Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
El próximo jueves se inaugurará el puerto de Chancay en su primera etapa –con una inversión de US $1,300 millones de la empresa china Cosco Shipping– y convertirá al Perú en un hub portuario, que organizará la entrada hacia la zona económica del Asia Pacífico. Para entender la trascendencia del mencionado puerto vale señalar que se reducirán en 12 días los viajes hacia China y, considerando el calado del puerto, en Chancay se podrán recibir los barcos más grandes del mundo, que suelen transportar entre 18,000 y 24,000 contenedores. En una segunda etapa del desarrollo del puerto se proyecta instalar un parque tecnológico con una inversión de alrededor de US$ 3,500 millones que convocaría las empresas más importantes, las que desarrollan la IV Revolución Industrial en el mundo.
La inversión china en Chancay ha desatado los temores de Estados Unidos acerca de que la relación del Perú con el gigante asiático altere la geopolítica en la región. Sin embargo, esos temores comienzan a generar la reacción positiva de algunos países occidentales: se anuncia un proyecto de estación de la Nasa en Piura para viajes espaciales, con objeto de aprovechar la cercanía del área con la zona ecuatorial del globo terráqueo. Igualmente, la elección de Donald Trump relanza el clásico capitalismo estadounidense y no sería nada extraño que conozcamos de inversiones del norte en todas las áreas en donde el país puede convertirse en una potencia mundial: desde minería, pasando por agroexportaciones hasta infraestructuras y turismo.
¿Qué pretendemos señalar? Que la inauguración del puerto de Chancay, de alguna forma, notifica al mundo y a los propios peruanos que el Perú puede ser un nuevo protagonista planetario como alguna vez lo fue durante tres siglos del virreinato español. Sin caer exageraciones, por sus infraestructuras, universidades, hospitales y cultura, la capital peruana del virreinato solía competir con grandes ciudades occidentales. Un protagonismo parecido desarrolló el país durante la denominada época del guano.
¿Por qué el Perú tuvo la capacidad de ser un protagonista planetario? De alguna manera nuestro país es uno bendecido por la geografía y los recursos naturales en el extremo sur del continente. Por ejemplo, el puerto de Chancay es posible por el calado natural de las costas peruanas, una profundidad natural en el océano que no tienen otros vecinos y que posibilita el gran proyecto de Chancay. En otras palabras, la geografía determina que la costa peruana se convierta en el punto de conexión entre el Pacífico y el Atlántico (vale también considerar los proyectos de Bayóvar y Corío).
Asimismo, el desierto de la costa y las barreras naturales de los Andes posibilita represar los ríos de la sierra y convertir la costa en oasis de agroexportaciones a voluntad. Igualmente, la superficie empinada de los Andes está repleta de minerales, sobre todo de cobre.
La inauguración del puerto de Chancay, pues, abre la posibilidad de una nueva edad de oro para el Perú, de recuperar el pasado protagonismo planetario durante el virreinato. Sin embargo, debemos formularnos la siguiente pregunta: ¿Cómo un país como el Perú, bendecido por la geografía y los recursos naturales, hoy no es una potencia mundial? La única respuesta: la falta de Estado de derecho y de respeto a los derechos de propiedad.
La experiencia del Perú y de otros países bendecidos por los recursos naturales (casos extremos son algunos países africanos y Venezuela) nos demuestran que la geografía y los recursos naturales por sí solos no producen riqueza. Se necesita Estado de derecho, vigencia de instituciones y libertades. Japón, Hong Kong, Corea del Sur, entre otros, han alcanzado el desarrollo con pocas ventajas geográficas y recursos naturales. Sin embargo, el respeto a los derechos de propiedad no solo profundizó las libertades económicas, sino que terminó construyendo sólidos estados de derecho.
La lección entonces es clarísima: el Perú no puede desperdiciar esta posible nueva edad de oro que se dibuja en su futuro y para no ser el país de las oportunidades perdidas necesitamos afirmar el Estado de derecho y consolidar los derechos de propiedad. Para alcanzar ese objetivo necesitamos derrotar a la izquierda antisistema en las elecciones del 2026.
COMENTARIOS