Cecilia Bákula

Lima de mis amores

En el 485 aniversario de la ciudad

Lima de mis amores
Cecilia Bákula
19 de enero del 2020


Ciudad de historia, belleza, raigambre, mestizaje y tradición, nuestra capital festeja hoy 485 años desde su fundación española. Cuando revisamos los documentos de época, comprobamos que Francisco Pizarro tuvo claras y —entonces— muy objetivas razones para preferir Lima a Jauja para establecer en la ciudad elegida, el centro del poder y del gobierno de la naciente presencia española.

Los estudiosos señalan razones de gran interés que determinaron la decisión de Pizarro y que podríamos analizar y valorar hoy en día, como parte de una urgente reflexión respecto al futuro de nuestra capital. Entre esas razones especiales, se habría tomado en cuenta, como recuerdo que nos lo explicaba el doctor José Antonio Del Busto, quizá una de las personas que mejor conoció, estudió y dio a conocer a Pizarro, que Lima ofrecía buen clima, buenas tierras, buena gente, cercanía al mar y buen río. Cinco razones de peso que inclinaron la balanza hacia la fundación española en este valle.

Hoy, lamentablemente, no podríamos seguir afirmando con tanta convicción que mantenemos  esas cinco características que sustentaron el asentamiento español. Pero sí creo que podemos decir que Lima, no puede ser llamada “la horrible”, como se le calificó en una época, sino como una ciudad que con grandes problemas. Es la ciudad en donde está representada toda la universalidad y diversidad de nuestro país, y allí radica mucho de su belleza e importancia.  

Y porque, debemos recordarlo, en este valle se asentaron grupos humanos de singular valor que dieron lugar a lo que ahora se ha identificado como el estilo Lima, el estilo itchma, y construyeron conjuntos urbanos que, aún hoy, nos deberían sorprender. Y refiero solo dos elementos sustantivos: las construcciones que, ahora ya diseminadas y en partes pequeñas, son testigos de un manejo interesante del espacio; y la existencia de una singular y eficiente red de canales y sistemas de conducción del agua, muchos de los cuales existen aún y son testigos de una época en donde no se depredó la fuente hídrica.

Aquí me permito hacer una referencia personal, pero muy justa, a la labor que durante una década o más, realizó “Lima milenaria”, bajo la batuta de Javier Lizarzaburu Montani que, con empeño y tesón, quiso hacernos ver la presencia actual e importantísima de esos sistemas de riego que debieron hacer de gran parte de este desierto costero, un oasis que pudo haber motivado al conquistador.

No dudo de que son muchos los amantes de la ciudad, muchos los que nos han dejado un legado de amor, conocimiento y esfuerzo; sé que son muchos los que sueñan con su mejora y más allá de las autoridades de turno, deseo referirme a personas que en este momento realizan una labor que considero destacable. Me refiero, por ejemplo, a Vladimir Velásquez, un joven amante de Lima que ha salido, con todos sus no grandes recursos, pero con la energía de su convicción, a recuperar y rescatar la memoria gráfica de la ciudad en una plataforma de esfuerzo personal meritorio, casi diría heróico, que ha titulado “Lima antigua”. A Marco Antonio Capristán quien, a través de su publicación, sus charlas y labor docente, desarrollada gracias a “Pinceladas limeñas”, logra difundir amor y conocimiento de nuestra urbe. Y a otros emprendimientos, como el de Mariana Alegre cuyo esfuerzo por trabajar por una ciudad mejor para todos, lidera el grupo del observatorio “Lima, cómo vamos”, siendo una labor de gran trascendencia, que busca replicar las gestiones exitosas que se han dado en otras ciudades como Bogotá y Quito, existiendo en esta última, desde hace más de 40 años, un fondo que ha permitido la recuperación no solo material, sino el valor intrínseco del centro histórico y ello, gracias a la visión realmente adelantada y pionera de quien fuera su gestor, el arquitecto Hernán Crespo Toral.

Muchos otras personas han expresado su amor —a veces temor— por Lima y no quisiera olvidarme de la pasión del arquitecto Héctor Velarde ni de Juan Günther, quien encontró siempre una razón positiva para calificar a Lima como el logro extraordinario de hombres y mujeres que la han construido, en su peculiar singularidad, no solo en los últimos años, sino a lo largo de los siglos.

Sería interminable mencionar a todos. Quizá todos los ciudadanos deberíamos estar en esa relación de amantes apasionados y guardianes celosos de nuestra capital. Y, gracias a Dios, se empieza a notar un despertar real y eficiente en la preocupación no solamente verbal por la ciudad, sino por resolver sus problemas que son de todos. Con frecuencia vemos nuevos actores tanto en la sociedad civil como en las autoridades ediles que empiezan a manifestar respeto y admiración por el entorno de valor arqueológico, por identificar sus potencialidades, sus singularidades y optan por intentar un futuro mejor para todos.

Recientemente, la aprobación del Plan de Manejo, ha de ser un estímulo para atender (ojalá resolver) situaciones que han ido degradando nuestro centro histórico y es indispensable que las autoridades de turno y los ciudadanos comprendan, acepten y asimilen que sin cultura, no hay desarrollo, que en cultura, en la ciudad, en su mejoramiento, no se gasta, se invierte y que debemos elegir, no solo “votar”, para tener autoridades y representantes que logren despertar esta hermosa ciudad que se niega a asimilar el golpe de sus propios habitantes y que busca renacer con firmeza, elegancia, energía y una pícara sonrisa.

Lima existe como tal hace 485 años. Esa es su historia española, virreinal, republicana, pero acá tenemos evidencia de tradición arquitectónica que data de miles de años. Aquí tenemos la suerte de ser crisol de razas, tradiciones y costumbres, aquí vive el Perú entero, el mundo entero.

Hoy festejamos, con ilusión, un nuevo aniversario que deberíamos aprovechar para reflexionar en cómo, cada uno desde su lugar, aporta para que esta ciudad de la que nos sentimos orgullosos, que conocemos como la ciudad jardín, la perla del Pacífico, sea no solo hermosa, sino amigable para el ciudadano, segura, bella, ordenada, con igualdad de oportunidades de buena vida para todos. Y para ello seguimos esperando una conducción que articule adecuadamente el andar de esta impresionante urbe, que realmente asuma y se crea a fondo el valor de Lima, para que podamos vislumbrar un futuro que nos permita, por muchos años más, seguir diciendo: Lima de mis amores.

Cecilia Bákula
19 de enero del 2020

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