Cecilia Bákula
De extremo a extremo
El difícil camino para salir de la crisis
Como se habría dicho años atrás, parece que el Perú está destinado a ir de penca en penca, de sobresalto en sobresalto y que no hemos podido encontrar la manera de tener un desarrollo político, económico y social mantenido y sostenido en el tiempo.
Pienso en una reflexión que hacía mi padre, el embajador Juan Miguel Bákula, cuando refería su casi angustiada preocupación porque no encontraba, ni encontró, elementos sustantivos para establecer los criterios de Nación y Estado en una realidad tan poco estable. A él le gustaba mencionar los ciclos de larga, mediana y corta duración que había aportado Fernand Braudel, para comprender la duración de los procesos históricos; este investigador social francés, notablemente lucido, produjo importantes obras pero fue en El Mediterráneo y el Mundo Mediterráneo en tiempos de Felipe II (1),en donde aborda con claridad meridiana la complejidad de los tiempos históricos. Pero todos quedan enmarcados en una cierta tendencia o equilibrio cronológico y, a la larga, los ciclos cortos son parte de los mayores. Y así, según Braudel, se estructura el devenir histórico.
Traslapando un poco los datos, parece que esas aseveraciones, tan lúcidas y aplicables a otras sociedades, como la europea que él analiza, no hacen más que comprobar que la nuestra es una experiencia histórica aún por estructurarse. Y que como dueños de nuestro tiempo –y por lo tanto, como somos también constructores del futuro–, no hemos logrado crear un concepto y una práctica de lo que es, debe ser y quisiéramos que fuera nuestra Nación, nuestro Estado, nuestro país.
Y ello es porque a lo largo de estos 200 primeros años, hemos vivido de extremo en extremo, superando cada crisis, cada mal gobierno, cada mala decisión, cada acto fallido, como para no ahogarnos. Pero sin haber aprendido la lección de que es indispensable construir, ahora y no mañana, un ensamblaje coherente con miras a un futuro que deje ser de angustias y sobresaltos, para conducir la nave a puerto seguro.
En nada significa esto que la historia de los pueblos es unilineal. Pero sí se requiere reconocer los momentos más álgidos, los más altos y los más profundos para evitar esos extremos que, a la larga, destruyen lo mucho o lo poco que se pueda haber avanzado, manteniendo lo que se ha logrado y adecuando el rumbo para llegar a una sostenibilidad en el tiempo.
En este proceso electoral vemos cómo se repite de alguna manera la historia de cada vez que vamos a las urnas. Debemos elegir y no solo ir a votar. Y en muchos casos se optará no porque el que sea ideal, completo, ni siquiera el mejor, sino porque es el menos malo. Y en ese abanico de candidatos, si bien hay algunos que no merecerían ni siquiera estar en la contienda, hay otros que podrían poner un toque de humildad tanto como de crudo realismo y unirse para formar gobiernos no solo con legalidad, sino con indiscutible legitimidad que es, en mucho, lo que permite que el gobierno y el mando sean una realidad eficiente.
No cabe duda de que para aumentar los males y el desbalance –en lo político, económico, social y la carencia de valores–, la epidemia ha sido como un golpe de gracia para el país en este momento. No alcanzamos a imaginar, ni siquiera vislumbrar, en qué condiciones tendrá que gobernar quien asuma el mando y se enfrente a la crudísima realidad de que la preocupación de los ciudadanos no es ya amanecer sanos y no contagiados, sino enfrentar la aguda crisis estructural que golpeará a muchos, a casi todos. Y ese golpe, sin sustento de poder, sin un norte como objetivo, con una sociedad quebrada y sin valores, será muy difícil de manejar.
Y en ese momento, que llegará, veremos cómo la petulancia de muchos les quiso hacer ver que eran ellos mismos una posibilidad de futuro; cómo la ceguera de otros, mezclada con soberbia no permitió ceder para ser fuertes en la unión y para no perder lo que con tantísimo esfuerzo se había logrado mantener a manera de frágil equilibrio en las últimas décadas.
Nuestro país es un enfermo muy grave, de pronóstico reservado. Por ello es indispensable que este 11 de abril, al momento de elegir, casi podamos dejar de lado un voto asociado a una tradición cuasi partidaria para elegir a quien, en conciencia, entendemos puede ser el piloto de esta nave a la deriva. Tenemos un proceso electoral demasiado fragmentado, con candidatos tan variopintos, a veces parecidos, a veces tan distantes y sobre todo tan poco dotados de las herramientas indispensables para gobernar.
Recuerdo acá, una vez más, la lapidaria pero ciertísima expresión de Angela Merkel, quien señaló que no se llegaba al gobierno para conocer los problemas, sino que se llegaba porque se tiene las herramientas para solucionarlos. Y como para entender nuestro proceso histórico, vale la pena recordar sus palabras: “A veces, en la historia, hay que estar preparado para el largo recorrido”. Es decir, optemos por consolidar nuestro futuro. Y eso debe hacerse hoy, sin olvidar que a nada nos conduce el ir de extremo a extremo.
1. Este libro es el resultado de una larga investigación con la que optó el grado de Doctor y fue publicado en 1949 por la editorial Armand Colin, en París.
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