Cecilia Bákula
Las Metamemorias de Alan García
El hombre detrás del mito
Próximamente será presentado un libro que contiene las Metamemorias que escribiera el presidente Alan García en los últimos meses de su vida. Como toda obra póstuma, despierta un gran interés su lectura y, sin duda alguna, será muy importante leerla para descubrir al hombre, al ser humano, tal como él mismo se veía, cómo recordaba su vida, su infancia, sus años de formación. Todo ello, al margen de ese fenómeno político que fue su existencia.
La vida pública –y a veces también privada– de García despertó siempre interés, y todos sus actos se convertían en motivo de juicio, opinión, análisis y, no pocas veces, ácidas críticas de quienes veían solo una perspectiva, una dirección unilineal. Escritas con una pluma ligera, de fácil lectura y cargada de citas y referencias históricas, las Metamemorias permitirán conocer al hombre detrás de ese mito que se ha creado en torno a su persona y a su vida pública.
Quiero enfatizar que al escribir sus recuerdos, García lo hace con cierta añoranza de los tiempos de formación, de experiencias y de acontecimientos que narra. Desde una infancia muy singular, hasta las circunstancias en que se relaciona con el pueblo peruano, su vocación política, las enseñanzas recibidas de Haya de la Torre, el ejemplo de su padre, la hermosa influencia que recibió de su abuela Celia. Y por supuesto, sus años de gestión pública, que le permitieron conocer y relacionarse con los “grandes” de su tiempo, empapándose siempre de conocimientos y vivencias que él recuerda y explica con hermoso preciosismo.
No puedo calificar el objetivo de estas Metamemorias, pues no me corresponde; pero sí me atrevo a señalar que, en mi opinión, buscan ser, de alguna manera, el testimonio de una vida cargada de responsabilidades, de experiencias y de retos, una vida indudablemente singular. No se trata de una autojustificación de nada, pues la vida cada uno la vive a su ritmo y a su manera, con sus luces y sombras. Pero García no fue ni será jamás un hombre “común”; era un fenómeno político, un hombre sagaz, inteligente, querendón, memorioso, irónico y extraordinario comunicador.
He dicho siempre que él me honró con su confianza y amistad. Y ello me permitió, en algo, conocerlo, por lo que no me sorprende –muy por el contrario, me agrada y me ratifica en mi propia percepción de su persona– la transparencia de su relato y la capacidad que pone de manifiesto para ordenar sus recuerdos y hacer una autocrítica que, estimo, debió ser para él necesaria y no poco dolorosa.
Pero su compromiso con el país lo obligaba a ello, a ofrecer una explicación de una primera etapa política que, si bien devino en años muy duros para el Perú, no estuvieron más que marcados por un sueño y un ideal que no pudieron ponerse en práctica por las circunstancias, con consecuencias que todos conocemos. No creo que el motivo sea encontrar un “bondadoso juicio de la historia”, pues es muy crítico consigo mismo y no deja de ser igualmente implacable con aquellos a los que corresponde ese juicio. Más bien creo firmemente que él actuó con ajuste a sus ideales, y es eso lo que desea se entienda y se verifique en una segunda etapa de acción pública, en la que hizo gala de estadista y gobernante.
Él se sabía y se sentía responsable de poner al servicio del Perú sus singulares capacidades. Y tengo la percepción, personal por cierto, que murió con la convicción de haberlo hecho, de haber servido y de haber honrado, sobre todo en el segundo gobierno, la herencia política que había recibido. Pero con la idea que tenemos todos, los muy pequeños o muy grandes, los que pasamos inadvertidos o los que destacan públicamente, que siempre se pudo y se quisiera haber hecho más y mejor. Es la lógica de la vida, es la realidad ante la propia visión.
Qué tremenda carga debe haber sido saberse con esa responsabilidad, verse en el ojo de la tormenta, en el lente de una cámara, en el medio de un juicio, en el centro de la atención. Y es por ello que las Metamemorias nos presentan al ser humano, al hombre, al ciudadano que, con defectos y virtudes, marcó la historia del Perú en estos últimos 50 años. Leer este libro será comprender una etapa de nuestras propias vidas, guiados por el relato de quien fuera un actor principalísimo.
Es oportuno agradecer a sus hijos la generosidad de permitir que estas Metamemorias, bajo el sello de Planeta, vean la luz, en una edición cuidada y llena del cariño con que se trata una herencia muy querida: el recuerdo y la memoria de un padre que, además de pertenecerles por siempre en la intimidad del amor filial, fue testigo y testimonio de nuestra historia reciente.
COMENTARIOS