Hugo Neira

Las Memorias de Pruvonena (III)

Riva Agüero y sus recuerdos de la historia del Perú

Las Memorias de Pruvonena (III)
Hugo Neira
05 de febrero del 2024


Con los libertadores llegó el sistema republicano. Abrió y enterró la discusión sobre la forma de gobierno. O bien la de una República sin reyes o bien la de una monarquía constitucional a la manera inglesa, que fue la legitimidad que no se adoptó. El tema de la ubicación del paradigma de Bolívar y el cortejo de Libertadores seguirá trotando desde los inicios de la Independencia hasta nuestros días. Es cierto que la manera cómo se produce la Independencia –en los campos de batalla y no tanto como un cambio institucional– trajo consigo el poder excesivo y de corte personal, el que aparece en los inicios del XIX, y que de alguna manera no nos ha abandonado nunca. Es decir, en la vida pública, la tentación por las fuertes personalidades, por el hombre del destino, por el carisma intransferible, personal. 

Al primer presidente, Riva-Agüero, no lo fusilaron porque se opuso la marina peruana y acaso el mismo Bolívar, al que convencieron. Pero estuvo preso en Guayaquil con sus colaboradores y luego lo deportaron a Europa. Murió “achacoso y calumniado” el 21 de mayo de 1858. Y acaso porque los únicos amigos que tuvo en su senectud fueron dos canónigos, Arce y Garay, uno y otro “reaccionarios furibundos” —dice el joven Riva-Agüero, su bisnieto—, se explica las Memorias de Pruvonena. Este es el último fragmento que reproducimos. Los dos canónigos cargaron de tintas muy negras las descripciones de los peruanos y del Perú. Aunque, por otra parte, no dejaron de decir verdades.

***

"Como sin presentar aquí el origen de los desórdenes, que ha experimentado el Perú hasta el presente, no podria nadie comprender la verdadera causa que atrajo á ese país todo el cúmulo de desastres, de guerras, de tumultos, de depredaciones del erario nacional, de crímenes, de escándalos y trastornos políticos, de que trataremos en la continuación de esta obra; volvemos á decir aquí algunas cosas relativas á los diputados de ese supuesto Congreso; pero como en él habian algunos diputados que no se le prostituyeron á Bolivar, fueron estos excluidos de que se les pagase sus dietas y cruelmente perseguidos, encarcelados, y expatriados, reemplazándolos con otros. Todo esto fué pues convenido entre los diputados del Congreso, de Sucre y Bolivar, á fin de que se le facultase para que levantase en Inglaterra otro empréstito de trece millones de pesos, y en fin, para que dispusiese de las rentas y bienes nacionales como si fuese su patrimonio. Bolivar les dijo: denme ustedes esto, y yo les daré a ustedes dietas, empleos y fortunas; y se verificó así. Ese ejemplo funesto de esos facciosos, han seguido los demás Congresos que se han sucedido después en el Perú. Debemos advertir que cuando Bolivar pidió esa autorizacion al Congreso para levantar nuevos empréstitos, ya tenia á su disposicion el de siete millones y medio de pesos hecho en Londres por el general San Martin, y otro en Chile de un millon de pesos, por el Presidente Riva-Agüero, cuyos empréstitos se hallaban en su totalidad á disposicion del gobierno del Perú. No satisfecho con esto exigió de su Congreso la autorización para los nuevos empréstitos, y aquel Congreso, su ciego y pasivo instrumento, le dió la siguiente autorización.

— « Lima, Marzo 9 de 1825. — Al Sr. Ministro de Estado en el departamento de hacienda. — Puesta en consideración del Soberano Congreso la nota de U. S. en que manifiesta el deseo que S. E. el Libertador tiene de que la Representación Nacional designe la cantidad que haya de negociarse de empréstito de los extranjeros para las urgencias del Estado, ha resuelto: — 1° Que S. E. el Supremo jefe de la república, queda autorizado para levantar el empréstito de diez millones de pesos.

— 2º Que si aún fuésen necesarias, á juicio de S. E., mayores sumas para satisfacción de las urgencias de la república a más de las expresadas, pueda igualmente levantar otro empréstito de tres millones. — De órden del mismo, lo comunicamos á U. S. para que lo ponga en conocimiento de S. E. el Libertador. — Dios guarde á U. S. — Juan Bautista Navarrete, diputado secretario. — Manuel Muelle, diputado secretario.»

