El Perú volverá a perder una nueva oportunidad de enganc...
Después del Gobierno de Pedro Castillo, en el que los sectores maoístas vinculados al Movadef y al Frente Nacional de los Trabajadores de la Educación del Perú (Fenatep) pretendieron controlar la educación pública, con el objeto de convertir el aula escolar en un centro de adoctrinamiento marxista, la importancia de las escuelas y centros privados en el desarrollo de una educación con tolerancia se volvió evidente.
Como todos sabemos, el sector privado atiende la matrícula de un tercio en la educación básica, mientras que la escuela pública concentra los dos tercios de los estudiantes. En el caso de la educación superior las cosas son inversas: el sector privado atiende dos tercios de la matrícula, en tanto que los claustros públicos se concentran en un tercio de los estudiantes.
A nuestro entender semejante realidad se convirtió en un gran muro de contención para la estrategia del Gobierno de Pedro Castillo, que pretendía convertir al aula pública en centro de adoctrinamiento marxista. Por la relación entre el Gobierno y la oposición, entre el Ejecutivo y el Congreso, el Ministerio de Educación (Minedu) y el Fenatep solo se focalizaron en el control de las escuelas públicas, postergando el control de la escuela privada para otro momento.
Por estas consideraciones, el Minedu y el Fenatep se lanzaron a desmontar la carrera pública magisterial, que había logrado que el 50% de un total de 380,000 docentes sean nombrados y promovidos mediante procesos de concursos y evaluación de méritos. En este contexto, si el Gobierno de Castillo avanzaba en el control de la escuela pública hubiera sido incuestionable que el sector privado se convertiría en el único espacio de tolerancia y libertad en la educación.
El desarrollo de un sector privado educativo fuerte, de calidad y excelencia debe formar parte de una reforma integral del sistema educativo. Cuando el Estado controla toda la planificación de la educación y reduce las posibilidades de participación de la sociedad (padres de familia y organizaciones de la sociedad civil) y el sector privado en la gestión de la educación, de una u otra manera, se está sembrando el germen de una educación mediocre e ideologizada, bajo el control de grupos de interés (sectores progresistas) o de la nomenclatura de un partido. Todos los proyectos totalitarios en la historia reciente han avanzado utilizando esta plantilla.
El aporte privado al sector educativo es gigantesco, por decirlo de alguna manera. No solo han surgido universidades privadas societarias de excelencia académica –que ya aparecen en los rankings universitarios por sus avances en investigaciones académicas– sino que se ha liberado de la presión demográfica a las universidades públicas para que la reforma avance con más rapidez en el aula estatal. Vale recordar que antes de que se permitiera la inversión privada en educación, la universidad pública concentraba dos tercios de la matrícula. En las últimas dos décadas, universidades como San Marcos, San Agustín de Arequipa y San Antonio Abad del Cusco, en términos generales, han mantenido la misma población estudiantil. Un hecho que les ha permitido multiplicar varias veces sus presupuestos e iniciar procesos de reformas.
Cualquiera sea el ángulo de análisis el aporte del sector privado a la educación se nota al primer golpe de vista. Según el estudio Estudio de contribución económica de la educación privada en el Perú, de Apoyo y Consultoría, las inversiones privadas en educación suman el 60% del presupuesto general para la educación. Es decir, si se eliminara el aula privada del sector sería imposible contar con recursos para suplir el vacío y, sobre todo, el Estado carecería de los recursos necesarios para focalizarse en los sectores más pobres de la sociedad.
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