Hugo Neira
Parlamento y Gobierno. La necesidad de la «consilencia»
Se necesita actores políticos más flexibles
En una obra ganadora del Premio Pulitzer, Barbara W. Tuchman, historiadora, sostiene que el motor de la historia son los errores, y va desde Moctezuma, que en 1520 creyó que Cortés y sus 600 soldados eran dioses o enviados de los dioses, hasta el ataque del Japón a Pearl Harbor (The March of Folly). Entonces ¿las locuras hacen más historia que lo racional? No está mal como punto de partida. La marcha del capricho, el disparate, la imprudencia, y ahora la extravagancia, nos envuelven desde hace veinte años¡!
En cuanto al intitulado, «consilencia» es un concepto novedoso. Quiere decir que la política no es odio ni antis. Claro que molestará a los acólitos del «pensamiento único», que abundan. En cambio la consilencia prepara el ánimo para la «ingeniería del consenso» que tiene consigo Max Hernández.
Son dos discursos los que voy a comentar. El adiós del 28 de julio de Martín Vizcarra. Y luego el inusitado discurso de Pedro Cateriano. Sobre lo dicho por el presidente Vizcarra, pienso que hubo dos partes. En la primera explica su gestión sobre la doble crisis, salud colectiva y economía. En la segunda, en cambio, fue algo sorprendente y diría bien pensado, a saber: una serie de proyectos, caminos caseros para pueblos y aldeas, y la modalidad de Gobierno a Gobierno, esta vez para las líneas 3 y 4 del metro de Lima. Y además lo del otro bono por 760 soles para más de 8 millones. Pero no pude menos que hacerme esta pregunta. ¿Por qué exponer un plan de gobierno tan amplio cuando no le queda sino un año? ¿Un plan como para 5 años o más? Entonces, yo no, mi cerebro me envía una idea. El presidente está haciendo un adiós, pero sugiriendo «miren lo que podría hacer, pero no ahora». Hay que tomar en cuenta que el ciudadano Martín Vizcarra no tiene partido, porque si existiera, ese partido X tomaría esos proyectos para el periodo 2021-2026. Entonces, no hubo discurso del adiós sino ¡ya vuelvo en el 26! En nuestra historia, ya ha pasado. En Palacio dos veces, Leguía, Manuel Prado, Belaunde, Fujimori, Alan García. «Nada está dicho», como dice un programa de TV.
A ese juego inteligente y ambiguo, en la retórica se le llama el double bind. Proviene de la cultura anglosajona y en especial de los británicos, por algo se les llamó durante siglos «la pérfida Albión». Astutos hasta el hueso. Consiste en una propuesta, que envuelve al que la recibe y pierde de todas maneras. En este caso, los anti Vizcarra. Me explico. Primera hipótesis: si acaso el gobierno del año 21 resulta ser un desastre, la gente dirá, si hubiesen seguido el plan de Vizcarra nos iría mejor. Vizcarra gana. Pensemos ahora al revés: el gobierno que viene toma todo o parte de ese plan, Vizcarra igual gana. Eso es el double bind. Por lo visto, de Moquegua a Palacio, se aprenden las habilidades y manejos de los políticos profesionales.
Iba con el mismo buen humor a escuchar a Pedro Cateriano en su exposición en el Congreso. En el lapso que transcurrió entre el mensaje del 28 de julio hasta el fatídico martes 4 de agosto, los diarios limeños no se cansaron de decir que «el peor escenario para el país es una confrontación». El mismo Primer Ministro «solicitaba el diálogo entre los poderes». Ingenuo de mí, me imaginaba al señor Cateriano conversando con las bancadas; o acaso, sus portavoces. En fin, nada tiene de malvado ese tira y afloja de te doy esto pero me das este otro. Eso es normal, para eso a Montesquieu se le ocurrió un equilibrio entre poderes de Estado. Pero ese lunes, me comencé a preocupar cuando a paso ligero apenas toca el avance feroz del Covid-19. Ciertamente, no esperaba que hablara largamente sobre la crisis sanitaria, ni esperaba oírle sobre las pruebas rápidas o moleculares. No señor. Y entonces, me dije, aquí está faltando algo. Algo que se llama «inteligencia emocional». Una frase, un gesto de preocupación por los que se están muriendo, nada de eso. Se lanzó sobre el tema económico. Y de nuevo, la ausencia de empatía (que no quiere decir simpatía sino el ponerse en la situación del otro). Estaba ante unas bancadas y representantes que vienen de las provincias, o sea, deben sus curules a aquellos que detestan las mineras, y entonces, por el amor de dios, señor Cateriano, ¡¿se lanza a un elogio —qué digo— una loa a la minería?!