Adviértase que esta autorización se le dió, en 9 de Marzo de 1825, cuando ya se había acabado la guerra, y cuando ya le había ese Congreso supletorio regalado a Bolívar, un millón de pesos, otro á su ejército, y doscientos mil pesos en dinero y una Hacienda del valor de cuatrocientos mil pesos á Sucre. Si a esto no se llama un saqueo, ¿qué nombre se le dará? En el mundo jamás se había visto una impudencia y descaro igual al de Bolívar. Estos hechos y muchos otros constan en la Colección de Leyes y de Decretos: el que lo dude ocurra á esa obra impresa en Lima durante la Dictadura, y á vista de ese monstruo. Y para colmo del abuso, ese Congreso compuesto, como ya tantas veces hemos repetido, la mayor parte, de diputados suplentes, ejercía sus funciones en esa fecha, de 9 de Marzo de 1825, cuando ya todo el Perú se hallaba independiente de España, y que entonces podían los pueblos elegir sus legítimos representantes. Pero á Bolívar le convenía conservar á esa postiza Representación nacional, porque con ella tenía todo lo que él no podía esperar de otra verdadera, ó que por lo menos sería muy contingente el que lo hubiese entonces conseguido.

Dos años antes de venir Bolívar al Perú, se ocupaba en espiar la ocasión de apoderarse de ese rico país, para lo que empleaba los medios más insidiosos. Como que él era Presidente de la república de Colombia, tenía un ejército consigo; y así no le fué difícil de poner en práctica todas las arterias y astucias que en otro tiempo empleó Philipo contra la Grecia. Hallándose en Lima, ya con la omnímoda del poder en esa parte del Perú, compró al coronel La-Fuente que mandaba un regimiento en el ejército que en Trugillo tenia el Presidente Riva-Agüero, y así mismo á unos cuantos jefes de las tropas auxiliares del Rio de la Plata; y escudado con cinco mil hombres que habia introducido de Colombia, que era en lo que consistia todo su ejército en el Perú; se quitó la máscara, y puso de manifiesto su criminal aspiracion de dominarlo. Desde entonces, comenzó de hecho la Dictadura, y volvió la nación peruana a perder su independencia, sometiéndose a su dominación, más no poder. ¡Cuánto no le ha costado después, para sacudirse de esa nuevo y despótico yugo! ¡Cuántos millones de pesos dilapidados! ¡Cuántos millares de peruanos sacrificados por aquel tirano! ¡Cuánto no ha sido alterada la moral pública, con el pernicioso ejemplo, de los execrables vicios de Bolívar, y de sus jefes y oficiales! ¡Y cuál no ha sido la lección para el Perú, de lo que debe esperarse de auxiliares de las otras repúblicas!!! 

Bolívar corrompiendo así á La-Fuente y á algunos otros jefes auxiliares, relajó la disciplina militar, y desmoralizó las tropas. Desde entonces se familiarizaron éstas en deponer al Jefe de la República, y á no contar por nada la subordinación ni el honor. El mismo Bolívar fué después la víctima, por las sediciones de sus tropas en el Perú y en Colombia. Cumpliendose así el refran de que: «Con la vara que uno mide será medido.»

Viciado así el país, era una consecuencia necesaria que la desmoralización del ejército y el trastorno social atraerían al Perú la anarquía hasta el grado de establecerla en sistema, como desgraciadamente ha acaecido. Una nación no puede ser bien gobernada si no castiga á los criminales, y si no premia á los que la sirven bien. No se ha hecho esto en el Perú; y tan lejos de castigar á los que le entregaron la nación peruana en ese Congreso supletorio, han continuado en los cargos y empleos en que Bolívar los colocó. ¿Y por qué esta apatía, esta desentendencia, sino porque hay todavía en la Representación Nacional y en los principales cargos de la nación muchos de los comprendidos en el crimen de la venta del Perú que hicieron á Bolívar! Porque el espíritu de logia, hace propagar y fomentar esa misma anarquía; y porque si cesasen los desórdenes, temen pagar sus delitos. [...]

Todos los males que ha experimentado el país desde entonces, no habrian tenido lugar si la fraccion del Congreso en el Callao no se hubiera prostituído y vendido á Bolivar; porque sin esa revolucion obrada alli, se habría ejecutado en todas sus partes el plan de campaña que formó el Presidente Riva-Agüero, y por consiguiente, por medio de él, la guerra con los españoles se hubiese concluido en el año de 1823; y sin la pérdida del ejército peruano, como se perdió en el Alto-Perú por esta razon; y lo que todavía es mas, sin la pérdida de la independencia nacional; pues, como se verá mas adelante, se sacudió el Perú del yugo hispano, y recibió el humillante baldon de someterse al férreo yugo de Colombia, ó mas propiamente al oprobioso de Bolivar.

