Pedro Corzo

El totalitarismo de corcho

Los países benefactores de la dictadura cubana

El totalitarismo de corcho
Pedro Corzo
11 de noviembre del 2024


En los primeros años de la Cuba republicana se acuñó una frase, hoy casi olvidada: “La isla de corcho”. La frase es atribuida a Orestes Ferrara, un ítalo cubano que combatió en la Guerra de Independencia, en la que alcanzó el grado de coronel, y que sirvió en la República como profesor, diplomático, político y escritor, siendo muy próximo a dos presidentes, Jose Miguel Gómez y Gerardo Machado.

Ferrara, autor de numerosos libros, fue propietario del periódico El Heraldo de Cuba, el de mayor circulación durante un periodo de tiempo. Al parecer, el napolitano conoció muy bien la idiosincrasia de los compatriotas que había adoptado, tanto que nunca se vinculó al castrismo, abandonando el país para serle confiscado sus bienes, incluida residencia y una monumental biblioteca. 

Era un hombre agudo y talentoso, testigo excepcional de la capacidad de los isleños para superar los infortunios más espinosos en los campos económicos y políticos, lo que lo impulsó a crear una de las expresiones más populares de su tiempo, no obstante, el término, nunca se ajustó tanto a la realidad como bajo el totalitarismo.

El totalitarismo castrista es realmente de corcho porque viene haciendo agua desde el momento que asumió el control del país. El régimen no cesa de aparentar que está en una situación terminal, sin embargo, no nos hagamos ilusiones, la capacidad de supervivencia del castrismo es superior a la de las cucarachas, ya que, al fin y al cabo, ambos proceden de la misma pestilencia.

El pésimo manejo de la gestión económica por la nomenclatura del castrismo no tiene paralelo en nuestra historia. Sin mencionar la habilidad para mendigar de los funcionarios públicos, lo que ha hecho posible que 65 años de fracasos acumulados hayan potenciado el corcho que hace flotar el régimen.

Los flotadores del régimen han sido numerosos, aunque el lugar de honor le corresponde a la extinta Unión Soviética. Fueron millares de millones de dólares junto a gigantescos recursos materiales los que recibió el castrismo del Kremlin los que aparentemente fueron lanzados a la fosa de Bartlett, porque con infinitamente menos caudales, durante la República imperfecta, se construyeron las obras que todavía distinguen a nuestro país.

A pesar de las regalías soviéticas y del también desaparecido bloque socialista, los isleños siempre han vivido en la miseria y en la oscuridad. La escasez sistémica, establecida por regulaciones en el consumo, libreta de abastecimiento, y la ausencia deliberada o forzada de productos, ha situado a los cubanos en niveles de subsistencia.

Paradójicamente un régimen enemigo del capitalismo, de la propiedad privada y de la más modesta afirmación de libertad individual, ha contado la mayoría de las veces con la buena voluntad de banqueros e inversionistas. Muchos han sido los que han cabildeado por años ante gobiernos y empresas para invertir en la Isla, a pesar de nunca contar con garantías. El gobierno cubano le debe a la banca internacional miles de millones de dólares. Y a estados como el argentino cerca de US$ 15,000 millones, de una deuda que se extiende a 50 años.

Otro genuino benefactor del totalitarismo cubano ha sido la autocracia venezolana. Hugo Chávez y Nicolas Maduro han facilitado a La Habana otros miles de millones dólares que han sido malgastados con rara diligencia, situación que todo parece indicar se repetirá con México, puesto que el expresidente Manuel López Obrador ha desarrollado un plan de limosnas al totalitarismo que su sucesora, la presidenta Claudia Sheinbaum, ha continuado.

Las ayudas internacionales al régimen han sido muy útiles en términos económicos; pero lo ha sido aún más en los aspectos políticos, porque ha convencido a la clase dirigente y al cubano de a pie, que siempre encontraran un idiota útil que les sacara las castañas del fuego.

El usufructo de la miseria no conoce límites. Siempre se puede ser más miserable y mientras más profundo sea el abismo, la más mínima esperanza de dejarlo atrás es un incentivo para la mayoría de las personas, lo que los conduce a no actuar si hay un aviso de peligro.

El desaliento en Cuba va a cumplir en breve 66 años. La frustración acumulada es consecuencia de la suma de fracasos, de sueños rotos, de que la oscuridad casi permanente, aunque sea de día, se come las esperanzas.

Pedro Corzo
11 de noviembre del 2024

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