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Una discriminación absurda que perjudica la calidad de la educación superior
Recientemente se nombró a los integrantes de la comisión encargada de seleccionar a los miembros de la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu) y, de una u otra manera, se confirmó la intención de excluir a las universidades societarias privadas. Gustavo Yamada, de la Universidad del Pacífico; Fabiola León Velarde, de la universidad Cayetano Heredia; y Flavio Figallo, viceministro de Educación, conforman esa comisión. Si bien nadie puede cuestionar los pergaminos académicos de los nombrados, ¿por qué no hay un representante de las universidades societarias? ¿Por qué tampoco uno de la universidad pública? ¿Se quiere acaso desarrollar un único modelo de universidad?
En este Portal siempre hemos celebrado la búsqueda de la calidad académica en universidades como la Pacífico, Cayetano, Católica y de Lima, pero es un hecho incuestionable que la inversión privada desde los años noventa ha permitido la emergencia de nuevas universidades privadas de excelencia que, precisamente, a través de la competencia, obligan a los claustros privados más antiguos a mejorar constantemente.
He aquí un ejemplo ilustrativo: en los exámenes que se tomaron para evaluar a los egresados de la carrera de Medicina, los estudiantes de la Universidad Científica del Sur quedaron a solo dos décimas de los de la Cayetano. En la siguiente prueba, los médicos de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC) casi le ganan a los de la Cayetano. Para que éste centro de estudios pudiera mantener el primer lugar debió esforzarse y competir con dos universidades societarias. Si a esto le sumamos las constantes acreditaciones internacionales que consiguen universidades como San Ignacio de Loyola y Continental de Huancayo, la pregunta que surge es, ¿por qué se pretende excluir a las universidades privadas societarias?
Vale recordar que el primer proyecto de reforma del sistema universitario con una superintendencia fue elaborado por la Universidad Católica. Todas las críticas se orientaron entonces hacia las malas universidades privadas que, evidentemente, existen. Pero aquí vale señalar que también existen malas universidades privadas asociativas (el modelo de la Católica) como la Garcilaso, por ejemplo. Es decir, así como existen buenas y malas societarias también hay buenas y malas asociativas y los ejemplos son interminables. ¿Por qué entonces se excluye del proceso a universidades privadas de excelencia?
A nuestro entender, tiene que ver con la competencia. El hecho que ahora las universidades asociativas y las societarias tengan el mismo derecho a reinvertir sus utilidades con beneficios tributarios ha transformado a la universidad peruana. Las universidades societarias reinvierten sus utilidades en niveles muy superiores a las asociativas y por eso están surgiendo inmensos campus universitarios dotados de las últimas tecnologías, laboratorios del primer mundo y acreditaciones internacionales que comienzan a causar envidias. Pero, además, las pensiones de las societarias son considerablemente más bajas.
El sesgo anti privado que se nota en la Sunedu quizá tenga que ver con la voluntad de favorecer a un modelo de universidad y excluir a otro. Pero, como siempre, el Estado, principal responsable de la debacle de la universidad peruana, será el peor árbitro y componedor de la situación. Por eso apuesta por empoderarse a sí mismo en vez de empoderar a los consumidores, a los estudiantes y los padres de familia. Si los usuarios tuviesen información sobre el valor que tiene cada universidad asociativa, societaria y pública en el mercado laboral, en un santiamén desaparecerían las malas universidades, sin necesidad de violar la autonomía de los claustros.
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