Cecilia Bákula
Para los futuros congresistas
La necesidad de una ley de mecenazgo
Son muchos los rostros nuevos que buscan ocupar una curul en el próximo Congreso de la República que, por corto que sea su período, deberá enfrentar grandes problemas y tomar decisiones que pudieran definir el rumbo de nuestra historia. Y es por ello que me sorprende que aquellos cuyas ideas he podido leer o escuchar, no hagan ni una sola mención a la palabra cultura, a la acción indispensable del Estado como actor, promotor y gestor de cultura. Y en ese sentido, el sector requiere de urgentes y nuevas normas que lo reactiven, lo definan y lo lancen a una acción realmente significativa.
No todos los congresistas deben ser grandes teóricos de la política ni tener dotes de constitucionalistas, conductores políticos o ideólogos. Necesitamos ciudadanos con criterio, sentido común, honorabilidad, seriedad y voluntad de servicio. Y si alguno no comprendiera el sentido histórico y actual de la cultura, debo decirles, con pena, que no están capacitados para entender el Perú ni sacarlo adelante. Para que la cultura deje de pintar tan poco (o menos que eso) en nuestro vida nacional, puedo aportar algunas ideas que, de ser desarrolladas, podrían significar un cambio sustantivo en el devenir de nuestra sociedad.
Pienso, por ejemplo, en la urgencia de promover y aprobar una eficiente ley de mecenazgo; indispensable herramienta de acción e inversión que permitiría a todas las formas de acción cultural y patrimonial actuar con el justo retorno de beneficios tributarios, reales y no meramente discursivos. Día a día vemos, por ejemplo, como el hermoso centro histórico de Lima literalmente se cae a pedazos. No hay capacidad de inversión por parte del Estado, no solo por carecer de los medios económicos, sino porque en la mayoría de los casos se trata de propiedades privadas. Esa realidad se repite en diversas ciudades de nuestro país en las que los vestigios de un pasado que debe significar identidad y sentimiento de pertenencia van desapareciendo. Y si a ello agregamos la cruda realidad de la migración, los centros históricos empiezan a estar en un limbo peligroso.
Una ley de mecenazgo, como las hay en otros países, con adecuada supervisión y riguroso control, permitiría a los inversionistas intervenir en espacios que requieren de urgente atención. Pienso en este momento en la Catedral de Puno, hermoso testimonio del barroco andino que clama por una intervención integral; pero para ello se necesita la elaboración del expediente técnico que es costoso. Igual atención ameritan templos como los de Azángaro, Pucará y Lampa, en donde, seguramente pocos saben, que se conserva una copia exacta de “La Piedad”, hermosa escultura de Miguel Ángel. Y cito aquí solo el caso de Puno, por no pensar, por ejemplo en la Catedral de Cajamarca, en el espacio del Cuarto del Rescate, de la Iglesia de Cocharcas; todos ellos verdaderos tesoros de arquitectura, arte, fe, identidad, tradición; la lista podría ser interminable.
Un congresista con moderna visión empresarial y voluntad de servicio podría proponer y lograr que se promulgue esa ansiada ley de mecenazgo, para lo que hay que convencer al Ministerio de Economía de que el desarrollo no es solo material, que el progreso requiere del espíritu. Y que este Perú, que llega a sus primeros 200 años, no existe ni puede existir sin ese bagaje de tradición. Esa acción no puede esperar y debería ser de interés de todos los colores, banderas y bancadas.
Hay otros asuntos de gran importancia; como la emergencia en que están tanto el Archivo General de la Nación (AGN) como los archivos regionales. ¿Es que acaso un congresista de la nueva generación no debería comprometerse con una ley que proteja, cuide y difunda ese patrimonio documental, muchas veces tirado en el suelo, vendido o espoliado. En todos los casos, se requiere de inversión, pero ¿hasta cuándo vamos a asociar cultura con gasto? ¿No deberíamos hermanar las palabras y acciones del sector cultura con inversión y mejor futuro?
Tenemos pendiente, además, una norma que permita una justa y adecuada definición de áreas protegidas o declaradas, porque las invasiones van ganando terreno y, sin escrúpulo alguno, los traficantes de tierras entregan áreas declaradas, que van quedando prácticamente destruidas. Ante ello, el Ministerio de Cultura solo puede ver pasar ante sus ojos el horror de la pérdida, sin permitir una nueva definición de áreas y sin la posibilidad de inversión privada preservando lo sustantivo que aún perdura.
Para todo ello, y que no es poco, es indispensable reducir al máximo la “tramitología” que va empantanando la gestión, por lo que una ley de modernización del Ministerio de Cultura sería muy bienvenida por todos aquellos que entendemos que sin cultura no hay progreso. Sin cultura ni educación, no hay futuro.
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