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Las preocupantes declaraciones del jefe del Comando Conjunto de las FFAA
Las declaraciones de jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, general EP Lionel Cabrera, a Correo Semanal, señalando que, mediante “alguna adecuación de la ley”, las fuerzas armadas podrían intervenir “si es que hay problemas de seguridad ciudadana”, arrojan más combustible a la hoguera política del país. ¿De cuándo acá las fuerzas armadas deliberan sobre asuntos públicos? Considerando la popularidad que otro general (r) EP, Daniel Urresti, se ha ganado al frente del Ministerio del Interior, desarrollando un histrionismo mediático digno de cualquier candidato en campaña, ¿acaso el general Cabrera ha decidido apostar por su propio baño de masas?
No obstante que Urresti ha negado la posibilidad de que las fuerzas armadas intervengan en la lucha contra la delincuencia, es difícil creer que las declaraciones de Cabrera solo respondan al libre albedrío, sobre todo, considerando la cercanía del mencionado militar con Palacio. Es más, Urresti dijo que solo la policía se encarga de la seguridad ciudadana, pero dejó como un dulcecito para las plateas: claro que se podía coordinar con las fuerzas armadas algunas operaciones de apoyo. Demasiado grave.
La administración humalista es la principal responsable de que la inseguridad ciudadana se haya desbordado amenazando la vida, la salud y la propiedad de los peruanos. Una oleada delictiva que golpea a clases altas, medias y pobres, y que ya se convierte en un factor más de la desaceleración económica con las extorsiones en la capital y en provincias. Una de las causas del descenso sostenido de la popularidad presidencial en los últimos meses ha sido el tema de la delincuencia. Sin embargo, la “guerra mediática” de Urresti contra los malhechores produce resultados coyunturales positivos. En una reciente encuesta, el jefe de Estado incrementa 8 puntos de aprobación y Urresti se infla como un globo con 46 puntos.
Pero, tal como lo ha advertido nuestro columnista Jorge Nieto, uno de los principales animadores del Grupo Gobernabilidad Democrática y Seguridad Ciudadana, como no hay reformas de fondo en la policía ni en el sistema de justicia del país, más temprano que tarde, el globo se desinflará o reventará. No obstante, la llamada pareja presidencial se alimenta y vive para la popularidad y, cuando existe esa inclinación, las cosas se alinean alrededor del objetivo de incrementar la aprobación. No importa el largo plazo sino el efecto inmediato. Y el estilo Urresti suma puntos. En este contexto, es legítimo preguntarse, ¿las declaraciones de Cabrera forman parte de un ensayo palaciego? Si las cosas irían por allí, entonces, es evidente que no se ha archivado la agenda autoritaria.
En nuestra democracia, regida por la Carta Política del 93, las cosas son absolutamente claras. La única manera en que las Fuerzas Armadas pueden intervenir en asuntos de orden interno se produce cuando el jefe de Estado, con el voto aprobatorio del Consejo de Ministros, declara el estado de emergencia y restringe algunas garantías constitucionales.
En todo caso es una situación absolutamente paradójica. El régimen que se pasó bostezando frente a la ola delictiva que ya se sale de control, hoy podría hacerle guiños a una eventual militarización de la lucha contra la seguridad ciudadana. Todo puede sonar a demasiado conspirativo y a estrategia sofisticada, pero es mejor que suene y bien fuerte. Ante los tics autoritarios, más vale prevenir que lamentar.
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