de los incas, hay que leer a María Rostworowski de Diez Canseco, hija de un padre polaco y de madre puneña, Historia del Tahuantinsuyu. En la tercera edición del IEP, en la carátula, un kero o vaso ceremonial del siglo XVI. Hasta ahora, el mejor libro. 

¿Cómo lograron los conquistadores vencer a los indios? Demasiado territorio. Los indígenas del norte vencieron a los indios del Cusco y sus elites. Dicho de otra manera, Pizarro y sus guerreros españoles llegaron cuando el Tahuantinsuyo estaba dividido. Hubo sinchis y grupos que también apoyaron a los hispanos para deshacerse de las reglas y la dominación. Llegaron cuando había una guerra entre dos hermanos. También hubo yanas, una clase de las más bajas, criados de los hatun curacas. Conviene decirlo porque algunos creen que todos eran iguales. Un yana era el servidor, y un guaranga curaca, un señor de mil hogares.

Hugo Neira
24 de julio del 2022

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