Cecilia Bákula
La Independencia del Perú
Una reflexión siempre actual
Cuando el 28 de julio de 1821, don José de San Martín proclama solemnemente la independencia del Perú, pronunció las tan conocidas frases que aún hoy en día, resuenan como un grito, una esperanza y un desafío. Pero llegar a ese momento significó haber transitado no solo los años desde 1492, cuando se lleva a cabo la hazaña de Colón; no sólo desde 1532, cuando Pizarro llega a estas tierras, sino que asociados al momento mismo de la proclamación de la independencia, ubicamos casi 50 años de vivencias contradictorias, propuestas, sueños, enfrentamientos, esperanzas, luchas, frustraciones, intereses, violencia, fe, juego de poder, pensamiento e ilustración. Todo junto, extremos y divergencias.
Es por ello que debemos entender, hoy y siempre, que ese domingo 28 de julio de 1821 es, en el fondo, una fecha, un hito y un punto de partida, mas no un punto de llegada. Con eso quiero señalar que la Independencia, la Emancipación, es un largo proceso que, a mi entender, aun no concluye.
Cabe señalar que a partir de ese memorable 28 de julio de 1821, momento, se suscitan y desencadenan actos públicos y personales, colectivos e individuales, que van a dar el perfil social e institucional que hoy tiene el Perú, perfil que se sigue construyendo porque cada generación deja su impronta, sin alterar en esencia el ser, la identidad con que nacemos. Si bien es cierto es que nuestra actual sociedad nacional dista mucho de lo que era aquella que se “independiza”, la pregunta sigue siendo la misma: ¿por qué, de quién y para qué nos independizamos?
Es por eso que conviene resaltar algunos hechos muy diferenciados entre sí: la declaración, la proclamación y la Jura de la Independencia. La “declaración” es un acto jurídico: San Martín ingresa a Lima el 12 de julio del 21, convoca a un Cabildo Abierto el 15 de julio de 1821 y da a conocer su propuesta política. Le correspondió a Don Manuel Pérez de Tudela, quien más tarde sería ministro de Relaciones Exteriores, redactar el documento de ese acto. La historia ha conservado la memoria del hecho en los siguientes términos:
En la ciudad de Los Reyes, el quince de Julio de mil ochocientos veintiuno. Reunidos en este Excmo. Ayuntamiento los señores que lo componen, con el Excmo. e Ilmo. Señor Arzobispo de esta santa Iglesia Metropolitana, prelados de los conventos religiosos, títulos de Castilla y varios vecinos de esta capital, personas de conocida probidad, luces y patriotismo, quienes expresaron que la opinión general se halla decidida por la Independencia... Todos los Srs. concurrentes , por sí y satisfechos, de la opinión de los habitantes de la capital, dijeron: Que la voluntad general está decidida por la Independencia del Perú de la dominación española y de cualquiera otra extrajera y que para que se proceda a la sanción por medio del correspondiente juramento.
Ese mismo día, se inició la convocatoria para la ceremonia de Proclamación, mediante un bando en el que se lee:
Por cuanto esta ilustre y gloriosa capital ha declarado, así por medio de las personas visibles, como por el voto y aclamación general del público, su voluntad decidida por su independencia, y ser colocada en el alto grado de los pueblos libres, ... se ha determinado que el sábado inmediato veintiocho se proclame vuestra feliz independencia y el primer paso que dais a la libertad de los pueblos soberanos, en todos los lugares públicos en que en otro tiempo se os anunciaba ... para que con las demostraciones de júbilo se den al mundo los más fuertes testimonios del interés con que la ilustre capital del Perú celebra el día primero de su independencia y el de su incorporación a la gran familia americana.
El domingo 28 de julio, se procedió a la Proclamación, acto protocolar y festivo y el 29 de julio, se ordenó la Jura de la Independencia en las plazas y gremios de Lima. Se había instruido del proceso y la fórmula de juramentación que fue la siguiente:
¿Juráis por Dios y la Patria sostener y defender con vuestra opinión, persona y propiedades la Independencia del Perú, del Gobierno Español, y de cualquier otra dominación extrangera? Si así lo hiciereis, Dios os ayude, y, si no, Él y la Patria os lo demanden.
Así se procedió en la Casa de Moneda, en el Colegio de Abogados, en el convento de San Francisco, la Iglesia de La Merced, la Universidad de San Marcos y en los gremios organizados. Y señalo esto porque la voluntad fue “universalizar” la vivencia política y permitir el inicio de una nueva realidad.
Pero, el proceso emancipador dura aproximadamente cincuenta años, y va a involucrar la participación de cuando menos tres generaciones de peruanos que, desde sus propias perspectivas e intereses, van a intentar definir el futuro. Y esto, entre naturales, criollos, españoles, nobles, clérigos, población simple, esclavos, nacidos acá o provenientes de otras tierras, militares y civiles; en fin, un universo amplísimo de personas que directa o indirectamente activos, serán parte del fenómeno político, económico y social.
Es comprensible asumir que en ese lapso de medio siglo –años más, años menos– del proceso emancipador, habrá choques generacionales, conflictos de intereses y lealtades. No obstante, a su particular saber y entender, todos creen aportar a la construcción de un Estado libre y una nación donde vivir bien y mejor. Pero esas intenciones, no terminan aún de hacerse realidad; quizá porque se pasó violentamente del idealismo a la realidad, debemos seguir construyendo ese futuro diferente. Y a ello lo llamo la necesidad de mantener y reflexionar sobre el sueño fundacional.
Aún debemos seguir haciendo nuestros los valores supremos de la libertad, la justicia, la equidad, la democracia y el bien común. Y esa reflexión y ese empeño deben pasar, a mi criterio, porque no nos sean aplicables –lo que aún no logramos– las lapidarias frases de Bolívar en el Congreso de Angostura:
Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción. La ambición y la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos al conocimiento político, económico y social y adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la Libertad, la traición por el Patriotismo y la venganza por la Justicia, por lo que un pueblo pervertido, de alcanzar así su libertad, muy pronto vuelve a perderla.
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