Cecilia Bákula
España contra España
¿Tendrá que sufrir una nueva y cruenta guerra civil?
En los últimos días, las noticias que nos llegan desde Madrid y desde no pocas ciudades de España, nos ofrecen un panorama sombrío del futuro de esa querida nación, con la que tenemos, como con ningúna otra, lazos de unión, relación y hasta pertenencia. Guste o no, somos muy algo de España; y España es, en no poco, mucho de nosotros.
Crisis en muchos sentidos y un “estabilidad” que siendo tan enclenque, muestra en su debilidad una forma de gobierno por demás extraña que afecta no solo a España, a toda Europa y repercute en el mundo entero. En España, hoy como nunca, el monarca y la monarquía se nos presentan como un adorno, ya no son los tiempos en los que el rey Juan Carlos, asumió con una valentía impresionante su papel en el famoso 23F, es decir el 23 de febrero de 1981.
Hoy, se podrá decir muchas cosas del monarca emérito pero en ese momento, representó la estabilidad y preservó a la Nación y hoy, que el sistema español parece desmoronarse por un nuevo y bien orquestado golpe de Estado, el monarca se ha sido visto con la firmeza que se podría esperar y no aporta esa voz de respaldo, futuro, tranquilidad y esperanza. En su última aparición pública, en la ceremonia de apertura de las Cortes el 29 de noviembre último , si bien hubo gestos de distancia con el propio Sánchez, en su discurso fue muy vago y solo refirió la obligación de “legar a los españoles más jóvenes una España sólida y unida, sin divisiones ni enfrentamientos”.
Repito que mi apreciación puede tener la percepción que me aportan los medios pero hoy por hoy, lo que sucede en el mundo, lo comparte el mundo entero y vemos que España se va a la deriva si es que no se define entre otras cosas, la legalidad, si es que existe, del gobierno de Sánchez. Pocas veces he escuchado que con mayor probidad de lenguaje se le diga a una persona tantas verdades crudas en su cara sin que se le mueva una ceja y que haya alguien que sea capaz de trastocar leyes, acuerdos y pautas por mantenerse en el poder, que se haya trastocado todo el orden para aferrarse a ser gobierno, sin importar un ápice el destino de una Nación.
Creo que España vive en este momento no solo la crisis del poder constituido y encarnado por Sánchez sino que tiene que enfrentar, además, el recrudecimiento de la voluntad separatista de las autonomías porque no es suficiente el discurso de una infanta ni su presencia en ceremonias, si el rey no secunda con hechos que muestren la voluntad de mantener la unidad y la legalidad política y la ciudadanía no ve en esa instancia de gobierno, un referente de unidad; España vive, además, una terrible descendente curva poblacional a la que no se viene prestando atención y a ello agregamos la grave situación de la creciente migración ilegal que, tarde o temprano pasará factura a esa nación, al margen de crisis de desempleo, altísimas cifras de paro, entre otros muchos problemas por atender.
En medio de esa crisis, empieza a aparecer una reacción que busca defender a la España que sienten que desaparece y surge un nuevo problema que es el enfrentamiento motivado por la fe y la práctica religiosa. En los últimos días, los medios han dado la vuelta al mundo mostrando la agresión policial a grupos que rezaban en la vía pública, principalmente en la Calle Ferraz, cerca al lugar en donde se encuentra la sede del PSOE.
Me llamó la atención no solo la crudeza de la represión, sino el que se prohibiera rezar, en una sociedad que ha sido no solo tradicionalmente católica, que ha evangelizado al mundo sino que prefiere hoy dar libertad a otros cultos y prohibir aquel con el que se identifican sus orígenes. Pienso que quien reniega de sus raíces, poco o nada tiene para ofrecer a las generaciones futuras y, desde este rincón maravilloso del mundo, desde América, veo con tristeza que se pretende afianzar criterios, ideologías, formas de conducta que por sí mismas no son ni modernas ni compatibles con la tradición propia del pueblo español. Bienvenida la modernidad pero ella no implica la destrucción de las raíces porque, ¿de qué servirían ramas nuevas si no están afianzadas en fundamentos sólidos, en cimientos ciertos?
Por otro lado, esa ferocidad represiva me hizo pensar que quienes ordenan la represión actúan, quizá, porque tienen compromisos y deudas que cumplir con quienes reniegan de la fe o, porque están tan seguros –y no se atreven a manifestarlo– que la oración tiene un poder que supera toda acción humana y saben que a fuerza de oración, se ha logrado cambios en el mundo y acciones contra las que el hombre, pequeño, creado y limitado, no podrá nunca oponerse. Tendrán miedo de Dios o recordarán, por ejemplo, la victoria de Constantino en el Puente Milvio o, muy cerca de ellos, la Victoria de Lepanto.
España ha sido cuna de héroes y de mártires y Dios se ha manifestado con especial predilección en esas tierras y con ese pueblo. Quien sabe si por el descuido de ahora le toque a España vivir una nueva y tremenda lucha de reconquista para sobrevivir o, por no prestar atención a sus valores fundacionales, tendrá que sufrir, porque pareciera que la buscan, una nueva y cruenta guerra civil. Ambas calamitosas posibilidades se ciernen de manera tenebrosa sobre el horizonte de esa Nación. Lo señalo a partir de lo que leo y veo y lo expreso con profunda tristeza y preocupación porque nos guste o no, somos en mucho parte de España, somos en mucho herencia de España y ella es también -aunque no le gusta reconocerlo- mestiza por sus propias acciones de hace más de 500 años. Una gran Nación como lo es España debe encontrar una gran respuesta para sobrevivir y salir triunfante de esta triste emboscada en la que, de alguna manera y quizá sin quererlo, la han colocado los propios españoles.
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