Manuel Gago
El frustrante camino al desarrollo
Aproximaciones al estancamiento nacional
La pandemia del coronavirus y sus consecuencias letales nos alejan del desarrollo social y económico. Perú, primero en número de personas fallecidas por Covid-19 y políticas de represión y encierro. Por la demagogia irresponsable de los políticos, aceptada por diversos sectores de la población, el futuro del país es incierto.
El crecimiento económico no basta. Con el boom agroexportador ha surgido una nueva clase media rural, con un 78% de micro y pequeños empresarios que son parte del círculo exportador. No obstante, para hacer del campo (geográficamente adverso) una posibilidad resulta impostergable resolver los títulos de propiedad para hacer de los propietarios sujetos de crédito, construir vías de comunicación para alcanzar todos los mercados, ejecutar proyectos hídricos para ampliar la frontera agrícola, ofrecer información técnica para saber qué, cuánto y cómo producir, y promover la asociatividad para reducir esfuerzos y dispersión de gastos. Los 2.2 millones de pequeños productores agrarios ansían ser parte de los mercados internacionales. Por eso, decisiones como la compra del exceso de producción de papa por parte del Estado conducen al proteccionismo y la corrupción.
Por su lado, la transformación de la zona andina lograda por la minería sería mayor y consistente si la renta, el canon y las regalías generados por el sector –que aumentan los presupuestos de las localidades minera– fueran destinados a obras excepcionales, en lugar de al gasto corriente y el consumo realizados por las municipalidades y gobiernos regionales. Lo sucedido recientemente en la mina Antapaccay, en Cusco, es un ejemplo malo: los recursos obtenidos de la minera por convenio, destinados para obras consensuadas en las comunidades, son atomizados en los bonos de emergencia.
La descomunal informalidad económica (75%) entrampa las oportunidades de mejorar. Informalidad que se extiende por normas que, en lugar de favorecer a los trabajadores, los condenan a la precariedad. Por una sentencia del año 2000 del Tribunal Constitucional (TC), los trabajadores despedidos son restituidos en sus centros laborales. Desde entonces, los contratos temporales aumentaron, en lugar de los permanentes. Por Contrato Administrativo de Servicio (CAS), el Estado es el primero en violentar la seguridad del empleo público. Asimismo, por el exceso de normas obstruccionistas y pérdida de confianza en el país, las inversiones se postergan y la informalidad se multiplica. De esta manera, el “recurseo” continúa siendo parte de las mayorías.
La falta de diversificación industrial también nos aleja del desarrollo sostenido. El litio, que pondría a Perú en el mapa de la innovación –producción de carbonato de litio y fabricación de baterías y autos eléctricos–, no entusiasma a burócratas ni a políticos. Chile, Argentina y Bolivia avanzan a pasos agigantados, mientras se estanca el proyecto de litio en Macusani, en Puno, uno de los yacimientos más grandes del planeta.
Y sobre el fracaso de la educación, la responsabilidad es compartida por el Estado y docentes ideologizados. Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática, menos del 30% de escolares ofrece resultados educativos satisfactorios en comprensión lectora y matemáticas. Por la educación mediocre y ausencia de oportunidades, un 18% de jóvenes entre 15 y 29 años ni estudia ni trabaja. Según el informe educativo PISA, Perú continúa en el puesto 64 de 79 países evaluados. ¿Para qué aumentar el presupuesto educativo si continuarán las políticas del fracaso? ¿Acaso para privilegiar los gastos en publicidad y consultorías y asesorías de lo mismo (copy and page)? El panorama educativo es deprimente: 50% de niños en edad escolar afectados por la anemia y desnutrición. Niños cansados, sin capacidad para la concentración, entendimiento y asimilación de conocimientos.
¿Por la pandemia del coronavirus relucen todas las malformaciones sociales y políticas? ¿Oportunidad para una “nueva normalidad”, libre de todo lastre después de 200 años de emancipación? No es pesimismo: la realidad es como es y no como quisiéramos que sea.
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