La censura del ministro de Energía y Minas, Rómu...
El Perú ha rebotado sobre el 5% del PBI en abril y mayo y, si bien es evidente que semejante resultado tiene que ver con la recuperación de la manufactura, la pesca y el agro, sobre todo porque ya no hay los efectos adversos del Fenómeno de El Niño, es incuestionable que la reactivación también tiene que ver con la frágil estabilidad que se instaló en el Perú luego del fallido golpe de Pedro Castillo y el fracaso de las olas de violencia insurreccional. Si la violencia hubiese triunfado se habría quebrado el Estado de derecho y hoy estaríamos en camino a una constituyente.
Sin embargo, ese escenario organizado por el eje bolivariano no prosperó y la frágil estabilidad instalada, de una u otra manera, tiene mucho que ver con la reactivación de los mercados y el relanzamiento de la inversión privada. Igualmente vale señalar que la estrategia de las corrientes progresistas y neocomunistas de adelantar las elecciones en base a encuestas de opinión y estados de ánimo circunstanciales tampoco avanzó y los resultados en la economía comienzan a percibirse.
Sin embargo, como ya lo hemos señalado varias veces en este portal, más allá del rebote económico que se produce al comparar los meses actuales con los del año pasado en recesión, el Perú está condenado a bajas tasas de crecimiento que no reducirán la pobreza si no desarrolla reformas que incrementen la productividad de la economía. Entre ellas están el fin del Estado burocrático y la simplificación de las sobrerregulaciones que bloquean las inversiones en minería, en agroexportaciones, en pesquería, turismo, infraestructura y otros sectores. Asimismo, las reformas tributaria y laboral, las reformas de la educación y de la salud y el relanzamiento de las inversiones en infraestructuras.
Es evidente que estas reformas estructurales no podrán ser desarrolladas por el Ejecutivo y el Congreso actuales, que tienen altas tasas de desaprobación y, por otro lado, carecen del consenso y de las mayorías suficientes para transformar la economía. En ese sentido, el verdadero relanzamiento del Perú se debe producir con los resultados electorales del 2026, que deberían afirmar una salida a favor de consolidar el Estado de derecho y la economía de mercado.
Sin embargo, el nivel de fragmentación de las alternativas de la centro derecha, antes que echar luces sobre la situación, arrojan sombras y aumentan la sensación de una salida impredecible. Algunos sectores, incluso, caen en formas de pánico considerando que Antauro Humala y su discurso disolvente tienen posibilidades electorales. Una aproximación que no compartimos.
En un contexto de este tipo es evidente que no existirán reformas ni se consolidarán inversiones de mediano y largo plazo. ¿Cómo enfrentar este escenario que parece insalvable? Quizá una alternativa se podría construir si, en medio de la fragmentación y la dispersión, las candidaturas de la centro derecha, las propuestas que se proponen consolidar el Estado de derecho y el modelo económico basado en la inversión privada y la desregulación de mercados, desarrollan consensos y convergencias sobre las transformaciones económicas.
Inclusive se podría sacar la campaña de los marcos de la judicialización de la política y la permanente demonización que impulsan los sectores progresistas, y focalizar los debates electorales en las reformas políticas y económicas. Convertir la campaña electoral, por ejemplo, en una escuela, en una pedagogía sobre lo que significa una reforma tributaria o una reforma laboral podría modificar la cultura sobre el papel de la empresa privada en la reducción de la pobreza. Un cambio decisivo en la sociedad.
A veces las propuestas constructivas en medio de una crisis política como la nuestra suenan a wishful thinking, como se dice. Sin embargo, la buena política siempre obliga a plantear salidas constructivas.
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