Cecilia Bákula

Derrotero para la cultura

Los retos para la ministra Guillén

Derrotero para la cultura
Cecilia Bákula
15 de diciembre del 2019


Tremenda tarea que ha asumido la doctora Sonia Guillén. Ella es una gran profesional, con reconocida valía y experiencia en su campo, quien llega al Ministerio de Cultura en una coyuntura muy especial. En lo que va de este Gobierno, ha habido una triste sucesión de ministros, lo que necesariamente causa gran inestabilidad en el sector. Se llega a tener la percepción de que se trata de un ministerio muy difícil de llevar adelante. O que quizá no ha sido posible satisfacer las grandes expectativas que se tiene de esta joven cartera, cuya labor de promoción, defensa y gestión, ha de ser transversal a toda la actividad nacional. O que no ha recibido el apoyo y respaldo que requiere la autoridad responsable de velar, promover y afianzar todas las formas de acción, creación y gestión cultural –que en nuestro país son vastas, innumerables, milenarias, contemporáneas y de extraordinaria calidad–, que sin duda marcan y definen nuestra propia esencia e identidad como Nación.

No es necesario hacer un recorrido por la secuencia de los últimos ministros, ni señalar el poco tiempo de su permanencia en el cargo, pues eso puede deberse a situaciones puntuales asociadas a la realidad política. Lo que deseo destacar es mi visión del poco compromiso que existe desde las altas esferas del Gobierno hacia el sector cultura. No hemos superado el prejuicio que lo considera como algo no indispensable, que se le valore tangencialmente, que se le tenga como un sector lateral. Craso error, pues sin cultura no hay desarrollo, no hay progreso, no hay identidad, no hay equidad, no hay futuro.

Es en ese sentido que le corresponde a la doctora Guillén una tarea titánica de recuperar la percepción positiva que se debe tener hacia el Ministerio de Cultura que sin duda merece ser considerado como fundamental, indispensable y tan o más necesario que cualquier otra cartera existente en el país. Y ese logro estará sustentado en la toma de decisiones difíciles, como la indispensable reorganización del propio Ministerio, que ha crecido de manera desmedida y no ha multiplicado su eficiencia.

Los temas álgidos están asociados, por ejemplo, a la definición que se espera respecto al aeropuerto de Chinchero. Hasta ahora, no ha habido, por parte del Ministerio de Cultura, un pronunciamiento claro que pueda ser entendido como un mensaje realista que explique el costo cultural del proyecto, o que haga hincapié en la posibilidad de enmendar los daños causados y mitigar el impacto futuro. El silencio en este tema no puede ser comprendido como la anuencia a un atropello a un área de alto y complejo valor; se entiende como incapacidad o como temor. Y ninguna de esas actitudes permiten a la población ver en el titular del sector Cultura a una autoridad, sino a un obsecuente. No se trata de un enfrentamiento con otros sectores del Gobierno; se trata de decir la verdad y explicar, en caso de que así sea, la necesidad de asumir ese costo. Al margen de mi opinión personal sobre ese proyecto y la nube turbia que lo rodea, es indispensable un pronunciamiento técnico y formal. Y todo ello es una oportunidad para una profesional como la doctora Guillén, cuya voz es escuchada con respeto en muchos foros.

Otros asuntos también ocuparán su tiempo: la necesaria actualización de la Ley de Patrimonio Cultural, adecuándola a la realidad actual; la formulación de una política cultural de largo alcance y la lucha para obtener una Ley de Mecenazgo que permita, con beneficios de retorno, la inversión privada, tanto en la recuperación y conservación del patrimonio monumental como en la promoción de artistas, elencos, industrias culturales. Y ello no solo en Lima, sino en las labores asociadas a las direcciones desconcentradas.

A la ministra le corresponderá proponer y definir dos asuntos fundamentales: la museografía que debe implementarse en el MUNA y la recuperación del emblemático Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, cerrado hace ya algún tiempo y sin visos de renovación. Y al margen de todo ello, debe liderar la propuesta nacional hacia el Bicentenario, efeméride que no debe desperdiciarse. No debe merecer solo una placa, sino un proceso de reflexión respecto a nuestro propio ser nacional, el análisis del sueño fundacional y la visión del Perú como país hacia el tercer siglo de existencia como nación soberana.

Si la doctora Guillén asume, como creo que hará, las riendas del sector y las sujeta con firmeza, podríamos estar ingresando a un período de estabilidad y de logros. Y también de esperanza en la consolidación del respeto que merece y requiere el sector cultura, del que depende nuestra propia esencia, diversa, pluricultural y rica.

Cecilia Bákula
15 de diciembre del 2019

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