Mario Saldaña
Doble estándar ambiental
Cómo las anteojeras ideológicas dañan a los pobres
El Gobierno se ha visto en la obligación de denominar “paquete de medidas para la reactivación económica” a los últimos proyectos enviados al Congreso para su debate y aprobación que, en buena cuenta, podrían resumirse en un conjunto de iniciativas tendientes a reducir en algo los obstáculos, sobrecargas y sobrecostos que supone el Estado peruano para cualquier tipo de emprendimiento o inversión.
Se ha señalado que, aunque a destiempo (andamos ya por el 2% de crecimiento mensual), vale el esfuerzo, y será necesario complementarlo con otro tipo de medidas, como por ejemplo, normas de flexibilización laboral que han resultado muy apropiadas y exitosas en el caso del sector PYME y en el rubro agrario, especialmente, el agro exportador.
Pero quiero llamar la atención sobre un hecho crucial. Este inicio de reforma muestra el sinsentido que puede significar la sobreregulación en una economía en crecimiento y consolidación como la peruana. Y desde esa perspectiva, resulta increíble, por ejemplo, cómo para la izquierda y algunas ONG ambientalistas puede terminar siendo absolutamente aceptable que el país pague el costo de un menor crecimiento. por la falta de inversión privada, que lleva como contrapartida menos empleo formal y menos reducción de la pobreza, por el solo hecho de mantener estándares de regulación ambiental por encima de lo razonable.
Asimismo, es elocuente cómo los aludidos ponen todas su balas en los sectores extractivos (minería, petróleo, energía, gas, etc), que al día de hoy, en su gran mayoría, lideran el respeto y cumplimiento de normas socioambientales en el Perú, pero le otorgan cero importancia a los más graves casos de daño e incumplimiento ambiental, como son el caso del transporte público (quien se para hoy en la Av Abancay probablemente tenga más daño a su salud que un poblador de La Oroya), o ese gran desperdicio a un recurso tan caro y escaso que es el agua, que vemos en grandes zonas agrícolas con cero tecnificación y que siguen utilizndo al riego por inundación.
Pareciera que la izquierda ha parcelado su nueva lucha reinvindicativa e ideológica: “acá los que contaminan son las mineras, petroleras o gasíferas (sin son transnacionales con mayor razón), pero no el pobre conductor de la combi y menos el pobrísimo agricultor de la sierra”.
Esta izquierda criolla piensa así: “Unos son millonarios, los otros pobres. Unos tienen toda la plata del mundo para que asuman todos los sobrecostos regulatorios ambientales y sociales (incluso están en la obligación de poner carreteras, postas, escuelas, porque ESTÁN en la obligación de ser socialmente responsables). En cambio a los otros, pobres, hay que entenderlos (claro, como hasta hace poco la izquierda “entendía” a la minería ilegal e informal, o al contrabando). A estos hay que darles plazos laxos, condonarles todo y ayudarlos a que, de a poquitos, vayan pasando por el aro de la legalidad”.
Ese es el inaceptable doble estándar que hay que combatir y rechazar de algunos seudo ambientalistas para quienes el respeto al ambiente tiene pocos objetos con nombre y apellido, pero muchos otros a los que es mejor no mirar, o solo de costadito.
Por Mario Saldaña
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