Mario Saldaña
En ruta de colisión
Nuevo enfrentamiento entre el Gobierno y la oposición
Ayer por la tarde y noche las versiones online de casi todos los medios y redes sociales eran un hervidero. Como las tribunas norte y sur en un clásico U-Alianza. Como las barras de los equipos del recordado Telemacht de mi niñez (ese programa de la tele alemana que dividía a dos grupos en divertidas competencias). Como los agitadores de una bronca entre dos chicos en el recreo del colegio.
Pese a que los sectores más duros del Gobierno y la oposición fujimorista (ayayeros incluidos) andan de fiesta porque finalmente la confrontación deseada se está dando, los millones de peruanos que estamos a la mitad del sándwich estamos de malas por una sencilla razón: no merecemos este bochornoso espectáculo de amenazas y golpes bajos al interior de la clase política. Peor aún, justo en el momento en que la recuperación económica empieza a asomar, la inversión pública levanta vuelo de a pocos, la inversión privada progresivamente deja una etapa oscura (con la consiguiente mejor perspectiva para la generación de empleo), hay avances visibles y concretos en materia de seguridad ciudadana y, en general, nos estamos levantando del piso.
Es realmente patético y hasta inmoral que dos organizaciones políticas (una representada en el Ejecutivo y otra en el Legislativo), cuyo grado de coincidencia programática es inédito en la política peruana, nos estén llevando a este desenlace que puede derivar en la disolución del Congreso y la convocatoria a nuevas elecciones parlamentarias. Con todo lo que ello significa en cuanto a incertidumbre y retroceso en los ámbitos arriba aludidos.
Es increíble que, en medio de estas circunstancias, los “diálogos” PPK/Keiko hayan terminado siendo un vergonzoso saludo a la bandera. Y que nos hayan arrastrado a este nivel, sin siquiera haber establecido una sola mesa de trabajo o algún espacio de consenso. No puede ser que la ministra Martens haya mostrado más voluntad de diálogo y de solución a problemas concretos con los sectores más radicales del magisterio, que el presidente y la jefa de la oposición. ¿Es acaso tan poco el amor por el Perú? ¿Tanto importan las perspectivas políticas electorales del mediano plazo?
Pero las cosas hay que decirlas completas. Es cierto que el Gobierno es débil, no tiene liderazgo, exhibe muy escasa iniciativa política, es desalineado y su bancada congresal anda a su suerte. Pero el pedido de censura a la ministra Martens, que acordó Fuerza Popular el martes por la noche, terminó por darles la razón a los sectores más antifujimoristas. Los naranjas actuaron deslealmente durante las negociaciones entre el Ejecutivo y una facción del magisterio, recibiendo a los radicales y afines al Movadef. Y ahora aprobar la censura contra la ministra —en buena cuenta y sin haber exhibido ni una sola propuesta o alternativa en relación a la actual gestión del Minedu— es regalar su cabeza en bandeja y otorgarle un triunfo político —que nunca obtuvieron— a los sectores violentistas y antisistema.
La reacción del Gobierno, con este pedido de confianza y en mérito a la censura, se justifica como medida extrema. La alternativa sería, ahora sí, sujetarse a una serie de condicionalidades del fujimorismo, que en buena cuenta es atarse de manos.
Siento todo esto último cierto, en nada niega lo antes dicho: la patética aversión del político peruano al diálogo y a pactar en beneficio del país. Ojalá la colisión no se produzca; si sucediera, las facturas políticas que varios tendrán que pagar serán muy considerables.
Mario Saldaña C.
@msaldanac
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