Hugo Neira
Fútbol, política y amores. Las artes de la astucia
“Entre gallos y medianoche” y las decisiones políticas.
¿Han visto el partido Brasil-Uruguay para el Mundial? Quedaron dos a dos. El uruguayo Renato Augusto, en un amago, esquiva al portero, recupera la pelota y hace el gol en el minuto 26. Una astucia.
Hay tuiteros que acerbamente han criticado la hora en que anunció el JEE su veredicto, “entre gallos y medianoche”.
Hay un proverbio de rabinos: en la duda es mejor una parábola. Voy a contar, pues, una historia. Viene de mi vida y propia experiencia.
En diciembre de 1976, el que escribe vuelve a Madrid. Dejaba el Perú, era un exiliado, y no digo más. En España había estado anteriormente, por razones académicas. Pero gobernaba Franco, y en vida del caudillo yo escribía en Madrid, diario de oposición. Cuando vuelvo me abren los brazos y me integran a Cambio16. Una mañana fría de diciembre, con Miguel Ángel Aguilar, gran periodista y que no me dejará mentir, vamos a escuchar al ministro Martín Villa el anuncio de un referéndum. Franco ya había muerto. Gobernaba el rey Juan Carlos I. Las cosas eran muy difíciles.
España tenía que entrar en la Unión Europea. La economía autárquica franquista no era sostenible. Europa condicionaba el ingreso de España a que fuera una democracia. El rey daba sus primeros pasos con franquistas que había heredado de Franco. Y uno de ellos, Arias Navarro, primer ministro de julio de 1975 al 01 de julio de 1976, recibe el encargo de preparar un proyecto de partidos políticos, pero lo que hace es uno de asociaciones. Arias Navarro al rey le dice: «Majestad, no puedo hacerlo. He hecho la guerra. He perdido un hijo». Y luego renuncia.
Juan Carlos llama entonces a un joven gobernador de Segovia, llamado Adolfo Suárez y “muy listo” como dicen los madrileños. Y que además era el Secretario del Movimiento (¡!), el partido único del franquismo. Según se cuenta, el rey le pide la ley para partidos, y Adolfo Suárez, la generación que no había hecho la guerra civil, que no tenía sangre en el ojo, le dice: «Pero Majestad, ¿cómo sabemos qué quiere el pueblo español? ¡Si aquí no hay consultas desde hace 40 años!». Franqueza castellana.
El Rey cede y se arriesga. Es el 15 de diciembre, es el referéndum nacional y la gran sorpresa: el voto franquista, por la inmovilidad, 2%; y un aplastante 90% por la “reforma política”. Es el nombre solapa para tener elecciones. Pero así comenzaba lo que hoy llamamos “La Transición Española”. Así de controvertida, qué se creen.
Para ello había que dar diversos pasos. Abrevio, si se quería una Constituyente, hubo que disolver las Cortes. Y permitirse la inscripción de partidos. Y aprobar la del perseguido Partido Comunista español. Eso era el quid del asunto. Si no lo incluían, los europeos iban a protestar. En los países de la Europa del oeste, era corriente que hubiese partidos comunistas. Si lo incluían, ardía Troya. Hicieran lo que hicieran el rey y Suárez, iba a haber protestas.
¿Qué pasó? Legalizan al temido Partido Comunista “entre gallos y medianoche” —sí señor— de una Semana Santa de 1977. La gente había ido a comerse la tortilla familiar en la casa de campo, fuera de Madrid, y no hubo un millón de comunistas españoles en las calles sino unos 50,000. Se evitaba, en el largo puente, los líos o follones. Renuncia uno que otro general. Con las primeras elecciones generales, en julio de 1977, comienzan el rey y Adolfo Suárez a desfranquizar España. Fue una “ruptura pactada”. Ya veo la cara de algunos: ¿cómo se come eso?
El Partido Comunista, finalmente, apenas obtiene el 9% de votos. Ganaron otros, liberales y socialistas. Y, lo que cuenta, vuelve la democracia en España.
No es inmoral la astucia para la guerra, la política ni el amor. Los tuiteros tampoco entenderán por qué Romeo y Julieta se tenían que esconder. No todo es transparente. ¿Por qué duerme Jehová a Adán para hacer a Eva?
Por Hugo Neira