El país se reactiva

Semanas atrás, en este mismo espacio, decíamos que “claramente la opinión pública toma partido en favor de la gobernabilidad, el estado de derecho y la estabilidad social aun cuando se muestre inconforme con Dina Boluarte”. Y al mismo tiempo anotamos las ganas de la progresía, el senderismo y todo el espectro izquierdista de reeditar LAS asonadas insurgentes con el fin de imponer una nueva Constitución, nuevas elecciones y el cansino “que se vayan todos”.

Bueno pues, recientes datos muestran indicios de una recuperación económica en concordancia con el modelo económico heredado de los noventa; recuperación económica necesaria para ofrecerle al país estabilidad social. Hace unos días, por televisión, Antonio Castillo, gerente general de la Sociedad Nacional de Industrias, hizo importantes anuncios. Dijo que un 59% de los industriales asegura que su producción aumenta y que, un 53%, incrementan sus ventas, siendo los bienes de consumo los que más crecen. Y que el sector construcción, el que moviliza otros sectores comerciales e industriales y contrata mano de obra especializada y joven, creció 9.1%.

A nuestro entender, el dato más relevante y alentador es el aumento del número de contrataciones. Surgen nuevos puestos laborales necesarios para reducir la pobreza; empleos con todos los beneficios de ley. Castillo dijo que del 16% de contratos registrados en octubre pasado, estos se elevaron a 46%. Una demostración de confianza a pesar del reinado de la delincuencia avezada, el ensordecedor ruido político y la desconfianza generada por las malas acciones del Ministerio Público y JNJ. 

No obstante el avance, todavía estamos ubicados bastante lejos de los niveles alcanzados durante el segundo periodo presidencial de Alan García. Los proyectos mineros La Bambas y Tía María –denominados emblemáticos por su trascendencia– continúan en veremos. El esfuerzo político del ministro del sector Minas, Rómulo Mucho, no alcanzaría para vencer a toda esa artillería antiminera ubicada en los Andes, en medios, academia y opinión pública, sin posiciones firmes sobre el significado del aprovechamiento de los recursos naturales. 

Estudios realizados hace años por el Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico (Ingemmet) señalan que si los US$ 60,000 millones de inversiones estancadas estuvieran en producción, al 2050 las actividades mineras aportarían al erario nacional US$ 547,000 millones, monto necesario para reducir grandemente la deficiencia vial e invertir en redes eléctricas e Internet, sistemas de agua y saneamiento, colegios, carreteras y todo aquello que la población exige. Con ese nivel de producción minera, la pobreza sería de un dígito y el crecimiento de la producción de dos. Seríamos el país de todos los sueños. Un despertar parecido al ocurrido en los noventa. Pero no. 

Contra todo, aún cuando las agroexportaciones –el otro pilar de la economía nacional– están abandonadas por la ausencia de una nueva ley de promoción agraria, el crecimiento estimado por el Banco Central de Reservas para el cierre 2024 sería 3%. Es algo muy bueno, después de todo el panorama de depresión originado por la presidencia de Pedro Castillo y sus intenciones de poner al país en el nivel cubano. 

La victoria está lejos de ser cantada. Los enemigos del desarrollo y bienestar no dan tregua; izquierdistas y socialistas no descansan, tampoco la delincuencia común y organizada. La parsimonia estatal amarrada a una burocracia mafiosa enquistada en las instituciones todavía detiene con su tramitología la velocidad de las inversiones y el ingenio de los innovadores. Además los “errores” políticos continuarán. El escándalo de los relojes y las alhajas usadas por la presidenta afectan la moral de la población por el origen incierto de las joyas y la manera tan desubicada de exhibirlas. Sin embargo, inversionistas y trabajadores siguen adelante, como se dice en la calles, “haciendo patria”, inspirados en sus propias convicciones.