Es digno de notarse que, en el espacio de poco mas de cinco años, el Perú mudó tres dominaciones; la española, la de San Martin, y la de Bolivar; pues es evidente que hasta principios de 1827 apenas tuvo el Perú poco mas de un año de verdadera independencia; esto es, solamente el tiempo que gobernaron el Congreso y Riva-Agüero. Luego, ¿qué hay pues de admirarse que esta independencia, que hasta entonces solamente fué de nombre, haya ocasionado la ruina del Perú? 

Para hacerse cargo de la iniquidad con la que fueron tratados los peruanos fieles á su nación, no hay sino leer la Exposición de D. José de la Riva-Agüero, publicada en Londres en 1824: la Memoria del mismo, y su Suplemento á ella, impresa en Santiago de Chile, los periódicos de Buenos-Aires, y los de Chile en esa época: las historias de la revolucion de la América Española, por D. Mariano Torrente, y por el general Camba: la obra de D. Pedro La-Rea y Arispe, escrita durante el sitio de la plaza del Callao, que defendia el general Rodil: el Manifiesto de la declaracion de guerra por el gobierno del Perú contra Bolivar en 1828: el Manifiesto del Dr. Vidaurre, publicado en Filadelfia en ese tiempo: la sentencia que dió la Suprema Corte de Justicia del Perú, en el juicio que siguió al Presidente Riva-Agüero, á peticion suya, acerca de los sucesos de año de 1823: las actas de todos los pueblos del Perú dirigidas á dicho Presidente, en el tiempo que Bolivar le hacia la guerra en ese mismo año de 1823; y en fin, otros tantos documentos impresos de que no hacemos aquí relacion por no aglomerar tantas citas. Cada uno de estos documentos, así como los actos de usurpacion cometidos por Bolivar, hacen cada uno de por sí una prueba, la mas relevante, de la felonía é iniquidad conque este sacrificó el Perú á su frenética ambicion; así como tambien manifiestan la atroz perfidia y crueldad que usó con el Presidente Riva-Agüero, á quien antes habia rendido homenajes de respeto y de consideracion. (Cap. VI, "origen del Congreso Supletorio formado por bolívar para su usurpación", pp. 140-148.)


[...] 

Hemos indicado los excesos en que incurrió este Congreso, origen de todos los desastres que desde entonces experimenta el Perú. Si ese Congreso hubiera estado animado de un verdadero patriotismo, hubiera marchado por una senda diametralmente opuesta á la que tomó; esto es, no habría abusado como abusó del encargo de apoderado o procurador de la nación, y convertídose en intrigar con los enemigos de ella, para colocarse sus diputados en los empleos públicos, y en adquirir, por recompensa de su crimen esas sumas que con títulos de dietas les obsequió el usurpador Bolívar. Esto acredita pues, que en la mayoría, de esa Representación Nacional supletoria, no había patriotismo, ni poseía los conocimientos y probidad que requería ese elevado cargo de procuradores del procomunal. Olvidados estos de lo que eran, se llamaron á dueños de lo que no era suyo, sino de aquellos de quienes se decían apoderados; y bajo de este nombre esclavizaron a sus poderdantes. ¡Cuántas desgracias han traído al Perú estos excesos! Si después de ese crimen, la nación se sacudió del yugo de Bolívar, no por esto se libertó de la continuación de los males que ese Congreso le legó; porque tras de esa inicua Representación Nacional, vinieron otras varias, y todas ellas contaminadas de los excesos é ignorancia que la primera. A iguales errores, iguales vicios; y por consecuencia, iguales resultados. A un déspota han seguido otros déspotas, a un desorden otros desórdenes; y lo que es peor, la anarquía se llegó a consolidar con el nombre de Gobierno. Si á este simulacro de república, se le llama tal, será preciso confesar, que en realidad es el gobierno de los desgobiernos; ó lo que es lo mismo, la ausencia de todo órden, de toda justicia, y de todo bienestar; y en fin, la falta de toda garantía social. Si los que se tomaron la facultad de constituir al Perú, hubiesen tenido los conocimientos y el patriotismo que les era necesario para desempeñar ese cargo, habrían conocido que un Estado no puede ser jamás feliz, sino cuando se le constituye de un modo análogo á sus circunstancias. Que arreglándose á estas, siempre es preciso no entregarlo á la tiranía de uno ó de muchos, como lo hizo ese Congreso, y los que le sucedieron, ni tampoco entregándolo á un exceso de libertad; porque la extrema licencia y la extrema servidumbre son igualmente peligrosas, y producen los mismos efectos. (Cap. VII, "Conclusión del anterior", pp.158-159.)" [...]

Hugo Neira
05 de febrero del 2024

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