El Perú volverá a perder una nueva oportunidad de enganc...
Durante el desarrollo de la III Cumbre Empresarial de las Américas —que se reunió horas antes de la Cumbre de jefes de Estado—, uno de los temas que se discutieron a profundidad fue la relación entre la educación y la IV Revolución Industrial, como una de las claves de la sociedad del futuro. Para presentar un brochazo general de las principales ideas en debate en la Cumbre Empresarial se podría sostener que la revolución digital, simplemente, acabará con los tipos de claustros de los siglos pasados y que las carreras se desactualizarán en pocos años, ante la explosión del conocimiento. Incluso se sostuvo que surgirá el profesional autodidacta, aquel profesional con una sed de conocimiento que se actualizará en tiempo real y se convertirá en el trabajador más cotizado en los mercados de trabajo.
Otra idea interesante en las conversaciones de la Cumbre señala que la educación del futuro deberá tener una base en las ciencias matemáticas y físicas, en las humanidades y letras, a partir de la cual se desatará la incesante innovación. Para lograr semejantes objetivos educativos se requerirá la colaboración de los padres de familia, los maestros y la sociedad civil en general. Es decir, se necesita que la sociedad asuma el protagonismo de la educación, algo que no se podrá conseguir con una educación centralizada en el Estado, tal como sucede desde los siglos XIX y XX.
La aproximación a la educación realizada en la Cumbre es extremadamente interesante porque durante el pasado gobierno nacionalista, y la mayor parte de la administración de PPK, se impulsó una llamada “reforma educativa” que pasaba por una hipercentralización estatal de todo el proceso educativo y que convertía a la sociedad y a los padres de familia en simples espectadores del proceso. Si bien las puntas del iceberg estatista de la reforma Saavedra fueron la aparente contradicción entre educación pública y privada y las cuestiones curriculares vinculadas a los temas de género, el problema central del proyecto Saavedra es que pretendía convertir a la escuela en el gran “homogeneizador de la sociedad”. Y de allí la obsesión por eliminar todos los colegios que salían del control estatal: desde escuelas privadas de calidad hasta los colegios Fe y Alegría, administrados por sectores eclesiales.
Hoy sabemos que la llamada reforma Saavedra, en realidad, fue una gran humareda alimentada por la exagerada publicidad estatal: se abandonaron las políticas de capacitación de los maestros, y el nombramiento de docentes en la carrera magisterial apenas alcanzó a 8,000 docentes, mientras que los maestros contratados sumaban 160,000. En este contexto, ¿puede haber reforma meritócratica con un aumento exponencial de los maestros contratados? El resucitado radicalismo magisterial, que se opone a la meritocracia, es solo un movimiento de profesores contratados que pretende los mismos beneficios que los nombrados. Con todas esas bombas de tiempo nos dejó la reforma Saavedra. Más tarde, en pocos meses la gestión de Idel Vexler apuntó a enderezar los yerros anteriores.
Las primeras medidas del nuevo titular de Educación, Daniel Alfaro, han desatado algunas interrogantes con respecto a una supuesta intención de resucitar el proyecto Saavedra. El nombramiento de José Carlos Chávez Cuentas en el viceministerio de Gestión Institucional, quien fuera secretario general durante el periodo de Marilú Marthens, ha generado cierto nivel de preocupación.
Pero no solo se trata de un proyecto estatista para la educación, sino de una inexperiencia en el trato con el magisterio que solo abona al radicalismo magisterial que se opone a la reforma meritocrática de la escuela pública. Por ejemplo, el Sute-Cusco ha puesto el grito en el cielo por el nombramiento de Chávez Cuentas, arguyendo que él no trataba bien a los maestros. Mientras que el Sindicato Unitario de Trabajadores de la Educación del Perú (SUTEP), conducido por la facción moderada de Patria Roja, anuncia medidas de lucha por la ruptura del diálogo con el Minedu, habida cuenta de que la nueva gestión no reconoce los avances en la negociación durante la administración Vexler.
Como se aprecia, se dibujan enormes sombras en el sector. No hay que olvidar que la pasada crisis de gobernabilidad también tuvo que ver con la educación. En todo caso, el Gobierno de Vizcarra debería mantener el la mirada atenta en el tema.
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