El Perú volverá a perder una nueva oportunidad de enganc...
En la conferencia “El rol de la educación superior en el desarrollo sostenible de América Latina y el Caribe”, organizada por el Congreso de la República y la Federación de Instituciones Privadas de Educación Superior (FIPES), el expositor principal, doctor Claudio Rama, precisó claramente los caminos que deberían seguir los países emergentes —como Perú— para alcanzar los niveles de competitividad educativa del presente siglo.
El doctor Rama sostiene que la tendencia educativa global está influenciada por el conocimiento adquirido a través de las tecnologías digitales y a distancia, sin la imperiosa necesidad de la tradicional escuela presencial. En este contexto de transformación mundial, toda reforma educativa debe estar orientada hacia la diversidad y la organización de plataformas digitales de calidad. ¿Cómo ajustar, entonces, los sistemas educativos a los cambios tecnológicos? ¿Cómo puede el Perú insertarse cuanto antes en estas tendencias globales?
Según el doctor Rama, la revolución tecnológica digital comenzó alrededor de 1971 y países como el nuestro se ubicaron de espaldas a esta tendencia. La expansión de las clases medias y la reducción notable de las clases trabajadoras de las grandes unidades industriales fue una de las primeras señales, pero pasó desapercibida en gran parte del globo. Así como la innovación de la producción de bienes impulsó la automatización y sistematización de las líneas productivas, para mejorar la productividad de las industrias y de las regiones económicas, así también empieza a suceder con la educación del nuevo siglo: innovación permanente y vertiginosa. Las nuevas clases medias acuden a las universidades buscando resolver los problemas y necesidades del siglo XXI. Estos nuevos sectores sociales están conformados por nuevas generaciones de estudiantes universitarios, provenientes de familias que nunca asistieron a claustros superiores.
En ese contexto, el doctor Rama señala que en cualquier reforma educativa no hay espacios para las regulaciones, limitaciones y homogeneización. Los espacios digitales no se expanden en los “modelos únicos” de antaño. La transformación de las sociedades, acompañadas de la “inteligencia artificial” que caracteriza al siglo XXI, está signada por sistemas multimodales, internacionales, flexibles y veloces. La reforma de la diversidad educativa está desplazando todas las regulaciones y sus paradigmas obsoletos. Por ejemplo, las carreras profesionales en las universidades del siglo XXI no pueden estar signadas por plazos establecidos, sino por sistemas de créditos. Los buenos estudiantes no necesitan de cinco años para culminar una carrera profesional.
El doctor Rama señala que los sistemas educativos a distancia están logrando mejores resultados que los sistemas educativos presenciales. Agrega que se ha comprobado que el conocimiento es adquirido de mejor manera leyendo que oyendo o viendo.
Con la expansión del conocimiento y la sistematización de la producción cambian las estructuras sociales. La innovación está haciendo que ciertos profesionales del siglo pasado no encuentren mercado laboral. Incluso, sostiene Rama, uno de los principales derechos humanos, que ya debería ser contemplado por las leyes, es el acceso a Internet y a la educación virtual. Asimismo, en las universidades deberían dictarse cursos de programación para que los profesionales puedan ser autores de sus propios sistemas informáticos para mejorar y facilitar las tareas que realizan.
Queda claro, entonces, que con tanta competencia en los mercados mundiales, es inconcebible una educación superior, e incluso básica, con profesores estancados en el siglo XX y con alumnos que viven en siglo XXI. Para el doctor Rama, la educación superior no puede ser homogeneizada siguiendo un mismo patrón. Todo lo contrario. Los escenarios de transformación hoy se fundamentan en la diversidad en todo orden, sin la existencia del modelo único.
Sobre los títulos profesionales, en la conferencia se ha señalado que estos no deberían ser vitalicios, sino que deberían ser revalidados por los grados y títulos obtenidos después de los estudios universitarios. De esta manera, y solo así, se podrá elitizar los sistemas educativos.
Los conceptos de la reforma universitaria de Córdova en Argentina, hace 100 años, ya no tienen sustento en el siglo XXI. La universidad pública no puede seguir controlada por autoridades nombradas mediante acuerdos subrepticios durante los procesos eleccionarios, con los tercios de estudiantes ideologizados que miran al viejo Marx del siglo antepasado y no los retos innovadores del presente.
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