Cambio de guardia

La nueva presidente del Gabinete Ministerial y los desafíos que deberá enfrentar

El relevo intempestivo de René Cornejo de la Presidencia del Consejo de Ministros, luego de la denuncia de Panorama, y el nombramiento de Ana Jara en ese cargo establece un record en los gobiernos ungidos durante la democracia post fujimorista: seis gabinetes en 36 meses. Un clara expresión de la ahora sí endémica crisis política en la que está sumergido el régimen. Ya no se trata de puntualizar que la política, los partidos y las instituciones están desacreditados, sino que el gobierno comienza a ser la primera fuente de todas las crisis políticas.

Sin embargo el nuevo Gabinete Jara parece reproducir una constante del proceso económico y social del país: mala política y, no obstante la desaceleración, todavía buena economía. El relevo ministerial mantiene a Miguel Castilla en el Ministerio de Economía y a todos los tecnócratas convocados en los sectores productivos. Una buena noticia en la lucha contra la desaceleración que demanda el país. Sin embargo, los problemas políticos del régimen son tan graves que es bastante difícil pasarse al bando optimista.

La señora Ana Jara se ha caracterizado por asumir oficialmente la escudería de Nadine Heredia y todos sabemos que los problemas políticos se originan en el despacho de la primera dama. Si tenemos seis gabinetes es debido a las permanentes intromisiones de Heredia en la función de ministerial, hechos que han configurado el actual estilo de gobierno. Si los ministros comienzan a cambiarse como las piezas de cualquier engranaje, entonces ya enfrentamos un serio problema de gobernabilidad. Recordemos, por ejemplo, que el estilo Heredia ha motivado un hecho inédito durante la vigencia de la Constitución del 93: que el Congreso le negara en primera votación la investidura al gabinete Cornejo. En este contexto, es justo interrogarse, ¿será capaz Jara de desmarcarse de este estilo autodestructivo que comienza a impregnar la conducta gubernamental?

Los retos de la señora Jara son gigantescos: en primer lugar, comunicar una voluntad poderosa, coherente, acerca de la decisión del régimen de enfrentar la desaceleración económica. Dejar en claro, de una vez por todas, que esta administración solo tiene una visión del crecimiento y que las dudas han sido desterradas. No hay otro camino ante el desastre que se avecina debido a la contracción de la inversión privada.

Pero de otro lado la ministra Jara debería ser capaz de terminar con la política de permanente polarización con los demás corrientes del país, para impulsar convergencias sobre cómo enfrentar la desaceleración y el desborde social de la seguridad ciudadana. Un solo ejemplo: se necesita que la sociedad se movilice de abajo hacia arriba para enfrentar a la criminalidad. Es decir, se requiere que los alcaldes distritales, provinciales y regiones se levanten contra este flagelo y formen un solo puño con las autoridades gubernamentales. ¿Cómo se consigue algo así sin diálogo político?

Finalmente la señora Jara debería ser capaz de liderar políticamente a la bancada nacionalista y establecer relaciones de coordinación con los demás grupos políticos. Sin embargo, una decisión de ese tipo significaría restablecer la unidad del grupo oficialista encarpetando la candidatura de Ana María Solórzano a la Presidencia del Congreso e instaurando conversaciones abiertas con los demás partidos. Pero una vez más: Semejante conducta significaría dejar atrás el estilo Nadine Heredia. ¿Será capaz Ana Jara? Debería serlo. La presidente del Consejo de Ministros es una política carismática, dialogante y bien articulada. Si lograra alejarse del estilo autodestructivo, no solo ganaría el país, sino que el nacionalismo tendría otro líder de quilates.