Hugo Neira
2016 y Ley Mora ¿Educación masiva o Chávez?
No se han dado cuenta sus estrategas el Godzilla que despiertan
Tras ciento cincuenta años de República y soledad, se pensó que el Perú tenía un destino agrario. La vida peruana giró en torno a hacendados, tierra y abandonados indios. En los últimos decenios, nos creímos modernos y la apuesta fue el destino minero. ¿No había dicho acaso el poeta, «Perú, país de metal y melancolía»? Empero, gente del afuera, expertos internacionales, nos dijeron que no hay progreso en una nación inculta. Del gigantesco error de la no educación nos venían advirtiendo los informes PISA. Éramos «los últimos de la clase». El Banco Mundial nos hizo esta pregunta: ¿cuáles son las consecuencias de una juventud pobre, no preparada y desocupada? (Perú, 2006)
A esas admoniciones se le prestó oídos sordos. Se vive en un necio entusiasmo. Perú, ¡la mejor comida del mundo! ¡Los mejores cocineros! ¡Machu-Picchu! Qué rápido el recurso al autoengaño. ¿Cómo se explica que a una sociedad entera se le diga que es mejor que sus hijos únicamente vayan por la mañana a las aulas y se lo crean? Pareciera que esa suerte de renuncia tácita a los bienes culturales responde a una ideología ingenua. La del dinero. Un par de generaciones de informales, tras el éxito, se han entregado a la religión del consumo. ¿Pero sin cabida a bienes culturales, desechados por decorativos? Hoy la realidad social está pasando la factura. La economía se está parando. La chamba resulta insuficiente y los gerentes vienen de afuera.
Nunca he creído en las ventajas del iletrismo. Hace apenas unas semanas, en este diario, toqué el tema. «El Perú ignora su peor mal. No se enseña en las aulas ni química ni física» (Las doctas tinieblas). Me refería a la enseñanza media o secundaria común. Ocurre que la ley aprobada es universitaria. La ley Mora. La voy a comentar. En sucesivas notas. Pero en este inicio voy al bulto. Me surge una pregunta. ¿Por qué comenzar con las universidades? ¿Por la azotea y no por los cimientos? La respuesta es sencilla. Porque los escolares son menores de edad y no votan. Y los universitarios sí.
La estrategia Mora. Con solo modificar las universidades públicas ya está llegando a un estrato decisivo. Al que ambicionan entrar otros jóvenes peruanos. Pero si uno quiere vislumbrar los fines últimos, basta echarle un vistazo a lo que hizo Hugo Chávez, y Correa en Ecuador, y en general los países de Unasur. No me digan que abren otros Cambridge y Oxford. La ley toca, sin embargo, una ancha problemática. Ni se han dado cuenta sus estrategas el Godzilla que despiertan. La juventud es un tercio de peruanos. Por el 2007 andaban ya en 7,6 millones. Ahora bien, de diez jóvenes solo tres estudiaban. Y siete, ni trabajo ni estudios. A esto en ciencias políticas se le llama una clientela en estado de disponibilidad.
Por mi parte tengo no uno sino dos ‘NO’. A la situación de las universidades peruanas, razones sobran. El otro ‘NO’ es a las trampas del proyecto, no me digan que no las tiene. Nos quieren tomar el pelo con la promesa de una Sunedu. ¡Por favor! Si por la chismosa Lima ya corren los nombres de los señorones que la van a componer. Pero tengo un ‘SÍ’. No a la ley Mora pero sí al debate que se viene. Hoy, no es el empleo ni la inseguridad ciudadana la primera expectativa. Sino qué beca me propone el gobierno para que yo, joven pobre y de los conos o de la infinita provincia, pueda estudiar. En consecuencia no podemos decir únicamente ‘NO’. Hay que proponer. La campaña del 2016 acaba de comenzar. Y la educación de calidad y de masas en el centro de la agenda.
Por Hugo Neira