Alrededor de 40,000 hectáreas de cultivos del proyecto ...
Y se hizo realidad uno de los grandes temores de los sectores que defienden las libertades políticas y económicas en el Perú. Según la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) del INEI, la pobreza monetaria en el 2017 se incrementó de 20.7% a 21.7%. Después de 17 años el milagro económico de América Latina, que se había convertido en uno de los campeones en la región en reducir este flagelo, vuelve a incrementar esta lacra social en el preciso momento en que el precio del cobre y los commodities está en alza mundial. La mala noticia no solo tiene que ver con la pobreza y el retroceso social, sino también con la democracia y la economía de mercado, porque ahora los argumentos contra el modelo neoliberal, que “solo exporta piedras”, se multiplicarán al infinito.
La encuesta Enaho revela que 375,000 peruanos abandonaron la condición de clase media y se sumaron a la índole de pobres que ahora suman 6.91 millones de ciudadanos que sobreviven con menos de S/ 338 mensuales. En las áreas rurales la pobreza subió 0.6%, en tanto que en las urbanas llegó a 1.2%. La circunscripción que más deterioró sus indicadores sociales es Lima, donde la pobreza se incrementó de 11% a 13%.
¿Cómo así sucede tamaño retroceso social? A entender de este portal solo hay dos explicaciones: la polarización política que alentó el nadinismo y tuvo un segundo capítulo aterrador en el pepekausismo, y la renuncia de la democracia peruana a desarrollar una segunda ola de reformas que otorgue mayor competitividad a la economía.
En este portal lo hemos sostenido repetidamente: la polarización que alentó el nadinismo iba a terminar erosionando los fundamentos políticos, institucionales y económicos de la sociedad que estamos organizando en los últimos 25 años. Durante el humalismo se paralizó la producción del cinturón del cobre del norte y el Perú renunció a producir más de un millón de toneladas de cobre (hoy producimos 2.5 millones de toneladas). Con esas inversiones, no obstante todos los yerros políticos institucionales cometidos, el Perú estaría creciendo por encima del 5% y la pobreza hacia el 2021 caería en menos de 15%.
Durante la administración PPK la polarización se acrecentó y a la colisión Ejecutivo versus Legislativo —que culminó con la renuncia del jefe de Estado— se sumó el caso Lava Jato y el fenómeno de El Niño costero cuando la inversión privada caía sostenidamente por efecto del nadinismo. En ese contexto, la inversión pública colapsó, la construcción se desplomó, los proyectos mineros siguieron bloqueados y volvimos a ser una sociedad que aumenta pobreza.
El envilecimiento del espacio público y de la política hizo creer a la élite política que el Perú puede seguir creciendo y reduciendo pobreza sin una segunda ola de reformas. El autoritarismo de los noventa liberalizó el comercio, desreguló precios y mercados, privatizó el Estado, y el PBI se triplicó y la pobreza se redujo hasta 20.7% de la población gracias a esas transformaciones. Sin embargo, 18 años de democracia han sido una suma de negativas a lanzar una nueva oleada de reformas y los resultados están sobre la mesa: la pobreza vuelve a aumentar.
Siempre vale recordar que las sociedades de ingreso medio, luego de reducir pobreza significativamente gracias a una primera generación de reformas, lentifican y estancan la expansión de sus respectivos PBI si no implementan reformas institucionales (derechos de propiedad, sistema de justicia, legislación laboral), en capital humano (a través de reformas educativas y de salud), en capital físico (mediante la solución de los déficits de infraestructura) y otros. Cuando esas sociedades de ingreso medio se niegan a hacer nuevas reformas, frente a los retrocesos en bienestar, quienes recientemente dejaron la pobreza suelen volverse en contra del modelo, tal como pasó en Venezuela, Bolivia y Ecuador.
¿Alarmismo innecesario? En cualquier caso vale señalar que en las elecciones del 2006, del 2011 y del 2016 el antisistema no ganó por un pelo la conducción del Estado. A reflexionar, pues.
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