Seamos francos. Yo también pienso que, lamentablemente, nunca entramos en la revolución industrial, perdimos dos siglos, y hoy solo tenemos extracción minera y algunos productos del agro que se puede exportar. Pero el asunto no es que sea asá o asá la minería, sino a qué público se estaba dirigiendo. Debió haber sido más corto en ese tema. O pudo proponer un vasto diálogo entre población agraria, comunidades, pueblos, con las mineras. ¿No ha escuchado usted lo que sabe Hernando de Soto de los trabajadores en las minas? Y no hablamos de informales. Y por mi parte, yo no milito en ningún partido pero estoy al corriente de que hay una Federación Nacional de Trabajadores mineros, metalúrgicos y siderúrgicos del Perú, con unos 200 mil o 400 mil miembros. Se puede, pues, discutir y conciliar, ya.
Ahora bien, cuando escucho todo lo que dijo, pensaba que ya había hablado con las diversas bancadas. No fue así. No creo, tampoco, que haya sido un descuido, una indolencia. A Cateriano lo aprecié cuando Humala: mientras estaba en el gobierno, Ollantita no iba a regalarle a los chavistas el Perú. Pero ese lunes tuvimos la sorpresa de un Cateriano que no conocíamos. Un moralista. Felicitaciones por serlo. Pero no es un hombre dispuesto a los consensos. ¡Justo cuando los necesitamos! Mientras escribo, a mi lado está un amigo. Se llama Léxico de la Política. «Los partidos representan intereses económico-sociales que, aunque contrapuestos, pueden siempre ser objeto de negociación». Sí, pues, pactos, acuerdos, eso que a usted le parece un pecado. Entonces, señor Cateriano, con todos mis respetos, es usted un hombre moral, pero se equivocó de carrera, su lugar está en el clero, el mundo de los postulados eternos, no en el mundo plural que separa poderes. Usted ha escuchado la voz de su conciencia pero no pensó en el bien común. Menos mal que otros tomarán las riendas.
Y lo peor, el uso de la palabra 'chantaje'. Me da vergüenza ajena. Que lo haya usado tal o cual o acaso algún periodista, qué miseria la cultura política de nuestro país en estos días. El chantaje es una amenaza física, «te hemos secuestrado tu nieto, danos la cabeza de tal ministro». Hubo presión, sin duda, ¡pero eso es pues oposición! «Te damos la confianza a cambio de tal cosa». ¿Qué hay de extraño? En las sociedades democráticas esparcidas en el planeta, cuando se goza de un Estado de tres poderes, esas negociaciones son corrientes. ¿O qué? ¿El Parlamento está pintado? Pero qué esperaba usted, ¿qué le aprobaran el paquete completo, y chitón? Entonces eso es Maduro, señor Cateriano. Por lo demás, el mal peruano, esa educación chatarra dada a los pobres para que sigan siendo pobres, no es una cuestión de controles solamente. Yo estudié cuando había asignaturas y no «áreas». Por eso he vuelto al Perú, agradecido de la magnífica formación secundaria que tuve. Todo el resto es cosa menor.
Se necesita actores políticos más flexibles. Acaso hemos visto dos intransigencias. Ciertas bancadas y usted. O acaso —siento decirlo— puesto que usted ha sido el dador de ese concepto jurídico de «negación fáctica» de la confianza con el cual se disolvió el anterior Congreso, ¿acaso ahora ha decidido disolverse usted mismo? ¿En qué se resume su Acting Out? Un filósofo español, José Antonio Marina, dice que «solo en las culturas fracasadas es cuando se hace daño a los demás, sin sacar de ello beneficio». ¿Es eso lo que nos está pasando? ¿El odio por las puras? Y acaso usted ha tenido una suerte de remordimiento, porque fue el Sumo Hacedor de este big bang, a saber, PPK, su renuncia, y Vizcarra, sin partido ni parlamento. Y usted tan moral. Sin duda, pero la democracia —cuando lo es— tiene su ética: consiste en el respeto y reconocimiento del «otro» aunque no nos guste. En fin, qué Dios y la patria os lo perdonen. Lo que es de los peruanos, le van a agradecer la recontracrisis de estos días, hasta el fin de los tiempos.
PD: para la próxima semana, Líbano: liberal y descuidado