Alrededor de 40,000 hectáreas de cultivos del proyecto ...
Los riesgos de un país que crece sin hacer reformas
La desaceleración de la economía peruana nos obliga a alertar sobre escenarios que nos podrían alejar del camino virtuoso que emprendimos dos décadas atrás con las reformas de mercado. De pronto, tras haber crecido 6% en promedio anual en la década pasada, el 2013 solo nos expandimos 5 puntos y, durante el primer trimestre de este año, nuestras autoridades económicas se ponen pesimistas y nos dicen que el 2014 no llegaremos al 6%. ¿Se agota el impulso que nos permitió incrementar el PBI per cápita de US$ 1,500 a US$ 6,700 y reducir la pobreza en más de la mitad?
Los economistas sostienen que un país que crece durante varios años sin hacer reformas y sumergido en la autocomplacencia, puede caer fácilmente en la llamada trampa de los ingresos medios. Algo de eso ya nos pasó cuando, luego de crecer a un ritmo de 3% entre 1960 y 1975, el PBI per cápita se congeló en la siguiente década y media.
Digamos que esa es la eterna historia de América Latina y del Perú: crecer por el auge de precios de nuestras exportaciones, estancarse y, en muchos casos, retroceder. En esta área del mundo, solo Chile parece encaminarse a romper el maleficio de los ingresos medios, a menos que una repentina fiebre socialista de Michelle Bachelet lo encamine hacia el pasado y lo peor de las tradiciones latinoamericanas. En las últimas décadas, los países que sortearon la maldición de los ingresos medios están en el Asia: Singapur, Taiwán, Corea del Sur y Japón.
Una de las razones del porqué se desacelera la economía y también del por qué podemos estancarnos, es la ausencia de reformas en nuestras instituciones, en el sistema educativo, en infraestructura y todos aquellos aspectos vinculados a la competitividad de nuestra economía. El déficit en asuntos institucionales, por ejemplo, comienza a ser fundamental para explicar la desaceleración de la inversión privada en comparación con años anteriores: Desde la tupida tramitología hasta los problemas de seguridad ciudadana por la indolencia de la policía, el Poder Judicial y el Ministerio Público.
El déficit de infraestructura que AFIN calcula en US$ 88 mil millones, tarde o temprano, se transformará en una fuerte explosión contra nuestro crecimiento, porque, por ejemplo, no habrá suficientes carreteras ni energía para las demandas acumuladas. Y, en educación, los últimos resultados de las pruebas Pisa nos señalan que estamos en el fondo de los fondos en cuanto a formación de un capital humano competitivo e innovador.
El gran problema de las sociedades que caen la trampa de los ingresos medios es que, generalmente, se acompañan con una involución política contra la economía de mercado y la propia democracia. De alguna manera es la historia de América Latina. Argentina, Venezuela, por ejemplo, son países típicos de ingresos medios que, ante la imposibilidad de seguir aumentando el ingreso nacional, se desbarrancaron en discursos socialistas y nacionalistas que decretaban la distribución de toda la riqueza creada. El resultado: ambas sociedades caminan hacia atrás como el cangrejo, con colas por papel higiénico, violencia incontrolable e instituciones destruidas.
No se trata de se trata de ser alarmista sino de llamar la atención sobre cómo podríamos terminar si no retomamos la velocidad de nuestro crecimiento e implementamos las reformas que están sobre la mesa. En los 60 se nos vino el velasquismo y retrocedimos. Hoy bajan los precios de nuestros minerales, se contraen las exportaciones y por allí siempre están las aves de mal agüero diciéndonos que el modelo económico que ha reducido la pobreza y la desigualdad sin precedentes en nuestra historia ya no sirve, que hay que cambiarlo. Cuando hay reformas, ningún mal augurio funciona ni se escucha.
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