Pedro Corzo
Caridad del Cobre, cubanía y destierro
La fe católica es parte de la identidad cubana
La Virgen de la Caridad del Cobre es para la mayoría de los cubanos un símbolo nacional de igual relevancia que la bandera, el escudo o el himno de Bayamo. La Caridad y José Martí son los referentes de muchas de las propuestas que surgen en la Isla ya que representan, sin duda alguna, lo mejor de nuestro quehacer como pueblo.
“Cachita,” como le dicen sus fieles, no es solo de la Iglesia Católica, es parte esencial de Cuba como nación. Por esa razón me recordaba el escritor José Antonio Albertini, que fueron los veteranos de nuestra Guerra de Independencia, los mambises, quienes en 1915 pidieron al Papa, Benedicto XV, que declarara a la virgen patrona de Cuba.
El castrismo manipuló el significado de la Caridad en aquel fatídico 1959, al igual que lo hizo con la vida y obra de José Martí. La oposición al naciente totalitarismo también se volcó a la Virgen y a Martí en busca de protección e inspiración para luchar contra quienes estaban destruyendo las raíces de la nación cubana.
Numerosos fieles y luchadores por la libertad y su fe murieron en su defensa; como el joven Arnaldo Socorro, asesinado en una procesión de la Virgen en La Habana, en septiembre de 1961. Centenares perecieron en el paredón de fusilamiento y otros muchos fueron a las cárceles por largos años. Sin embargo, a pesar de la represión de los carceleros, esos creyentes enriquecieron su fe y hasta sus prácticas religiosas.
Otra penosa consecuencia del totalitarismo fue el exilio. Miles de miles debieron dejar sus viviendas e iniciar un peregrinaje en el que paradójicamente su amor a Cuba y la fe en su Virgen se fortalecieron. No abandonaron los valores patrios y tradiciones, tampoco a la Iglesia, al extremo que más de seis décadas después siguen venerando a Cachita y amando cada rincón del país que dejaron atrás. Como escribiera José Martí, “solo son bellas las playas del destierro cuando se les dice adiós”.
Para muchos las penurias del destierro fueron más llevaderas gracias a sus creencias religiosas. Y lo evidencia la construcción en Miami de la Ermita de la Caridad, el Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Caridad, un lugar muy especial en la conciencia de todos los cubanos, con independencia de si es creyente o no, que el insigne Monseñor Agustín Román fundó y del cual fue su líder espiritual hasta su muerte.
Escribo sobre esta integración de La Caridad y Cuba porque el pasado fin de semana la amiga Betty Hodgsond nos invitó a su casa para participar en la celebración anual del Día de la Virgen, costumbre que práctica desde hace muchos años. A Betty la conocí hace varios años cuando realizamos el documental “Guevara: anatomía de un mito”. Ella es hija de uno de los muchos asesinados por Ernesto “Che” Guevara, el teniente José J. Castaño Quevedo, quien fuera el jefe del BRAC, Buró de Represión para las Actividades Comunistas. Un hombre íntegro que, según afirman muchos, fue ejecutado por el castrismo por sus amplios conocimientos sobre cómo operaba el comunismo en Cuba y en todo el hemisferio.
En cuanto entramos al salón mi esposa y yo fue como si me hubieran transportado a una esquina cubana. Sobre una pequeña mesa, en un improvisado altar, estaba una imagen de la Virgen. Fue un impacto fortísimo. Sentí una simbiosis única entre mi ideal de Cuba y La Caridad. Fue algo muy raro, porque confieso no ser devoto de ninguna representación religiosa; pero me conmovió apreciar una vez más que el tiempo transcurrido, décadas, había aumentado el amor por sus raíces en hombres y mujeres de diferentes edades y experiencias.
Hace un sinfín de años, era un adolescente, Mariano Arencibia –“Neno”, un tío político– me dijo: “Oye ese danzón”. Y le respondí, en tono despectivo, que no me gustaba esa música. Su respuesta ha sido una enseñanza eterna: “Si te sientes cubano, mientras más tiempo pase más te gustará, porque esa música es Cuba, igual que La Caridad”. Confieso que ha sido así, escuchar un danzón, como ver la imagen de la Caridad en casa de Betty, fue como un temblor de tierra en Santa Clara.
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