Alrededor de 40,000 hectáreas de cultivos del proyecto ...
En este portal lo hemos repetido una y otra vez: el futuro de Tía María no solo tiene que ver con el destino de un proyecto de cobre emplazado en el valle de Tambo en Arequipa, sino también con el futuro del llamado Corredor Vial del Sur, en donde se emplazan las minas Cerro Verde, Las Bambas, Antapaccay, Constancia y Quellaveco, entre otras, que producen más del 50% del cobre nacional y que agregan más de un punto al PBI.
También hemos repetido en varias ocasiones que sin la minería el Perú estaría cerca del abismo de la recesión. Detener el proyecto de cobre de Tía María, pues, empoderaría a la estrategia radical que busca detener la producción de cobre nacional, ya sea para ralentizar el crecimiento y alentar la desesperación de la gente contra la economía de mercado, o simplemente para favorecer los intereses de los grandes especuladores del cobre mundial, que se benefician cuando se bloquean proyectos como Conga y Tía María.
De allí el gravísimo e inexplicable error del presidente Vizcarra al anunciar que durante su administración no se ejecutaría Tía María. Nadie lo entiende, sobre todo considerando que Southern Perú, la empresa concesionaria, había anunciado que el proyecto recién se iniciará cuando exista un amplio respaldo social y se absuelvan todos los temores e interrogantes de la población.
Vale subrayar que Tía María representa una inversión de US$ 2,400 millones, que producirá 120,000 toneladas de cobre que agregarán un 0.4% al PBI. Si se considera que todos los cuestionamientos ambientales han sido absueltos en el Estudio de Impacto Ambiental –y que, incluso, se utilizará agua de mar para no tocar una sola gota del río Tambo–, la oposición del radicalismo al proyecto minero solo se puede entender desde un proyecto que se propone paralizar el crecimiento y volver a aumentar pobreza. No hay otra explicación para oponerse a un proyecto que generará S/ 5,600 millones por canon y regalías, suma con la que se podrían construir siete hospitales, 183 colegios, 17 centros de salud, 300 kilómetros de vías asfaltadas o 200 kilómetros de redes de agua potable.
Las cosas, pues, están demasiado claras. El destino de Tía María está anudado al relanzamiento de la minería en el Perú. Por ejemplo, cuando se bloqueó Conga en Cajamarca también se bloqueó el Cinturón de Cobre del Norte y el Perú perdió 1.5 millones de toneladas de cobre anuales, que se hubiesen agregado a los 2.5 millones que se producen cada año. El país estaría creciendo por encima del 5% y la pobreza estaría por debajo del 15% de la población.
Con respecto al papel de la minería siempre vale recordar que, en la última década, la inversión minera representó el 16% de todo lo invertido en el Perú. Es decir, la minería invirtió US$ 55,000 millones de dólares en los últimos diez años.
Asimismo, hoy la minería explica el 58% de las exportaciones nacionales, absorbe el 14% de la producción manufacturera nacional, y el sector es uno de los principales contribuyentes del país. El 20% del total recaudado por el Estado en impuesto a la renta proviene de la minería. De otro lado, el Perú tiene una cartera de proyectos mineros de US$ 62,000 millones y el 80% de ellos corresponde a inversiones en cobre.
Igualmente, una de las claves de la descentralización del país y del mayor crecimiento de las provincias con respecto a Lima, tiene que ver con la minería. El canon minero ha trasladado recursos al interior como pocas veces en la historia, más allá del fracaso de los gobiernos regionales y locales en invertir esta riqueza. Y, por último, si hay dudas, en la última década el empleo directo que generó la minería pasó de 120,000 a más de 201,000. De otro lado, hay que destacar que un empleo directo minero genera otros 6.5 indirectos. ¿Cómo dudar, entonces, que la minería es una bendición para el Perú?
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