Carácter y determinación para salir adelante

El fracaso del fútbol peruano de cara al mundial 2026 nos deja una serie de lecciones, y pone sobre el tapete lo que se dice con frecuencia, que el deporte, arte y literatura reflejan el espíritu de la sociedad. La pregunta es, entonces, la de siempre: ¿es el entorno determinante en el desarrollo personal?  

Para el escritor francés Jean-Francois Revel, un africano radicado en Londres puede comportarse como cualquier caballero británico. Por naturaleza, el hombre puede incorporar en su ser costumbres y valores de la sociedad elegida. El filósofo español José Ortega y Gasset va más allá: “Es falso decir que en la vida deciden las circunstancias. El que decide es nuestro carácter”. La conciencia, personalidad y ganas son más potentes que cualquier situación adversa. Sin embargo, tales virtudes están poco arraigadas en ciertos lugares.  

Las comunidades desarrolladas, con estabilidad política y social, muestran niveles bajos de pobreza, desempleo y criminalidad. Sus estándares educativos están por encima de la media y brindan oportunidades de prosperidad a sus jóvenes. Políticos y empresarios alientan la creatividad, innovación, ciencia, tecnología y cuidados medioambientales. Hacen posible la felicidad auténtica. 

Según instituciones globales, Vancouver y Calgary en Canadá,  Zurich y Ginebra en Suiza, Melbourne y Sidney en Australia y Viena en Austria son ciudades ideales para vivir. Comparar, dicen, no es buena idea; sin embargo, vale saber por qué unos pueblos progresan y otros quedan estancados.

Polonia y los países de la cuenca del Pacífico copiaron y mejoraron los programas educativos de Finlandia y ahora superan al país escandinavo en las evaluaciones PISA. Además introdujeron en sus escuelas ideales de prosperidad en lugar de aplastar al estudiante con ideologías estatistas fracasadas. De poblados de campesinos pobres a potencias industriales.          

Mario Vargas Llosa es el escritor con mayor talento. El tenor Juan Diego Flores luce el bicolor nacional en óperas de Europa. Claudio Pizarro fue reconocido mundialmente como futbolista. El huancaíno Óscar Vadillo fue director de filarmónicas alemanas. Ellos y otros más, en sus propios campos, hacen brillar sus talentos fuera del país.

Se dice también que la política contamina la sociedad. Por ella los mejores huyen, y los que quedan retraen sus habilidades. Pero la crisis nacional no es de ahora sino de siempre. Por esa mala política persiste el atraso. Resulta curioso el entusiasmo de derechistas y centristas peruanos con la presidencia del argentino Javier Milei. No reaccionaron igual con Alberto Fujimori. Se aliaron a la oposición comunista sin mirar adelante. Algunas excepciones se ajustaron los cinturones y se hicieron parte de la cruzada contra la debacle económica heredada del velasquismo y el galopante avance del terrorismo senderista. Esos entusiastas derechistas y centristas saben que Milei tendrá que hacer lo experimentado con éxito por Fujimori.

La política y el electorado peruano son volátiles. Difícil predecir su comportamiento. Hace 20 años era inimaginable un senderismo controlando el Ejecutivo por intermedio de un profesor rural (Pedro Castillo). Y lo peor, aliado con supuestos partidos democráticos como Acción Popular y Alianza para el Progreso, del totémico César Acuña. En Chile, cuando todo parecía encaminado, apareció un joven con verbo florido alentando el desmadre que incendió estaciones de transporte público, mercados e iglesias. El protagonismo lo llevó a la presidencia. Espantó a las inversiones y la inseguridad ciudadana aumentó, por los venezolanos con cuchillo y pistola en mano que  atemorizan impunemente en las calles. El otrora ejemplo latinoamericano, terminó como víctima del vendaval comunista impulsado desde Cuba y Venezuela. 

El carácter y la determinación están en peligro. Vastos sectores de la población están acostumbrados desde niños a las promesas, dádivas, asistencialismos y medio kilo de arroz por voto. Son víctimas de portadas, primeras planas y contenidos de ciertos medios destinados a achatar su capacidad humana. ¡Triunfa el desgano y la veletería se hace deporte nacional!