Manuel Gago

No al financiamiento público de los partidos

El 83% de la población se opone a la propuesta

No al financiamiento público de los partidos
Manuel Gago
12 de junio del 2017

El 83% de la población se opone a la propuesta

Hace bien el 70% de informales al no pagar ninguna clase de arbitrio, alcabala, impuesto o renta. Sin saberlo, no son cómplices de la corrupción. Su dinero no cae en las manos de los ladrones. Su esfuerzo diario —en las peores condiciones— no aumenta las panzas de autoridades mañosas que gastan sin mesura y rinden cuentas maquilladas. La informalidad protesta calladamente contra un Estado que malgasta los presupuestos y detiene sus ímpetus con tantas normas y reglamentos que impiden su formalización. La formalidad nacional —Confiep, Conaco, Sociedad Nacional de Industrias, Cámaras de Comercio, PYMES y otras cofradías de inversores— haría bien sentando su posición sobre el financiamiento público a los partidos políticos. No sean ingenuos, sus esfuerzos tendrán mal uso. Servirán justo a quienes inventan leyes para hacerles la vida imposible. El resultado de sus nobles objetivos servirá para engordar la viveza y politiquería, y a quienes piensan totalmente diferente que ustedes.

Está es la realidad hoy: el alcalde de Hualhuas (Huancayo) fue abucheado cuando defendía la construcción de una piscina para su pueblo. Le dijeron que una planta de tratamiento de residuos sólidos era más importante. En Huancavelica, una madre soltera ofrece a su hija de tres años por un poco de comida.

Con una historia de regímenes autoritarios, la vena nacional no logra todavía edificar conciencias ciudadanas para fortalecer la democracia. Por el contrario, el dominio se acentúa aun cuando los artilugios de comunicación podrían servir como herramientas de liberación. No está pasando eso. Los medios apabullan con sus primeras planas y opiniones direccionadas. Las redes sociales se encuentran saturadas de troles y consignas que lo desvirtúan todo, torciendo la verdad de manera impune.

El financiamiento público de los partidos es una muestra clara de que quien puede, puede. Y esa es la constante del abusivo, del que somete, del que se impone con su fuerza. La política se sirve del poder y no sirve a esos informales condenados a las calles de por vida, sin ninguna clase de seguridad médica y laboral. Los partidos recibirán más de S/ 74 millones en los siguientes cinco años, sin conmoverse de esa mujer que reclama comida, sin solidarizarse con el dolor ajeno; sin inmutarse ante los males nacionales, la anemia y tuberculosis que aumentan peligrosamente, la violencia, los embarazos y el alcoholismo juvenil, y hasta el narcotráfico, que hace peligrar la decencia del país.

En 2013, cuando se discutía el financiamiento público de los partidos, una encuesta de CPI reveló que el 83% de la población se oponía a la propuesta, pues decía que los partidos debían financiarse con recursos propios. Y se zurraron en el deseo de la mayoría. Argumentaron que es para transparentar los gastos y apartar a los partidos de intereses económicos y de actividades ilegales como el narcotráfico. Dijeron que el dinero serviría para formación, capacitación e investigación. Como si los peruanos se chuparan los dedos. Como si la buena fe no fuera una reliquia de museo antiguo. Esos fondos pagarán la buena vida de las dirigencias, de las cúpulas, de la angurria de esa clase privilegiada que se llena la boca sin ofrecer resultados que se puedan mirar y tocar. Servirá para congresistas como Karina Beteta, de Fuerza Popular, que cree que la inseguridad se combate con más comisarías y patrulleros en las calles.

Como presidente de la Asamblea Constituyente, Haya de la Torre recibía un sol. Mi abuelo Honorato, como tesorero, cobraba a sus compañeros las cuotas mensuales para sostener al partido. Y pagaban contentos. Somos una democracia de baja intensidad, mutilada, castrada, impotente para defender lo correcto, sano y provechoso. Si la reforma electoral y de partidos, que debe ser integral y no de retazos, no vuelve a evaluar esta propuesta, tendremos más adelante un festín que no acabará nunca. Pedirán más del erario nacional. Dirán que lo que reciben no es suficiente.

¿Por qué, con ese dinero, no se financian cruzadas nacionales para cambiarle la mentalidad a la gente, para que deje de robar y mentir? Porque no quieren una sociedad decente. Porque los políticos se quedarían sin espacios.

 

Manuel Gago

Manuel Gago
12 de junio del 2017

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