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Análisis del perfil y el bloque que impulsa reelección de Villarán.
Susana Villarán se lanzó a la reelección en Lima no obstante su promesa de no tentar otro periodo. Queda claro que era un artilugio para salvarse de la guadaña de la revocatoria que decapitó a la primera plana de sus regidores. El asunto no pasaría de otra promesa incumplida si es que detrás de su candidatura no asomara una estrategia, un intento de consolidar un bloque hacia el 2016. No hablamos de la candidatura de Susana a las presidenciales en caso de perder, sino del intento de configurar un espacio de centro izquierda que dispute con fuerza las elecciones nacionales.
El bloque que apoya a Villarán es una foto reveladora en sí misma: Perú Posible, el Partido Nacionalista, el Frente Amplio, y el seguro apoyo de todos los radicalismos, incluido el antiminero, nos indican que es el equipo de la centro izquierda. Pero la izquierda más dura deja en claro que tiene mucho más “conciencia de clase” y de sus intereses que la derecha en general. Claramente ha entendido que las elecciones en Lima, de alguna manera, representan un primer tiempo hacia el 2016. La concentración de primeras planas, fotos y cámaras convertirán a los comicios de Lima en “los comicios de octubre”.
Un espacio de centro izquierda moderna siempre es saludable en cualquier democracia, pero este no es el caso. En este bloque se camuflan los enemigos de la sociedad abierta y el mercado. Los muchachos del Frente Amplio y los de Patria Roja han defendido el autoritarismo venezolano y han salido a marchar en defensa de Nicolás Maduro. Ese mismo radicalismo, hasta antes del desplome de Gregorio Santos en Cajamarca, bombardeó a diestra y siniestra las inversiones mineras y contribuyó con una de las causas de la desaceleración económica.
El perfil del bloque que apoya a Villarán apunta directamente hacia el 2016 cuando pretende crear una polarización entre “decencia versus corrupción”. Conscientes de que el principal partido político en el Perú es el anti-fujimorismo, y que Keiko Fujimori tiene enormes posibilidades de ingresar en la próxima segunda vuelta, los animadores de este agrupamiento tratan de vestirse y acicalarse con “la decencia”. De alguna manera están convencidos de que la fuerza que lidere el anti-fujimorismo en el 2016 ganará las elecciones, tal como sucedió el 2011. ¿Hay otra manera de hacerlo que no sea con “la decencia”? No. Y de alguna forma también sueñan con un Mario Vargas Llosa haciendo campaña desesperada a favor de Nadine Heredia, como una manera de detener la elección de Keiko.
Creando esta polarización también intentarán erosionar la candidatura de Luis Castañeda Lossio, hoy favorito en las encuestas. Pero no solo eso. Semejante polarización favorecerá además la inhabilitación de Alan Garcia por el Congreso, y si lo consiguen, el camino estará despejado para organizar el frente anti-fujimorista.
Cuando vemos que el Ministerio Público, con inusitada decisión, acusa a presidentes regionales, funcionarios, alcaldes, a lo largo y ancho del país; cuando vemos a los principales columnistas de izquierda echando leña a la polarización “decencia versus corrupción”, entonces, encontramos indicios que hay una estrategia en curso, que los dados ya han sido echados.
Sin embargo, la estratagema consiste en polarizar con el pasado. No con el presente. El ahora tiene que ver con las acusaciones contra Alejandro Toledo de Perú Posible por el caso Ecoteva, con el desastre y corrupción de Gregorio Santos de Patria Roja en el gobierno regional de Cajamarca, y con Cenaida Uribe del nacionalismo por los paneles de Punto Visual. Es decir, el flamante bloque de centro izquierda podría terminar quemándose con su propia candela. Y pensar que en las democracias saludables las elecciones se definen por la calidad de las propuestas, por la eficiencia en la gestión.
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