Darío Enríquez

Dimensión humana de la destugurización de Lima

Los ocupantes de predios tugurizados siguen siendo ignorados

Dimensión humana de la destugurización de Lima
Darío Enríquez
09 de noviembre del 2021


En esta ocasión, continuamos con el tema de la persistente tugurización de nuestra ciudad capital, para tratar sobre una de las cuatro dimensiones de intervención que identificáramos en nuestro anterior artículo sobre el particular (*). Nos extenderemos hoy sobre la dimensión humana en la problemática de la tugurización del Centro Histórico de Lima. Revisando el “Plan Maestro del Centro Histórico de Lima 2019 al 2029 (con visión al 2035)”, encontramos que estos son sus tres lineamientos estratégicos fundamentales (pág. 5 del resumen ejecutivo):

* Eje estratégico I: El Centro de Lima como paisaje histórico cultural que realza los valores excepcionales del patrimonio de Lima

* Eje estratégico II: El Centro de Lima como centro vivo y lugar atractivo para residir e invertir

* Eje estratégico III: La zona monumental de Lima como centro metropolitano de carácter tradicional, cultural y turístico, integrado a la ciudad” 

No es evidente encontrar referencias directas a la dimensión humana en el Plan Maestro. El segundo eje estratégico lo menciona lateralmente, pero no habla de los actuales propietarios, inquilinos y ocupantes de predios, sino de la “atractividad” para residir e invertir en el Centro Histórico. Según cifras del propio “Plan Maestro”, más de 100,000 personas habitarían en predios tugurizados en el centro histórico y más de 500,000 personas son afectadas de manera directa e indirecta por la presencia de estos tugurios, físicamente precarios y socialmente lumpenizados en su gran mayoría.

Según el censo de 2007, un 40% de los inmuebles de Lima son habitados por sus propietarios, en tanto el 60% restante son inquilinos u ocupantes. Debido a la gran informalidad que también afecta el alquiler de viviendas, hay un espacio bastante matizado de diversas modalidades entre el inquilinitato formal y la ocupación precaria, donde podemos encontrar el fenómeno de la tugurización con una persistencia preocupante.

Los planes de renovación urbana han identificado inmuebles ruinosos que deben ser demolidos y cuya ocupación se desaconseja por ser inminente la ocurrencia de un siniestro que pondría en peligro la integridad física de quienes lo habiten. Sin embargo, muchos de esos inmuebles ruinosos están ocupados. Otros podrían ser restaurados y en general, si se trata de espacios residenciales, hay la posibilidad de desarrollar proyectos civiles que procuren vivienda adecuada a familias que hoy viven en una precariedad por debajo de lo mínimo que se requiere en habitabilidad urbana.

El desalojo violento de ocupantes o de inquilinos precarios debe evitarse. Teniendo en cuenta que hay un porcentaje importante de inmuebles tugurizados que tienen propietarios con registro predial en orden, en estos casos debe coordinarse una solución desde el respeto irrestricto a la propiedad privada. Sin embargo, en casos donde hay propiedades en disputa o registros prediales no perfeccionados, debe abrirse a una negociación entre las partes involucradas, reconociendo tanto el derecho de los propietarios fallidos como de los ocupantes a participar de esa negociación. No debe descartarse una suerte de arbitraje por parte de la autoridad para que se perfeccionen los títulos y también se reconozca el derecho adquirido por los ocupantes precarios en caso que el predio no tenga propietario que lo reclame como suyo. Por eso es que casi puede asegurarse que cada una de las 250 manzanas con problemas de tugurización, responde a un conjunto específico y único de características, debiendo actuarse en consecuencia a ello con proyectos de intervención que atiendan correctamente esa especificidad. Lógicamente, hay elementos transversales (generales) que deben ser tomados en cuenta, pero más temprano que tarde, se decanta la necesidad de soluciones a la medida de cada caso particularizado.

Debemos analizar, conocer y considerar la situación de cada familia y de cada ciudadano que habite en los tugurios. Se encuentran allí por algo. Unos llegaron porque no podían asumir el alto costo de alquilar en otras zonas de la ciudad. Otros han “heredado” el inquilinato de sus padres o abuelos y ahora, con un inmueble cuya sucesión no ha sido perfeccionada, se encuentran sin propietario formal. Algunos siguen pagando “algo” al supuesto sucesor, otros simplemente dejaron de pagar debido a la incertidumbre por la disputa de diversos candidatos a la sucesión. Además, hay subarriendo y hasta simple ocupación precaria. También hay quienes buscan la oportunidad de “ganar algo” si es que -como ha sucedido en más de un caso- un inversionista privado toma control formal del inmueble e “indemniza” a los ocupantes precarios para que se vayan “por las buenas”. En todo caso, el desalojo violento es una opción no deseada y solo explicable por excepción si se hubiere agotado todas las vías de negociación que sea posible abrir.

Tengamos en cuenta que los tugurios son “bolsones” de pobreza, por lo que muchos de sus ocupantes han logrado hacerse de una rutina de vida y trabajo al borde de la subsistencia; un cambio en la ubicación de su vivienda y en sus desplazamientos para el lugar en el que laboran, puede provocar costos adicionales inadmisibles por afectar significativamente su economía doméstica y su ya deteriorada calidad de vida.

Al mismo tiempo, debemos tener en cuenta que lograr una mejora sustantiva de las condiciones de vida de ciudadanos que hoy viven en espacios tugurizados no es incompatible con proyectos en los que participen inversionistas privados. No hay ningún problema con que ganen utilidades legítimas, propiciando a su vez empleo, oportunidades y desarrollo económico local que favorezca justamente esa mejora en las familias de zonas tugurizadas. No se trata de subsidios, de bonos y de gasto “social” estatal, sin mayor retorno que pretensiones populistas de políticos, muy dados a dilapidar dinero ajeno sin mayor eficacia, obteniendo siniestros beneficios propios.

De este modo, creemos que la dimensión humana debe formar parte del análisis de la situación y de toda propuesta de intervención en la destugurización del Centro Histórico de Lima. Después de todo, la persona humana es el fin supremo de nuestra sociedad y del Estado ¿Cierto?

* https://elmontonero.pe/columnas/una-lima-que-no-se-va-tugurios-que-persisten

Darío Enríquez
09 de noviembre del 2021

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